Capítulo 43

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—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó Alejandro.

Lauren no contestó de inmediato. ¡Porque seguía echando pestes por la boca! Camila había decidido dejar de prestarle atención después de escuchar unas cuantas barbaridades. De modo que estaba felizmente abrazada a su padre, con la mejilla pegada a su pecho, ajena a todo lo

demás. Alejandro no la abrazaba tan fuerte como antes, pero seguía renuente a separarse de ella.

Camila no sabía cuánto tiempo llevaban así, sin moverse, perdidos en su mutua presencia.Sin embargo, escuchó la pregunta de su padre y se percató del tiempo que tardaba Lauren en contestarla.

—No estaba segura —dijo por fin—. Pero el encuentro con la niñera me dejó un mal sabor de boca. Presentí que debía verla usted mismo antes de que yo intentara comprender el motivo de mis sospechas.

—¿Qué te hizo sospechar?

—Helga no se comportó como debería hacerlo una madre. Se mostró enfadada y reacia a creer

que acababa de encontrar a la hija a quien había dado por muerta. Después, se limitó a aceptarlo con evidente temor, pero en ningún momento demostró la alegría lógica de una madre que acaba de reencontrarse con su hija. Camila también lo sintió, también se percató de su desapego —añadió, señalándola con la cabeza—. Del hecho de que entre ellas no existe el menor parentesco.

Camila se vio obligada a replicar y se volvió para hacerlo. Alejandro se resistió a soltarla, pero al final acabó pasándole un brazo por los hombros para seguir manteniendo el contacto con ella.

—Yo no he dicho eso —le dijo Camila a Lauren—. Pero sí me pareció que éramos dos completas desconocidas.

Lauren se encogió de hombros.

—Es lo mismo.

—Que Helga se presente inmediatamente —ordenó Alejandro—. Quiero saber por qué me hizo esto.

—Ya viene de camino —le aseguró Lauren—. Al llegarme las noticias del ataque al palacio me vi obligada a volver antes de poder expresarle mis dudas. Pero dejé un hombre para que la acompañara hasta aquí. Le prometo que, antes de que el día llegue a su fin, tendrá una explicación completa de por qué le hizo creer que su hija era la princesa.

Camila terció:

—Tenía un motivo, lo sabes muy bien.

—¿Cuál? —preguntó Alejandro, mirando primero a Lauren y luego a ella.

Fue Lauren quien contestó:

—Aseguró estar aterrorizada por lo que pudiera pasarle si le sucedía algo a la princesa, ya que sería ella la responsable. Tal vez ideó el cuento del cambio de bebés la misma noche que desapareció la princesa, no semanas antes tal y como afirma. Pero especular no tiene sentido

cuando hoy mismo tendremos respuestas. —Le hizo un gesto a Camila con la cabeza—. Supongo

que se parece mucho a su primera esposa, la reina Sinuhe, ¿verdad?

—Sí, su parecido es escalofriante. Pero también lo he sentido aquí. —Alejandro se llevó una

mano al corazón—. No hay duda.

Lauren asintió con la cabeza.

—Lo entiendo. Les dejo solos para que puedan hablar. Me alegro por los dos.

Alejandro se echó a reír.

—No pareces muy contenta.

Lauren hizo un gesto con la mano para restarle importancia a su comportamiento.

—Es inesperado, la verdad. No es la primera vez que me equivoco, pero jamás había cometido un error como este.

Hizo ademán de marcharse, pero Alejandro la detuvo.

—Lauren, hiciste... ¿hiciste aquello que comentamos?

Lauren titubeó solo un instante antes de asentir brevemente con la cabeza.  Alejandro se tensó.

—Un hecho desafortunado...

Laurn se limitó a asentir con la cabeza para expresar su acuerdo tras lo cual salió de la estancia. Camila no sabía muy bien cómo interpretar lo que acababa de pasar, pero era obvio que su padre estaba molesto.

Clavó la vista en la puerta y después volvió a mirar a su padre, momento en el que comprendió que la enigmática pregunta se refería al comportamiento que Lauren le había demostrado a lo largo de los interrogatorios, que había sido bastante ruda.

—Es una bruta —convino, como si quisiera decir: «¿Qué esperabas?»

Sin embargo, comprendió demasiado tarde que estaba hablando con su padre y jadeó.

Alejandro se limitó a sonreírle mientras la guiaba hacia el estrado donde se emplazaba el trono. Una vez que la instó a tomar asiento, se sentó a su lado, estiró sus largas piernas y las cruzó a la altura de los tobillos. ¡Una pose poco digna de un rey!, pensó ella. No obstante, la ayudó a

relajarse más que cualquier otra cosa que pudiera haber hecho.

—Sí, en ocasiones es una bruta —confirmó Alejandro—. Y en ocasiones eso la ayuda. Pero la

mayoría de los lubinios se resiste al cambio. Mis nobles, al menos, intentan progresar en vez de

aferrarse a la comodidad de las antiguas costumbres. Así que son un buen ejemplo... casi siempre.

Jauregui es muy buena en su trabajo, lo haga como lo haga.

Camila comprendió que por fin había logrado la protección de su padre, y que no tendría que volver a aguantar la arrogancia de Lauren. Debería quejarse por cómo la había tratado, pensó.

Se merecía un castigo. Pero podía esperar. Tenía otras cosas más importantes en las que pensar.

¡Su padre! Y contaba con toda su atención.

Ambos dijeron a la vez:

—Dime... —Y ambos se echaron a reír al unísono por haber pensado lo mismo.

Alejandro le hizo un gesto a Camila para que hablara en primer lugar, y ella preguntó algo que necesitaba saber.

—¿Hay algún retrato de mi madre en algún lado? Sé que en el palacio no hay, pero...

—Hay una miniatura que guardo en mi escritorio. Te la enseñaré luego. Mi esposa actual, Nikola, sabe de su existencia. No le importa que la saque de vez en cuando para mirarla. Es una mujer maravillosa. No me avergüenza admitir que las quiero a las dos.

—Pero mi madre...

—Sí, está muerta. Pero eso no significa que haya dejado de quererla.

Camila sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Las palabras de su padre eran preciosas. Ojalá alguna persona sintiera lo mismo por ella algún día.

—Y ahora, háblame de este hombre que te... crió. Te prometo que contendré mi ira.

Camila se sobresaltó, aunque era de esperar que su padre sintiera precisamente eso.

—Por favor, no lo odies. Al igual que tú quieres a tus dos esposas, yo también os quiero a los dos.

—Pues explícamelo.

La conversación se prolongó durante tres horas sin que los interrumpieran. Camila sintió que no era suficiente tiempo porque quería hablarle de toda una vida. Igual que le sucedía a Alejandro. Y descubrió que quien tenía el pelo oscuro era su abuela materna, la madre de Sinuhe.

Varios funcionarios se asomaron al salón del trono, pero solo para asegurarse de que el rey se

encontraba bien. Alejandro no tardó en despacharlos. También apareció una mujer, con el mismo propósito. También la despachó a ella, pero con una sonrisa y con la promesa de reunirse en breve con ella para llevarle una sorpresa. Su mujer, le explicó a Camila. Aunque ya lo había supuesto.

Pero en ese momento entró Lauren de nuevo, y a ella no hubo forma de despacharla.

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora