El Déjà Vu

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Mi risa había desquebrajado el silencio que imperó por unos segundos en el salón. Nadie en el mismo, a excepción de mí y de los Líderes del Ala G1, conocía el posible resultado de la contienda entre la ucraniana y el español.

Hablando de los Líderes del Ala G1. Ambos se encontraban a mi lado atisbando con atención cada movimiento de sus sujetos. Debían estar analizando sus logros y fallas con ellos. Necesitaban estudiar cada situación para poder replicar los mismos logros en los futuros experimentos y eliminar las fallas posibles.

Cuando observé los archivos que me trajeron, sabía que el español sería el mejor escudo contra las habilidades psíquicas que el informe preliminar de la ucraniana predecía. Tenía su habilidad muy bien escondida, pero siempre debemos adelantarnos a las posibilidades, sean reales o no, eso diferencia las personas precavidas de las impulsivas.

Nombre: °°°°°° °°°°°°°°°°

Edad: °° años.

Sección: Defensa

Notas: individuo masculino °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°, °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°. °°°°°°°°°°°°°°°°°°°, °°°°°°°°°°°°°°°°° placas finas de carbono reforzado °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°, °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°.

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°° resistencia variable °°°°°°°°°°°°°°°°°°°, °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°. Armadura subcutánea de múltiples piezas °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°. °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°, °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°° baja tolerancia al dolor °°°°°°°°°°°°°°°°°°, °°°°°°°°°°°°°°°.

Luego de que mi risa cesase, las personas de la sala continuaron con sus susurros. Las especulaciones cargaban de probabilidades cada centímetro de la habitación. No se necesitaban palabras darme a conocer que mi decisión, junto a los consejos de los Lideres del Ala G1, fue la mejor. No me había equivocado con él, y sabía que no me había equivocado con los demás.

Lo único que me preocupaba en ese momento, pese a que todo estaba a nuestro favor, era el giro proporcionado por el rumano. Con sinceridad puedo decir que no tenía esperanzas de que él llegase a funcionar. Mi as en la mesa me quitaba un poco de tensión, pero no era suficiente. Debíamos capturarlos cuanto antes, estudiarlos y reiniciarlos.

Durante mis viajes por el mundo, en mis largas cacerías, mientras pensaba cómo salvar al mundo de su propio destino, reflexionaba sobre ellos, mis soldados. Me preguntaba qué pensarían de mí. ¿Me verían como su creador? ¿Un padre que empujó a sus hijos a ser mejores? Las posibles respuestas me emocionaban. Pero no se comparaba a la sensación que cruzaba mi cuerpo al ver la sonrisa de aquel individuo español en la pantalla.

Los golpes que daban habrían roto los huesos de la ucraniana al contacto, y es lo que habría pasado si ella no los hubiese obstruido uno a uno. El joven condujo el puño a su rostro y ella lo desvió a un lado. Luego a sus costillas, y lo movía hacía abajo. Cada golpe era potente, y eso se evidenciaba cuando la ucraniana alejaba los golpes y los llevaba al suelo, donde el español impactaba su puño levantando granito del suelo rojo por la sangre de sus manos.

–¿Qué es eso que brilla parcialmente en sus dedos? –pregunté.

–Sus escudos –respondió el hombre.

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