Estaba furioso, y con justa razón. Por otro lado, no sabía a quién culpar exactamente. Había pasado casi dos días planeando como acercarse al chico de la sonrisa sólo para que, en el último momento, este quebrase un muro de concreto sólido y los doctores lo llevasen a quién sabe dónde.
A eso se refería cuando pensó que su plan podía evolucionar.
Su plan era sólido, sin duda. Pero era sólido dentro de la mente de un chico de su edad. No pensó en varios obstáculos que una mente madura hubiese tomado en cuenta.
Se sentía furioso, y los parásitos en su mente solo multiplicaban su rabia.
A esas alturas de los eventos, querer ir al quirófano esa noche no sonaba mal. Podría descansar, podría dormir todo el fin de semana y replantear sus ideas la semana entrante. Él estaría en el edificio por largo tiempo, sería su prisión mental y física hasta tener respuestas claras, y hasta entonces intentaría sacarle provecho a los acontecimientos que el lugar presentaba. El chico de la sonrisa no iría a ningún lado, así que podría hablar con él en algún punto de la semana entrante. Sí, eso haría.
Poco a poco se tranquilizaba. Los pensamientos que fluían en su cabeza sofocaban a su ira hasta asfixiarla, hasta que dejase de moverse de un lado a otro. La ira es la niebla que hace de un camino claro, el más peligroso.
El resto del día pasó como los demás. Dejó de ser el día que Atanase esperaba con nervios, a ser un día más de la semana -con la diferencia que la noche lo esperaba con impaciencia para hacer con él algo que estaba lejos de saber-. Cuando el día terminó y fue de camino a su habitación, sintió unos suaves dedos en su brazo derecho. Al mirar atrás notó la presencia de una chica, una de cabello rubio casi plateado y de centímetros menores a él. Atanase la había visto fugazmente otros días, en otros lugares,haciendo otras cosas; como en los entrenamientos físicos, ella estaba posicionada casi en el centro, delante de él pero muy detrás del chico de la sonrisa; o en los mentales, donde resolvía los acertijos con prisa, casi nerviosa y presionada; recordó una vez que la vio en el salón para comer, llegaba tarde y con el cabello mojado. Sin embargo, aparte de esos recuerdos casi borrosos,nunca prestó atención a esta muchacha, después de todo, tenía asuntos que resolver en su mente. Entonces, ¿qué quería, y porqué en ese momento? ¿Por qué ese día?
La boca de la chica estaba a punto de abrirse para hablar. Las palabras estaban por llegar al surco de los labios, pero cancelaron su salida.
Desprevenido, y para su sorpresa, el Dr. Johansen apareció en las espaldas de la muchacha rubia.
–Atanase. Qué bueno que te encuentro despierto. –El chico fue tomado con la guardia baja, dos veces. Primero la chica y ahora el doctor. No sabía por qué este último se presentó tan temprano. – ¿Estuviste presente cuando se cayó el muro? –Estuvo presente, a pocos metros de conseguir lo que necesitaba.
–Yo... En realidad...
–Estamos muy motivados allá arriba, así que vamos a hacer muchos cambios con tu horario. –Se acercó y empezaron a caminar juntos.
Atanase creyó que los experimentos se pospondrían un tiempo, no más camilla para él, pero la verdad era que esta lo estaba esperando al final del pasillo.
Miró por encima de su hombro, allí seguía de pie aquella chica extraña. Al frente se encontraban los demás doctores, listos para recostarlo en la camilla y colocar su manilla de interno, acompañados por dos guardias.
Acostado en esa cama dura, volteó su cabeza a la derecha para ver a la muchacha por última vez en los próximos días. Para él esas horas pasarían en un abrir y cerrar de ojos, pero ¿para ella? ¿Qué pasaría en ese tiempo? Para su mala suerte las palabras no dichas por la chica serían un nuevo parásito insaciable agregado a la colección.
***
Cerró su puerta y se preparó para dormir. No podía alejar la visión del chico nuevo mirándola de esa forma, se sentía rara, se sentía mal. ¿Acaso estaba haciendo las cosas de forma incorrecta? Su egoísmo no era malo, no del todo. Solo quería usar al joven para enviar un mensaje, para decirle a su madre que estaba bien, o al menos que creyera eso de su hija por si algo salía mal. Pero, la verdad era que, en el fondo, solo quería enviar un mensaje de dos palabras. Te perdono.
Meditó sus recuerdos y sueños por varios minutos. En un momento dado creyó encontrar un punto medio entre el hacer algo por su cuenta y el usar al chico. Escapar con él. ¿Sería posible? Ya lo había intentado en el pasado, lo intentó y salió mal, no porque alguien la hubiese atrapado, sino porque no poseía los recursos necesarios para cruzar las puertas. Hasta que un día consiguió el único recurso que necesitaba. Sin embargo, no podía usarlo aún. Era como una única bala, debía pensarse demasiado bien cuándo y cómo tirar del gatillo. Tal vez ese era el momento. Tal vez ese era el punto gris en su dilema.
Sin notarlo, cayó dormida dejando atrás ese extraño y fracasado día. Pero no fue así.
El sonido violento de la puerta de su habitación abriéndose llegó como una puñalada por la espalda. De sorpresa, tomando a la víctima desprevenida. Eso era traición. Traición porque se merecía dormir después del día que vivió. Definitivamente las cosas empeoraban más antes de mejorar.
Allí estaban presentes sus doctores, pidiendo que acerque su mano a ellos. Obedeció la orden. Su mano temblaba a medida que la acercaba al doctor. Un dolor latente se hizo presente en el dedo meñique de su otra mano. Estaba segura que tomarían otra muestra epidérmica. Cuando terminaron el corte, limpiaron y curaron la herida, relajó el cuerpo, ya había terminado. Solo quiero dormir, dijo para sí misma con mucho pesar. Lastimosamente una camilla blanca llegó al pasillo, frente a su habitación. Ese era el problema de los deseos, a menudo se cumplen de maneras que no se esperan. Dormiría, pero no de la forma que merecía.
Lo que escuchó del doctor del chico nuevo parecía aplicarse también para ella. Tenía un nuevo horario. ¿No había despertado de la cirugía ese mismo día? Así era, pero eso no impedía que sus doctores quisieran acelerar las cosas.

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Prodigium
Science FictionEn tiempos de la Guerra Fría, un grupo de niños fue elegido para formar parte de un proyecto mayor, algo que podría cambiar el curso de la historia. En medio de ellos, Atanase, un joven rumano entenderá verdades de la vida y el mundo que en su hoga...