Las Marcas

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Diario de Proyecto

30 de octubre de 1971

Aras S. CEO

Niños. Adolescentes.

Cuando uno piensa en estas palabras las primeras cosas que vienen a la mente son personitas pequeñas, casi puras, con la habilidad de mantenerse así hasta que la sociedad los obliga a formar sus vidas son fuerza, violencia y temor. Para entonces, esas personitas puras se han convertido en adultos regidos por sus deseos momentáneos, nada trascendental para sus existencias. Ni para las de sus semejantes.

Entonces ¿cómo es que un par de niños casi adolescentes hicieron en una noche lo que la mayoría de adultos no tendrían el valor de hacer en sus vidas?

Las grabaciones de seguridad en la instalación principal me ayudarán a redactar estas palabras. De esta forma no tengo que hacer inferencias subjetivas que pongan en desbalance la credibilidad de los acontecimientos. Será la verdad absoluta, sin arreglos ni engaños. El salón de observación cumplirá su objetivo primordial.

Empecemos.

El horario de los días viernes dicta que, desde los avances logrados con el sujeto italiano hace una semana, se llevaría a cabo experimentos intensivos con el resto de sujetos de prueba. Algunos procedimientos entre semana podían variar dependiendo de la necesidad del sujeto, pero el procedimiento intensivo de los viernes era obligatorio, de esta manera los individuos eran trasportados hasta las salas quirúrgicas donde se procedería con el procedimiento que el doctor a cargo tuviese planeado.

Y si todo estaba planeado minuciosamente bajo un cronograma específico ¿qué salió mal? La sujeto ucraniana. Eso pasó.

Nombre: Desconocido

Edad: ** años aprox.

Los detalles en cuestión de cómo la adquirimos no son relevantes para los fines que competen a esta recolección de información.

Lo que sí es relevante es que la ucraniana presentaba severas lesiones corporales al momento de ser tratada para su primer experimento. Los doctores a cargo de ella describieron en su informe preliminar que –y cito– los brazos y antebrazos, junto a los fémures presentan hematomas en proceso de curación.

El tejido epidérmico superficial, y parte del profundo son acreedores de cicatrices que revelan una serie de cortes horizontales, verticales y diagonales de variadas medidas y grosores. Una primera conclusión sugiere que el individuo femenino sufría de alguna anomalía psicológica que la llevaba a la autolesión. Posteriormente se reveló que estos mismos cortes se encontraban en la parte trasera de su cuerpo.

El tejido epidérmico de su espalda llevó al rechazo de la primera conclusión. Varias de las zonas en su espalda son considerablemente complicadas de alcanzar para ser dañadas por la misma persona, y más tomando en cuenta la edad promedio del individuo.

Conclusión final: las heridas fueron infligidas por una segunda persona.

***

Se puso en marcha detrás de la chica. Parte de él se encontraba en decepción, había tenido la equívoca idea de que su escape sería instantánea –con pequeños obstáculos, pero instantánea al fin y al cabo–. Estaba furioso con la idea de seguir en el edificio, pero estaba más furioso con la idea de regresar a sus habitaciones por ropa. Era una pérdida de tiempo aceptable, y por esa razón no se negó a ella.

A medida que caminaban con prisa, su furia iba desapareciendo. Algo que también desaparecía era el adormecimiento de su cuerpo a causa de la anestesia. Los colores volvían a sus tonos originales, y las cosas a su alrededor poco a poco recuperaban su definición. Todo volvía a su definición real.

El resto de sus sentidos no se quedaron atrás. Sus oídos, por ejemplo, ya no sentían la presión de los sonidos graves, ni la incomodidad de los agudos. Los pasos que dio con anterioridad se escuchaban con una intensidad abrumadora. Y cada palabra de la muchacha que lo acompañaba retumbaba en un eco constante. Su cabeza no paraba de suplicar que dejase de repetir todo una y otra vez. Ahora las frases de la joven de cabello plateado se escuchaban una única vez.

Antes sus pasos no solo se escuchaban con intensidad, sino que también se sentían pesados, a punto de hundirse en el suelo. Sus dedos, al contacto con las cosas o consigo mismo, tenían una extraña combinación; se sentían hinchados y a la vez como si no formaran parte de su cuerpo. Esto era acompañado de un raro hormigueo. Pero ahora todo estaba en su sitio, sin sensaciones raras. Su cuerpo volvía a ser suyo.

El recuperar sus sentidos casi por completo lo ayudaron a sentirse normal por primera vez en mucho tiempo. El chico esbozó una sonrisa para sí mismo sin saber que al mirar adelante algo borraría esa alegría.

La chica frente a él retiraba los objetos que se encontraban en su paso. Empujaba a las pocas personas que se encontraban a esas horas en los corredores. El joven se habría admirado con la habilidad especial de la chica y cómo daba uso a la misma, pero su atención estaba en otro lado.

Atanase bajó la intensidad de sus pasos, hasta que, sin darse cuenta, se detuvo en medio del blanco pasillo. La joven hizo lo mismo. Cada uno por razones diferentes.

Giró levemente su cuerpo, seguido de un movimiento de su cabeza para enfocar sus ojos en el chico. Lo miró frustrada y enojada.

–¿Qué estás haciendo? Debemos movernos pronto o ellos atrapar tú y yo.

El encontrarse detrás de ella para que lo protegiera con su telequinesis, de pronto ya no era una idea que lo atrajese tanto. Por un momento deseó volver a su estado anterior; parcialmente inconsciente, parcialmente consciente. Al menos así no se había dado cuenta de las salvajes cicatrices que la muchacha llevaba en su espalda.

–Nada... –Su voz intentaba sonar tan natural como podía– Sigamos.

Ambos volvieron a ponerse en marcha intentando olvidar esa extraña escena. Ella lo logró. Atanase, no.

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