La Confianza

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Sintió la mirada penetrante sobre su cuerpo. Un peso innecesario proveniente de la persona incorrecta. Los ojos azules del muchacho no se alejaban de ella, la perseguían en cada movimiento que hacía buscando una oportunidad de atacar, y quizá pronto ocurriría pues Ludmila se movía lento. La impresión de ver a su amigo en ese estado de desesperación absoluta impedía que se moviese con naturalidad. Estaba preocupada y envuelta en terror.

¿Eso es lo que le pasaría a ella también?, ¿torturada hasta el aburrimiento por alguien más? Ya no quería ser la víctima, debía mostrarse fuerte, recobrar su valor y hacer algo al respecto.

Colocó sus proyectiles en el aire. Tenía tres, le habría gustado tener más pero en esa situación no tenía más opción que hacer lo mejor con lo que tenía a su disposición. Dio un vistazo rápido a su alrededor. El joven de las heridas en invulnerable a mis balas, y no puedo gastarlas fácilmente. El doctor podría sernos útil como rehén hasta salir de este edificio. Eso deja a los otros tres. El primero será el infeliz que le hizo eso a Ato. Segundo, la chica; maldición... no quiero matarla. Finalmente el muchacho... ¿Dónde está el otro muchacho?

Su corazón se aceleró frente a la posibilidad de ser atacada por sorpresa. Buscó al joven moreno, pero no logró verlo en ninguna parte, lo único que divisó fue su uniforme tirado en el suelo.

Al salir de sus pensamientos,se apresuró a ayudar a su amigo. Nadie intentó detenerla, ni siquiera el chico de ojos azules, él se limitaba a observar mientras chispas celestes aparecían y desaparecían en sus dedos. Cuando intentó tomar la mano de Atonasi, esta atravesaba la suya. En momentos la sostenía con firmeza y tiraba con todas sus fuerzas para sacarlo a la superficie, pero cuando estaba a punto de hacerlo, nuevamente su mano traspasaba la suya. Volvía a ser intangible. En ese estado era imposible ayudarlo, no de la forma convencional, así que trató de concentrarse, sentir algo de su compañero a lo que aferrarse, algo con lo que su habilidad kinética ayudase a sacarlo de su desesperación. Fue en vano. Mientras fuese intangible no tenía una esencia material que sostener; era como mover aire. Imposible. Pero no se dio por vencida, siguió tratando y tratando hasta que algo la golpeó en la mejilla derecha haciéndola caer.

Llevó instintivamente su mano a la mejilla. Abrió los ojos lo más que pudo, alerta, a la esperanza de ver a quién la había golpeado. No lo logró,  no había pistas para encontrar al perpetrador de aquel puño en su rostro. Sólo vio a los mismos cuatros enemigos esta vez reunidos soltando risas furtivas a causa de su actuación.

Al levantarse y limpiar el polvo de su uniforme, se acercó unos pasos a su compañero.

–¡Cálmate!

Era lo más ridículo que había dicho. Ella sabía lo que se sentía estar inmerso en la desesperación, el agobio y terror, y no poder hacer nada al respecto, sólo dejarse llevar por la corriente de un río de pesadumbre. Luda se tranquilizó a sí misma recordando fugazmente los pequeños momentos de calma y paz que vivió en su época de desolación.

–Eh, niño –dijo Ludmila–, sé cómo sentirte ahora. No ser fácil...

La frase quedó a medias, interrumpida por una serie de golpes proveniente de distintas direcciones. No podía defenderse, le era imposible desviar golpes que no podía ver. Sin embargo, continuó hablando con Atonasi, él la necesitaba y ningún golpe iba a impedir que apoyase a su compañero de travesía.

–Pero necesitar ser fuerte –esta vez el golpe fue en su pierna, haciendo que perdiese el equilibrio en medio de risas–. Es duro, la vida es cruel. Aun así, no puedes... –sintió una especie de bofetada en toda la boca– dejarte vencer.

Movió los brazos bruscamente, intentando acertar un golpe a su atacante. No llegó a pasar.

–Las mejores personas ser forjadas... –un puño seco le arrebató el aire de si interior, a los pocos segundos, con un poco de esfuerzo, concluyó sus palabras– en grandes adversidades. Confío en que eres gran persona.

ProdigiumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora