Capitulo XXIII

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Yui POV

-          ¿Qué ganas con esto?

Raito estaba sentado en el balcón una vez más, viendo la luna mientras balanceaba los pies en el aire. Parecía estar tranquilo mientras el viento nos golpeaba con fuerza – la diferencia era que mientras él lo disfrutaba, yo no podía pensar en otra cosa que no fuera huir. Mis manos y pies estaban atados con cadenas de metal negro, que me mantenían prisionera en la gran base del juego. Raito soltó una risa y se giró para verme, inclinándose hacia atrás en el vacío.

-          Nada. Ganaría algo si fuese mi idea – dijo, encogiéndose de hombros.

-          ¿Y no lo es? – jalé de las cadenas con fuerza, pero no sucedió nada.

Raito negó con la cabeza, admirando el cielo nocturno una vez más. Yo sentía las cadenas enterrarse en mi piel; cada minuto se iban ajustando más, y dentro de poco terminarían arrancándome las manos y los pies.

-          Sólo soy un objeto en este juego. Es el precio a pagar por mis pecados, pero va a mi favor de alguna forma – susurró, sonriendo aún.

-          ¿Pecados? ¿Hablas de ser un maldito lujurioso?

-          Eh, tranquila con el vocabulario, preciosa. ¿O quieres que te calle esa boca con una cadena?

Un escalofrío recorrió mi espalda y me mantuve en silencio. La presencia de Raito me aterraba cada vez más.

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Akia POV

Corrí hacia la ventana de la habitación apenas un silencio sepulcral llenó todo el lugar. No podía oír ni siquiera mi respiración. Debe ser una trampa. Así no podemos oír si viene el impostor. Tomé la madera de la ventana y tiré con fuerza hacia arriba, sintiendo mis brazos arder por el esfuerzo, enterrando mis uñas en la madera y apretando los dientes.

No sucedió nada, y solté un jadeo que no logré oír. No podíamos escapar del juego, y era lo que más me aterrorizaba en ese momento. Giré sobre mi talón y me encaminé hacia la puerta una vez más – si no podía huir, ganaría el maldito juego.

Abrí la puerta y di un paso fuera. El pasillo estaba exactamente igual que siempre – oscuro, lleno de telarañas y polvo. Miré a mi derecha y después a mi izquierda y, tomando aire, eché a correr hacia la derecha, tratando de descifrar dónde estaba la base en el juego: Para que se haya escuchado por toda la mansión, debe ser un lugar con buena acústica. Y en el centro de la mansión, además.

Las paredes lentamente se fueron distorsionando a mí alrededor mientras corría. Los diseños góticos se fueron transformando a diseños de bebé, como una guardería de niños pequeños, el candelabro negro de volvió una mampara con diseños de elefantes y leones, y todo se llenó con un aire diminuto y escalofriante. Una ilusión se acababa de presentar ante mí, y yo sería la primera víctima del juego si no escapaba pronto.

Tragué saliva. La habitación no parecía nada fuera de lo común, era una simple habitación en una guardería. Di pasos largos, esquivando juguetes y almohadas, intentando apartar la mirada de la gran cuna. Juraba que los peluches me seguían lentamente con la mirada, viendo cada paso mío en su territorio, pero me mantuve firme y seguí avanzando. No debía mostrar pánico, ni temor, ni ninguna emoción. Tal vez esa era la trampa de esa ilusión.

Ahí, lo vi.

Mi mundo se vino abajo apenas vi un carrito de bebé del cual salían un par de bracitos, como buscando algo de que aferrarse. El carrito estaba colocado en una esquina, entre las sombras, y manchado con sangre y lodo; el bebé que había adentro comenzó a gritar, siendo lo único que podía oír. ¿Un bebé? ¿Aquí?

Pesadillas e Ilusiones [Secuela de Soñando con un Final Feliz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora