Capítulo 8.

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Los doctores le habían dicho que no era nada recomendable que Ki Bum pasara sedado todo el tiempo mientras se recuperaba de la cesárea, sin embargo, no fue algo que los padres del adolescente hubieran escuchado detenidamente, porque lo que menos deseaban era a su hijo haciendo un escándalo como era cada vez que estaba despierto, y a otras personas enterándose del bebé, era un tema que debía de ser olvidado por todos, por los guardaespaldas y la empleada que trabajaba con ellos, incluso les hicieron firmar un documento de confidencialidad cuando iniciaron su trabajo con ellos, así que no podían decir nada al respecto.

Cuando vieron a Ki Bum despertar una vez más en esa semana, su madre estuvo preparada para llamar a una enfermera porque ya imaginaba los gritos del adolescente pidiendo ver a su hijo; pero cuando aquellos ojos se abrieron, le pareció ver sólo tristeza, no hubo gritos, sólo lágrimas y sollozos que ella no se encargó de consolar.

—Mamá —dijo el adolescente cuando su llanto se detuvo —por favor, mamá, permíteme ver a mi bebé.

Las palabras a penas y fueron audibles, y desde que Ki Bum ingresó en el hospital por primera vez la mujer se sintió conmovida, que quiso abrazarlo y consolarlo, aunque no iba a ceder tan fácilmente, ella y su esposo tomaron esa decisión desde hace meses atrás, no querían al bebé junto a su hijo, ni a Jong Hyun o a su familia, porque sabían que si éste hubiera estado a su lado nada habría salido como planearon, ellos nunca iban a dejar que el joven se quedara con ese bebé que sólo fue un error, una mancha en la vida de su hijo, de quien ellos se encargaron.

—Sólo una vez más, por favor, te lo pido.

No pudo contener sus lágrimas pero parecía que al final su madre no podía sentir ni siquiera lástima por él, porque no dijo nada y salió de la habitación, dejándolo solo y sabiendo que no eso no significaba que vería a su hijo, y lo único que le quedaba era aferrarse a ese recuerdo tan pequeño de cuando su hijo fue colocado a su lado en el quirófano, en como la enfermera lo dejó en su pecho sólo un momento, no había nada más.

Se esforzó por levantarse de la cama y bajar de ésta a pesar del dolor, sabía que ya no estaba en el hospital en el que dio a luz, pero tenía esperanza de que si volvía a ese lugar, podría saber algo de su bebé, tal vez a dónde sus padres lo enviaron, porque estos habían sido claros al decirlo que lo dieron en adopción, aunque tal vez lo mejor hubiera sido que le dijeran que murió, así al menos no albergaría la esperanza de poder encontrarlo, y de eso estaba convencida su madre cuando salió en busca de su esposo para ya irse de la clínica al menos por ese día.

Cuando logró llegar hasta la puerta, se encontró con el mismo guardaespaldas que lo había llevado al hospital, el hombre al verlo parecía haber colocado su rostro más serio y su postura más firme, sabiendo que no podía dejarlo salir de la habitación, era la orden que sus padres le habían dado porque lo último que querían era a su hijo haciendo un escándalo por toda la clínica.

—Joven —el hombre le habló —será mejor que regrese adentro.

—Por favor —suplicó —dime en dónde está mi bebé, tú lo sabes, ¿verdad?, sabes en donde está mi bebé.

El guardaespaldas cerró sus ojos unos segundos y miró en dirección contraria a la de Ki Bum, porque ver al adolescente de esa manera rompió por un pequeño momento su postura impenetrable, él tenía hijos, y no se imaginaba qué haría si alguno de sus hijos fuera arrebatado de su lado, no creía poder vivir con eso, pero él sólo trabajaba para esa familia, no tenía derecho a decir nada, ni a intervenir, había firmado un documento que lo había no poder hacer nada, por mucho que se sintiera afectado.

Pedacito mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora