Capítulo 46

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—¡Está viva! —exclamó Nikola cuando regresó al gabinete donde había dejado a Auberta para averiguar qué había retenido a Alejandro para no reunirse con ellas—. ¡Está con él ahora mismo!

—¡Dios mío, te veo muy emocionada! —exclamó Auberta—. ¿Quién está viva?

Nikola estaba tan entusiasmada por la noticia que era incapaz de contenerse.

—¡Camila, la hija de Alejandro! No me lo ha querido decir, solo me ha dicho que tenía una sorpresa maravillosa que darme y que se reuniría pronto conmigo. Pero no ha hecho falta que me diga nada. He visto el retrato de su madre. ¡Es igualita a Sinuhe!

Auberta se quedó estupefacta, y Nikola comprendió demasiado tarde que la noticia tal vez no le sentara muy bien a su amiga.

—Lo siento —añadió con voz dulce—. Sé que esperabas que Alejandro nombrase sucesor a Austin, pero el regreso de Camila lo cambia todo.

—Estoy sorprendida, claro, pero... la verdad, Nikola, confieso que cuando la princesa Camila nació, albergaba la esperanza de que Austin y ella, que casi eran de la misma edad, formaran una pareja perfecta.

—¿Te refieres al matrimonio?

—Desde luego. De esa manera conseguiríamos lo que todos ansiamos: unir las dos familias y

acabar de una vez por todas con esta espantosa hostilidad y esta lucha de poder.

Nikola se mordió el labio.

—No sé si Alejandro vería con buenos ojos esa posibilidad después del ataque al palacio...

—Ya te he dicho que fue un error. Austin ni siquiera sabía que sus hombres se tomarían la justicia por su mano y querrían vengar el asalto que él sufrió. Al pobrecillo le dieron una paliza atroz. Anoche apenas pudo salir de la cama, aunque me aseguró que por más que le duela, esta misma noche vendrá para decirle a Alejandro lo mucho que le entristece este error. Fue uno de sus primos más jóvenes, un descerebrado, quien arengó a sus hombres para que culparan a Alejandro del ataque. No fue cosa de Austin, te lo prometo, Nikola. Mi nieto quiere a Alejandro. Jamás haría algo que pusiera en peligro a Lubinia. Y este tipo de malentendidos jamás volvería a producirse si nuestras familias se unen a través del matrimonio. Estoy segura de que tú también lo ves como la mejor solución.

—Sí, es verdad, pero...

—Pues usa toda la influencia que ejerces sobre tu marido. Te hará caso. Recuérdale todos los abortos que has tenido por culpa de esta inestabilidad. Por cierto, vuelves a estar embarazada, ¿verdad, querida? Pareces un poco alterada. ¿Te sirvo otra taza de té?

La presencia de Camila no se mantendría en secreto. La noticia de que había regresado de entre los muertos no tardaría en correr por el palacio, de modo que le aconsejaron no hablar con nadie, ya que Alejandro emitiría un comunicado más adelante, una vez que discutiera la cuestión con sus consejeros.

Lauren se quedó con Camila cuando Alejandro se marchó para contarle a su mujer las buenas nuevas. Camila cenaría con los reyes esa noche, después de instalarse en sus aposentos.

Suponía que debía darle las gracias a Lauren. De no ser por su naturaleza suspicaz, podría haber regresado a Inglaterra sin ser consciente de que, después de todo, era la hija de Alejandro.

Sin embargo, Lauren estaba muy tensa. La palabra «deber» se le pasó por la cabeza. ¿Tan desagradable

le resultaba que le hubieran ordenado ser su protectora? Antes no parecía importarle... cuando no

era una princesa. Incluso le había dicho que el deber nunca había sido tan placentero.

—¿Te pasa algo? —le preguntó a Lauren cuando la cogió del brazo para acompañarla a sus nuevos aposentos.

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora