Capitulo XV

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Akia POV

- No... Yui es... tá bien.

¿De qué hablas, idiota? pensaba Yui. Sus ojos rubí temblaban frente al ojiverde, que sonrió un poco ante todas las miradas. Le miré de reojo, entre abriendo los labios para decir algo que jamás dije, sintiendo una opresión en el pecho.

- Avancen... Joder, d-deben hacerlo. Kuro tiene razón - dijo, tembloroso.

- ¿Y qué hay de ti? - preguntó Subaru, que fruncía el ceño.

Raito se encogió de hombros. La llama de la antorcha temblaba, golpeando con su luz el pálido y grisáceo rostro del mayor de los trillizos junto con el nuestro; su sonrisa se fue borrando lentamente hasta que simplemente miraba el vacío. Kanato, por su parte, intentaba mantenerla encendida lo más que podía.

- Conozco la s... salida - respondió -. No está tan lejos y... no me... debería costar...

Tosió.

Estás tan enfermo, pensaba Yui, ¿y pretendes quedarte aquí, solo?

- ¿Estás seguro? - Reiji iba con los brazos cruzados hasta que se ajustó sus gafas -. No es por espantarte, pero colapsarás pronto sin algo de medicina o san--

- ¡Que se larguen!

Su rostro se enojó por unos escazos segundos en los cuales continuaba tosiendo, cubriendo su boca con su antebrazo. Y me dio pena. Es fuerte. Lo es enserio. Pero algo, no sé qué, le ha quitado las ganas de seguir avanzando. No es indiferente, es todo menos eso.

- Raito, por favor... - sollozó Yui.

Nadie le dio importancia a su susurro en lo más mínimo. Actuaron - actuamos - como si no lo hubiera dicho nada en lo absoluto. Kuro la observó por unos segundos, sus ojos tornados negros como el carbón, para después apartar la mirada.

- Buena suerte, Raito - oí murmurar a Ayato.

El menor de los trillizos giró sobre su propio talón, empezando a avanzar.

- No demores mucho - prosiguió Subaru, imitándolo.

- Deja de lado el aire heroico. Lo haces por ti mismo, ¿vale? - Shu fue el siguiente.

- Encuentra una habitación rápido - masculló Reiji, viéndolo.

Sólo quedamos Kuro, Yui, Kanato y yo. Raito se mantenía de pie a duras penas, pero intentaba estar de pie a toda costa, apoyando una mano en la pared de piedra. Kanato bajó a Teddy y, sus con los ojos lilas bien abiertos y llenos de pena, ladeó la cabeza levemente.

- ¿Vas a morir? - preguntó, su voz inocente.

Raito, entre su dolor, sonrió. Kanato se mantuvo con la misma expresión, sus ojos reflejando la inocencia de un recién nacido, y de sus labios no salieron más palabras.

- No... no m-moriré, Kanato - susurró el mayor de los trillizos -. No, no de nuevo.

¿A qué se refuere con eso?El ojilila frunció los labios. Sus ojos poco a poco se fueron cerrando hasta que tuvo la mirada baja, ahora entristecido y débil ante nosotros. Mi corazón se oprimió, viendo a la pareja de hermanos mientras el menor de ambos estiraba el brazo hacia el frente, tendiendo al muñeco de felpa suyo al ojiverde.

- Teddy - hizo una pausa -, o Avril... es valiente - dijo, sin levantar el rostro -. Llévalo, ¿sí? No dejes que nadie lo toque, sólo tú. Así no morirás y tampoco tendrás miedo.

Raito, atónito, observó el muñeco. Poco a poco lo fue tomando, tomando su suave brazo entre sus dedos anted de sostenerlo contra sí. Kanato observó al oso alejarse de sus brazos anted de agacharse, dejando el rostro a la altura de la nariz del muñeco.

Pesadillas e Ilusiones [Secuela de Soñando con un Final Feliz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora