Capítulo 4: Señora madre.

11 1 0
                                    

—Cada vez me estoy enganchando más con Alan —confesé preocupada.

— ¿Y eso qué tiene de malo? —cuestionó Melody.

—Ya viste lo que pasó la última vez —elevé los hombros.

—Igual no sé si él quiere algo serio con vos —opinó Nicole—. Bah, es tierno y todo de vez en cuando, según lo que vos nos cuentas y muestras, pero nunca habló explícitamente sobre si sentía algo o no.

—Bueno, vos tampoco sos la mejor amiga del pibe —retó la otra—. No la tires abajo a Martina.

—No la estoy tirando abajo, solamente le digo la verdad —elevó los hombros.

—No sé, Marti —dudó Julián—. No confío mucho en él. Pero capaz me estoy equivocando. Te dice que te quiere y todo, que sos especial y no sé qué. Entonces aunque sea algo de lo que vos sentís, supongo que Alan también lo siente. No creo que te mienta así. Aunque también tengo miedo de que te dañe, viste.

—Yo también tengo miedo —espeté.

—Y está bien tenerlo, supongo. Todos pasamos por eso. Pero bueno, te diría que te fijes bien antes de...

—Ilusionarte —completó la frase Nicole sin pudor.

—Ay, Nicole, tampoco tenías que ser tan brusca —volvió a recriminar la de rulos.

— ¡Pero si le estoy diciendo la verdad no más! —se defendió. Me miró— Hace lo que quieras, qué sé yo, Martina. No sé para qué nos pedís concejos si siempre terminas haciendo lo que querés.

—Hey, para —pedí—. Cálmate, yo no te dije nada.

—Y si. Te dejé al otro servido en bandeja y no fuiste capaz de aprovecharlo.

—Si ella no quiso, no quiso. Punto, Nicole —contraatacó Julián.

— ¿Vos querías? —me preguntó. Sostuve la mirada y tragué en seco, sin responder— ¿Entonces? Si querías, ¿por qué no lo hiciste?

—Porque no quiero que me tome como un juego, Nicole —hablé—. No quiero que me use solo para eso.

— ¿Pero qué tiene de malo solamente tener relaciones y ya está?

—Que no es con amor —se metió Melody—, y ella quiere hacerlo con amor y no tiene nada de malo.

—Vos le metiste esas mierdas en la cabeza —juzgó señalándola.

—Bueno, bueno, bueno. Nos calmamos —sentenció el otro—. Ya está, que Martina haga lo que tenga que hacer —miró a la de rulos—. Y que cada uno haga lo que quiera, también. Déjense de joder, parecen nenas de dos años.

La pelirroja entornó los ojos mientras se terminaba de cruzar los brazos. Estaba molesta, su postura la exponía. Su larga pierna estaba separada de la otra, permitiéndole balancearse un poco. Ni siquiera nos quería mirar.

Por otro lado, Melody apoyaba su cabeza en la palma de su mano mientras el brazo sobre la mesa la sostenía. Sus ojos estaban clavados en el suelo. Se mordisqueaba la parte interior de sus labios mientras movía con velocidad su pierna derecha.

Julián, callado casi igual que yo. Más bien, todos contemplábamos el silencio, sin hacer nada por concretarlo. Expectante, observaba la situación con detenimiento. Compartimos una mirada. Ambos comenzábamos a notar que la convivencia entre las ideologías de Melody y Nicole era cada vez peor. Pronto se fracturaría.

Soltó un suspiro. Me sentí culpable. Si no hubiese sacado el tema, ¿habrían discutido? ¿Podría haber cambiado el sentido de la conversación para que así, al charlar sobre otra cosa, la pelea se haya evitado?

Mi mala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora