Capítulo 7 - Afónicos

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A Raoul no le sorprende absolutamente nada la negativa del celador a entregarles el permiso para salir.

- Venga, hombre -suplica el rubio- si van a ser solo un par de horas...

- Lo siento pero no puedo daros ese permiso

- Pero por qué?

- Porque es alguien que está en observación y se acaba de recuperar de una rotura en la mano -argumenta el hombre- lo que necesita es reposo

- Lo que necesita es un poquito de libertad -sentencia Raoul

El pequeño se aleja del mostrador para hablar con Agoney, que sigue en shock por lo recién ocurrido con Damion.

- Cómo estás? -pregunta el rubio acariciándole la espalda

- Me duele el pecho, Raoul -afirma el canario con la respiración agitada- creo que no me entra el aire... queda mucho para poder irnos?

El canario mira a Raoul fijamente y al catalán le parece la imagen de alguien tan vulnerable, tan frágil, tan cristalino, que se niega a romperle el corazón.

- No queda nada, amor -le besa la cabeza

- Amor? -pregunta el canario con lo que parecen brotes de una sonrisa

- Amor -confirma el pequeño dando un rápido beso en la nariz del mayor- ahora vengo, vale?

- No tardes, porfa -pide Agoney pasándose las manos por la cabeza

- No tardo nada -le acaricia la mejilla antes de volver al mostrador

Mientras se dirige de nuevo hacia el tira y afloja constante contra el empleado del hospital, piensa en lo bien que se está controlando Agoney y no puede sentir un pinchazo de orgullo. "Ese es mi chico" piensa para sus adentros. Ahora le toca actuar a él.

- Ufff tú otra vez... -se queja el celador

- Mira, no quiero problemas -inicia Raoul la conversación- danos el permiso y aquí paz y después gloria

- Que no es tan sencillo

- A ver, puedes darnos el permiso, dejamos de darte el coñazo y sigues a tu bola o podemos seguir discutiendo sin ir a ninguna parte mientras a ese chico de ahí le da un ataque de ansiedad -dice Raoul desafiante- tú decides

El hombre lo observa con una mirada de desagrado. Tras pensarlo unos segundos, lo decide.

- Está bien, pero a la hora de cenar tiene que estar aquí -ordena el celador

- Trato, hecho -afirma Raoul mucho menos tenso que antes

Y con la mejor de sus sonrisas, se acerca a Agoney y le coge de la mano.

- Vámonos, anda -le dice con una sonrisa

Agoney se limita a asentir a medida que avanzan hacia la salida. Los rayos de sol les golpean de lleno transmitiendoles un poco de la energía que emiten, llenando a Agoney de vida. El moreno se para en seco y Raoul, con una amplia sonrisa de satisfacción, le deja disfrutar de la sensación del sol quemando su piel.

- Cuál es tu plan? -se interesa el canario una vez ha dejado de contemplar el sol

- Es una sorpresa -se muerde los labios el catalán ocultando una sonrisa

- No me gustan las sorpresas -confiesa Agoney

- Lo dice el que es una caja de sorpresas andante -dice Raoul entre risas intentando quitarle hierro al asunto

- Por eso no me gustan, yo mejor que nadie sé que las sorpresas no siempre son buenas...

- Agoney -empieza el rubio- eres de lo mejor que hay en mi vida en estos momentos y fuiste una sorpresa, así que arriba esos ánimos que además ya hemos llegado

- Aquí no hay nada, rubio -dice el canario un poco decepcionado

Raoul saca unas llaves del bolsillo y se acerca a una moto que hay aparcada frente a ellos. Del interior del asiento, saca un casco para el canario y se lo da para que se lo ponga mientras él hace lo propio con el suyo.

- No sabía que tenías moto -afirma Agoney intentando abrocharse torpemente el casco

- Trae, anda -dice el rubio divertido mientras abrocha correctamente el casco de su acompañante obteniendo la sonrisa más cálida que ha visto jamás a modo de respuesta- no te dije lo de la moto porque quería que te fijases en mí por mis otras cualidades

- Es verdad, también tienes un culo bonito -le sigue la broma el canario tranquilizando profundamente a Raoul

- Sube antes de que te deje tirado -dice el menor entre risas

Y en menos de lo que canta un gallo, ambos están subidos a la moto yéndose muy lejos del hospital, como Raoul había prometido a Agoney. Tras unos cuantos minutos en moto, llegan a un descampado.

- Qué hacemos aquí? -pregunta el canario con curiosidad

- Toma -le dice Raoul ofreciéndole uno de sus auriculares inalambricos- póntelo y vuélvete a poner el casco

Extrañado pero sin replicar, el moreno le obedece. Raoul hace lo mismo y antes de volver a arrancar la moto pone una canción con el volumen al máximo. Para sorpresa de Agoney, el rubio se pone a dar vueltas con la moto por el terreno.

"¿A que no sabes donde he vuelto hoy?
Donde solíamos gritar
Diez años antes de este ahora sin edad
Aún vive el monstruo y aún no hay paz"

Agoney reconoce la canción de haberla oído un par de veces pero jamás le había prestado tanta atención a la letra. Tampoco nadie se la había puesto nunca a ese volumen, en medio de la nada y en su situación actual. El canario ve a Raoul hablarle por el retrovisor, pero no escucha nada.

- Qué? -pregunta gritando Agoney

Raoul le repite lo que quiera que le esté diciendo, pero Agoney es incapaz de entenderlo, pues el viento golpeandolos, el motor de la moto y la música a toda pastilla no ayudan.

- No te entiendo! -repite el mayor

Y entonces lo ve, Raoul abre la boca y empieza a gritar, o eso cree el canario porque sigue siendo incapaz de oírle. Entonces, el rubio se queda mirándolo expectante, por lo que Agoney deduce que le invita a que grite, a que eche a ese monstruo que le esta atormentando. Así que se limita a asentir, coger aire y, simplemente, gritar como si le fuera la vida en ello bajo la orgullosa mirada de Raoul.

"Y aún hoy
Sólo el grito y la ficción
Consiguen apagar
Las luces de mi negra alerta"

Agoney cierra los ojos, se agarra fuerte a la cintura de Raoul pese al leve dolor de su mano mal curada y grita, sin importarle qué pasará con su voz, sin importarle que pese que él mismo ni siquiera se oye, alguien podría hacerlo, sin importarle nada. Y una vez se asegura de que Agoney se está dejando llevar, Raoul grita también: grita por sus propios monstruos, grita por Álvaro, grita por Damion, grita por Agoney.

"Vertical y transversal
Soy grito y soy cristal
Justo el punto medio
El que tanto odiabas
Cuando tú me repetías que
Té hundirá y me hundirá
Y solamente el grito nos servirá
Decías "es fácil" y solías empezar"

Raoul, que ya nota su garganta dañada, se dispone a parar la moto, pero nota un suave apretón en el hombro. Mira al retrovisor y ve a Agoney con los ojos vidriosos suplicandole que no pare, que aún le queda mucho que gritar porque lleva demasiado tiempo callado. Así que el rubio se limita a volver a acelerar y, esta vez sin gritar, observar al mayor liberándose.

"Y ya está, ya hay paz
Oh, ya hay paz
¿Por quién gritaba?
Lo sé y tú no
No preguntabas
Tú nunca, no"

Y junto a la canción, terminan los gritos de Agoney que siente la garganta arder y tiene las mejillas empapadas pero se siente bien. Por primera vez en mucho tiempo se siente bien de verdad. Y se siente afortunado, afortunado de tener a Raoul con él porque está dispuesto a ayudarle sin recibir nada a cambio, porque está dispuesto a animarle sin entenderle, porque está dispuesto a luchar por él cuando él se siente débil, porque está dispuesto a quererle cuando ni él mismo lo hace.

EUPHORIA (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora