Capítulo 29

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La capitana volvía a hacerla esperar. Como táctica, era muy buena. Nada más preguntarle qué quería decir con eso de que no le haría daño a Poppie, Lauren llamó a gritos a Boris.

—Dale de comer a esta mujer —le dijo al criado— y protégela con tu vida. Nadie entra ni sale.

En cuanto su señora se fue y cerró la puerta con llave, Boris hizo una mueca. Adiós a usar su sentido de culpa si le parecía necesario, pensó Camila. Era una lástima que Lauren se hubiera dado cuenta de que podría intentar esa treta. Sin embargo, ¿adónde creía que podía irse? ¿A casa? A lo mejor. Estaba perdiendo la esperanza. Le había contado todo lo que podía, pero ella

seguía creyendo que era una impostora, de modo que no podía evitar una guerra.

La comida la estaba esperando. Se la sirvieron de inmediato, y era mucho más de lo que podía comer. ¿Esperaban que Lauren volviera y compartiesen mesa? Ella no. Suponía que iba a interrogar al ladrón de nuevo o a mandar a más hombres para espiar a Henry. No obstante, antes de que Henry llegara al orfanato, el niño había vivido en las calles de Londres. Sabía cómo eludir a perseguidores, a ladrones y a cualquier persona que lo estuviera observando. Ojalá siguiera

conservando las mismas facultades, porque no estaba segura de las intenciones de Lauren, tal

vez encerrase al niño si no conseguía los resultados que deseaba.

A la postre, Lauren regresó mientras ella seguía comiendo. Sintió curiosidad por la expresión

enfurruñada que lucía mientras se sentaba frente a ella y se servía un poco de todo lo que Boris había llevado.

—¿Ha hablado el ladrón?

—Se llama Rainier y sí, ha estado mucho más comunicativo durante esta sesión, después de hacer un trato para conservar la vida a cambio de nombres. Ha admitido que un hombre llamado Aldo le pagó para que se infiltrara en mi guardia y así poder mantener al tanto de nuestros movimientos y de cualquier otra cosa que le pudiera resultar útil a ese tal Aldo y a nuestros enemigos. También ha revelado el nombre de otro traidor, que ha desertado muy

convenientemente.

—En fin, al menos has conseguido un nombre. ¿Por qué pareces tan disgustada?

—Porque Aldo fue asesinado la otra noche, así que no tengo nada.

—Te has librado de dos traidores. Ya estás mejor que ayer.

—Sí, es algo.

—Si Rainier ha hecho un trato para salvar la vida... ¿quiere decir que también ha admitido que intentó matarme?

—No, sigue diciendo que solo quería asustarte. Y me inclino por creerlo.

—¿Crees en la confesión de un traidor antes que en mi palabra? ¡Muchísimas gracias! —exclamó, furiosa.

—Ni siquiera quieres ponerte en mi lugar, ¿verdad? Tu historia no es original en absoluto. Ya la han contado antes con pequeñas variaciones.

—Entiendo tu problema, pero no lo había anticipado. Poppie estaba seguro de que me llevarían de inmediato ante mi padre y de que él me reconocería al instante. La esclava podría demostrarlo. ¿Crees que se podría copiar algo tan exquisito sin haber visto el original? El diseño era demasiado elegante, y las piedras preciosas tenían los colores de un arcoíris. Mi padre la

habría reconocido sin problemas. Pero como la robaron, tengo que enfrentarme a ti y a tus sospechas, lo que me pone a mí también en una situación comprometida.

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora