Si no tuviese la capacidad que tenía, la mano del muchacho habría estado empapada de sangre por haber entrado en contacto con los órganos de su oponente. En su lugar, pequeñas manchas de tierra se ubicaban en diferentes partes de su uniforme y su piel; un poco de suciedad por permanecer escondido en el subsuelo antes del ataque de hace unos momentos.
La primera vez que se activó su estado intangible, casi destrozó la mano de aquel muchacho, en esta ocasión tuvo mayor cuidado. Cuando introdujo su mano en su caja torácica, buscó a tientas el corazón, una vez que lo encontró, lo sostuvo levemente. No hizo mayor esfuerzo, el resto del trabajo lo hizo el organismo del muchacho. El órgano muscular luchaba por latir con normalidad, pero era impedido por los dedos que lo envolvían, poco a poco sus esfuerzos se debilitaron. Para cuando Atanase retiró su mano, su oponente ya había muerto de un paro cardiaco. Esta vez no hubo grandes emanaciones de sangre ni gritos de desesperación, sólo calma.
Al inicio la pista de obstáculos tenía siete personas de pie. En ese instante, los únicos de pie eran él y Ludmila. El doctor estaba sentado en un rincón, con su rostro inmerso en un pavor indescriptible.
Los pasos de ambos jóvenes resonaba en la cabeza del doctor, la misma que ordenaba repetidamente a sus piernas que debían correr, pero estas estaban demasiado endebles como para responder con seguridad. Por el contrario, lo único que pudo hacer fue mirar con frustración la escena en el campo; una niña con un agujero en el cráneo, un joven con la piel pálida recostado en el suelo, y lo que parecía ser un bulto translúcido con manchas rojas chorreantes.
Los Prodigios de los que tanto habló ya no existían, no como tales. Cuerpos poderosos, en vías de evolución, reducidos a un conjunto de compuestos biológicos carentes de destino y propósito mayor.
Luda le dio una palmada en la espalda al joven Ato, quien intuyó que aquel gesto era el equivalente de su amiga a un "buen trabajo". La examinó de arriba abajo, desde sus zapatillas blancas, hasta su cabellera plateada. Era tal como la vio la primera vez, distante, fría, calculadora. No tenía ni idea de lo que pasaba por su cabeza, y sin embargo confiaba plenamente en ella. Confió en su plan, y ahora confiaba en que el fallecimiento de los doctores en la sala de experimentos para liberarlo era necesario. Y cuando estuvo listo, confió en las instrucciones que lo llevaron de un niño determinado, a un joven dispuesto a lo que sea por su familia.
Pese a que en el fondo sabía que el asesinato de esos dos chicos era algo malo –así se lo había enseñado su padre y su madre–, no sentía remordimiento alguno. Sabía que debía hacerlo tarde o temprano para salir del edificio. Se sentía orgulloso, tanto que aceleró un poco el paso de su caminata para llegar al Dr. Johansen y contarle la experiencia. Por el contrario, al llegar al hombre, la conversación fue distinta a lo que tenía en mente.
–¡Doctor! –exclamó Ato al ver al sujeto de la bata.
–Niño... –la voz del doctor temblaba y Atanase no entendía–. No te acerques más. Por favor.
La mano de su amiga impidió que este diese otro paso.
–¿Qué le sucede? –preguntó a Luda.
–Nos teme.
Los tres aguardaron en silencio, nadie dijo otra palabra. Tal vez fue un minuto o quizá diez segundos, no importaba, Atanase lo sintió una eternidad.
–Esto no debía ser así, ¿saben?
La lástima en el doctor provocó un agujero en Atanase. No sentía culpa por matar a esos chicos, pero sentía mucha culpa por ver a su doctor en ese estado. Estaba triste, y ahora el chico lo estaba también. En el corredor el hombre de la bata lo decepcionó, y aun así el joven lo apreciaba. De eso se trata ser un infante en crecimiento, de mantener la pureza del espíritu frente a un mundo que demanda negatividad. Ato habría perdonado la traición del doctor mil veces porque en el fondo sabía que era mejor conservar a un amigo que abandonar su amistad. Era una amistad particular, pero él la habría protegido. Sin embargo, hace unos minutos la había matado, junto con esos chicos. Enterrada en silencio con los ojos abiertos.
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Prodigium
Ciencia FicciónEn tiempos de la Guerra Fría, un grupo de niños fue elegido para formar parte de un proyecto mayor, algo que podría cambiar el curso de la historia. En medio de ellos, Atanase, un joven rumano entenderá verdades de la vida y el mundo que en su hoga...