Me miré una última vez en el espejo. El vestido salmón que me había regalado mi novio me quedaba realmente bien, me gustaba como lucía en mí. Lo cual eso era extraño para aquel entonces, teniendo en cuenta mi autoestima.
Salí de la habitación y me encaminé a la cocina, encontrándome con mi hermano:
— ¿Cuánto le falta? —le pregunté impaciente al señalarle la fuente de pollo crudo.
—Le estoy poniendo el condimento todavía, Martina —se rió Valentín.
—Ya sé, ya sé. Pero quiero que esté todo perfecto.
—No es la primera vez que Agustín y papá se van a ver.
—Bueno, sí, ya sé. Pero es la primera vez que Agustín va a venir a su cumpleaños.
—Al menos se llevan bien. Mamá todavía no acepta que Ámber además de ser tu amiga, es mi novia —reí.
—Te está molestando no más. Ya sabes que le cae bien.
—Sí, sí. Obvio —respondió con sarcasmo y metió la bandeja de comida en la cocina.
— ¡Martina! —Gritó mi madre desde la sala— ¡Están tocando la puerta!
—Uy, me voy. Deséame suerte —le dije apurada a el joven.
— ¡Suerte! —escuché que me dijo antes de que saliera de la habitación.
Tiré mi pelo detrás de mi hombro y abrí la entrada principal. Sonreí al ver a Ámber.
— ¡Cuñada! —dijo.
— ¡Cuñada! Para, ¿sos mi cuñada o nuera? —rió y me saludó. Entró en la casa y cerré la puerta.
— ¿Cómo estás, tanto tiempo? Te extrañé.
—Yo también, nena. No te veo hace un mes.
— ¿Cómo estás con... eso?
La tía de mi mejor amiga había fallecido hace dos semanas. Era como su segunda madre. Me acuerdo que cada vez que iba a la casa, ella estaba. Eran muy unidas.
Ámber estuvo triste durante una semana y luego se mostró totalmente eufórica. Sabía que quería ocultar su dolor para que no la veamos "débil", como ella decía. Pero no entendía que llorar no es ser débil. Sufrir un duelo no era ser débil. Y aunque yo misma se lo dijera, no comprendía y prefería fingir que todo estaba bien.
—Bien, la vida sigue, ¿no? —dijo con una sonrisa forzada.
Suspiré mientras ella iba a saludar a Valentín. Luego agarré mi celular para preguntarle a Agustín dónde estaba:
— ¿Cuándo vas a llegar? —le pregunté.
—Tranquila, Marti —me respondió desde la otra línea—, estoy con Julián buscando un regalo.
—Los voy a matar. ¿En dónde están?
—A unas cuadras, elegimos un reloj. ¿Decís que le va a gustar?
Sonreí un poco —Sabes que le encanta esas cosas.
—Bien. ¿Me venís a buscar? Porque creo que me perdí —reí—. Pasamos por la casa de Juli, lo dejo a él, nos encontramos acá y vamos, ¿dale?
—Está bien, está bien. Pero más vale que cuando llegue ustedes ya estén en la puerta.
—Obvio amor.
—Em... Agustín —hablé con nerviosismo—, ¿al final vas a poder ir a verme al teatro?
—No, perdón Marti. Estoy muy ocupado esa fecha por el tema de mudarme a Córdoba para el siguiente año. El día siguiente a ése tengo la prueba para poder entrar al colegio de policías.
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Mi mala.
Novela JuvenilSi los ojos eran la ventana al alma, los de ella no estaban únicamente cerradas con tablones gruesos de madera, sino que tenía candados, cadenas y cualquier mecanismo de defensa allí. Pero, por alguna razón, necesitaba entrar de lleno por esa ventan...