Capítulo 1

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 La larga hoja del estoque se curvó cuando Camila presionó con fuerza su extremo contra el pecho del hombre que tenía enfrente. Habría sido un golpe letal si no estuvieran practicando con sendas chaquetas protectoras.

--Deberías haberlo logrado sin necesidad de hacer los tres últimos movimientos. Dijo Poppie, que se quitó la máscara con el propósito de que Camila pudiera ver la decepción que reflejaban sus penetrantes ojos azules-- ¿Por qué estás distraída hoy?

Tenía que tomar decisiones, ¡demasiadas decisiones! ¿Cómo no iba a estar distraída? ¿Cómo se iba a concentrar en la clase de esgrima con tantas cosas como tenía en la cabeza? Debía tomar una decisión que alteraría su vida. Tenía tres opciones posibles, cada cual con su propio aliciente, y debía tomar la decisión de inmediato porque se la había acabado el tiempo. Ese día cumplía dieciocho años. No podía posponerlo más.

Su tío siempre se tomaba las clases de esgrima con gran seriedad. De modo que ese no era el momento de hablarle del dilema que se había presentado. Sin embargo, necesitaba hablarlo con él, y lo habría hecho hacía tiempo si no lo hubiera visto tan preocupado durante los últimos meses. Porque no era un estado habitual en él. Cuando le preguntó si le pasaba algo, él le restó importancia con una sonrisa y le dijo que no. Reacción que tampoco era habitual.

 Camila había sido capaz de disimular la preocupación que sentía hasta ese día. Pero claro, su tío le había enseñado a ocultar sus emociones, entre muchas otras cosas, a lo largo de los años.

 Sus amigas decían que era un hombre excéntrico. ¡Porque la a usar armas! Sin embargo, ella siempre aducía que tenía derecho a ser diferente. Al fin y al cabo no era inglés. Sus amigas no deberían compararlo con uno de sus compatriotas. Con el paso del tiempo, había perdido algunas amistades debido a la amplia educación que Poppie quería que recibiese, pero a ella le daba igual. La estirada que acababa de mudarse a la puerta de al lado era un ejemplo perfecto de la estrechez de miras a muchas personas. Al poco de conocerla, Camila le había comentado algunos de sus más recientes estudios, así como lo fascinante que encontraba las matemáticas.

 --Hablas como mi hermano mayor. Comentó la muchacha con desdén --¿Qué necesidad hay de que tú y yo sepamos tantas cosas sobre el mundo? Lo único que debemos aprender es la mejor forma de llevar una casa. ¿Sabes hacerlo?

 --No, pero soy capaz de atravesar con mi estoque una manzana lanzada al aire antes de que toque el suelo.

 No se hicieron amigas. A Camila no le importó. Tenía muchas otras amistades fascinadas por su variada educación, que achacaban a su condición de extranjera, como en el caso de Poppie, aunque ella llevaba toda la vida en Inglaterra y se consideraba inglesa.

 En realidad su tío no se llamaba Poppie. Ese nombre se lo había puesto ella porque le gustaba fingir que era su padre en vez de su tío. Tenían casi la misma altura y aunque él rondaba los cuarenta y cinco años, no tenía una sola arruga en la cara y su pelo era tan oscuro como siempre lo había sido.

 Su verdadero nombre era Mathew Farmer, un nombre muy inglés, cosa que era graciosa porque tenía un marcadísimo acento extranjero. Era uno de los muchos aristócratas europeos que habían huido del continente durante las guerras napoleónicas para comenzar una nueva vida en Inglaterra. Y la llevó consigo porque era la única familia que le quedaba a Camila.

 Sus padres habían muerto cuando ella era pequeña. De forma trágica, en una guerra en la que ni siquiera luchaban. Al recibir la noticia de que la abuela materna de Camila se estaba muriendo, emprendieron un viaje a Prusia para verla. Durante el trayecto, fueron asesinados a manos de simpatizantes franceses que los tomaron por enemigos de Napoleón. Poppie suponía que el motivo fue su evidente condición de aristócratas, y el hecho de que esos palurdos ignorantes consideraran a todos los aristócratas enemigos de Francia. Su tío desconocía los detalles y le entristecía mucho especular sobre el tema. Sin embargo, le había contado tantas cosas de sus padres mientras crecía que Camila tenía la impresión de haberlos conocido, de atesorar esos recuerdos como si fueran suyos.

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora