Capítulo 2-1: "El aullido del lobo. Parte I"

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Capítulo 2-1: "El aullido del lobo. Parte I".




En un pequeño pueblo ubicado en una zona rural, un ser de apariencia extraña caminaba tranquilamente por las calles, pero debido a que se trataba de un vecino conocido y querido por todos, lo saludaban sin ningún problema. Este ser era una especie de híbrido entre hombre y lobo. Todo su cuerpo estaba cubierto de pelaje gris, de tal forma que era imposible ver su piel, su espalda estaba muy encorvada, y sus enormes pies y manos, tenían unas grandes garras que podrían atravesar cualquier tipo de carne. En el centro de su rostro, había un hocico algo largo, que ocultaba los tan aterradores colmillos de él, y dos puntiagudas orejas se alzaban sobre su cabeza. A pesar de su apariencia particular, nada le impedía vestir una playera blanca y una bermuda color verde flúo, con lentes de sol cubriendo sus ojos.

En una tranquila y solitaria esquina del pueblo, se encontraba un bar que, últimamente, estaba teniendo poca clientela, pero que de todas formas, aquel hombre lobo siempre iba para embriagarse cada vez que tenía un día libre en el trabajo. La apariencia de ese lugar, era el de una casa antigua, típica construcción de comienzos del siglo XX, con el típico estilo arquitectónico europeo. Ladrillos a la vista, y algunas gárgolas, le daban a ese bar un aspecto único en el pueblo.

Ingresó dando pequeños pasos, y se acercó hasta una barra rústica hecha en madera, con varios taburetes para sentarse a tomar un trago. El hombre lobo pidió una cerveza mientras se relajaba en uno de esos asientos altos. El aspecto interior de ese bar, era quizás, la razón por la cual nadie iba a beber algo allí. La iluminación era poca, las mesas y sillas estaban desparramadas por todo el salón, y en el techo, muchas telarañas por todas partes llegaban a verse. Tanto las paredes interiores, como el techo, estaban recubiertos de una madera bastante arruinada por el paso del tiempo.

—¿Como va tu día, Sebastian? —preguntó el camarero, quien le estaba sirviendo la cerveza en un chopp perfectamente limpio, casi contrastando con el mal estado general del bar. El hombre, de una edad aproximada de sesenta años, lucía aparentemente desganado. Tal vez, un estado de ánimo normal para el entorno en el cual trabajaba.

—Normal. Un poco aburrido, sin mucho que hacer. En pocas palabras, mas de lo mismo. La casi ausencia de criminales en el pueblo me tiene todo el tiempo dentro de mi laboratorio, y eso no es muy divertido. Eso sí, actualmente tengo en desarrollo una especie de arma cuántica. Aun no le dí un nombre, pero estaba pensando en 'Jakyba'. Me inventé esa palabra, pero admite que suena genial. —El hombre lobo hablaba sobre esa creación armamentística suya con un orgullo irrompible. No cabía ninguna duda de que ponía todo su amor en todos sus desarrollos.

—Yo creo que deberías dejar de buscar simples criminales debiluchos, para eso ya está la D3ELITE, lo que deberías hacer es buscar a otra gente como vos, y salir a cazar presas mas grandes —El camarero estaba esbozando una ligera sonrisa —. ¿Quien sabe? Tal vez hasta tengas la oportunidad de luchas contra poderosos seres extraterrestres. —comentó en forma de broma. Luego de escuchar todo eso, el hombre lobo apoyó una de sus manos en su mentón. Estaba pensando en algo, de manera muy seria.

—¿Conoces a alguien? Digo, si quisiera dar ese salto, necesitaría de contactos que tengan esa talla. Sin nada, va a ser un poco difícil, por no decir que imposible. —Con un solo trago largo, Sebastian, el licántropo, se había bebido la mitad de toda su cerveza. Después, con una mano, limpió los restos que habían quedado alrededor de su boca.

—Te puedo decir algo, pero debes jurar que lo mantendrás en secreto —El camarero hizo una pausa antes de continuar —. En Buenos Aires, hay un misterioso templo llamado 'Chdenl'. Debes ir allí, y pedir de hablar con un hombre llamado Quetzalcóatl. Te darán permiso, es amigo mío. —El anciano camarero lucía completamente seguro de las palabras que se encontraba pronunciando.

—Buenos Aires...eso está a quinientos kilómetros de acá, es mucho viaje. —Al ver sus esperanzas de crecimiento derrumbadas por la distancia, continuó la cerveza, terminándola con otro trago largo. Nuevamente se limpió la boca con una de las manos, y dejó el chopp apoyado sobre la barra, junto a un billete para pagar esa bebida.

—Escucha, cerca de aquí hay una casa abandonada que guarda algún tipo de relación con el templo que te mencioné, deberías revisar si tienen algo de teletransportación o similar. Con probar no pierdes nada, ¿no? —El camarero tomó un conjunto de llaves que guardaba en su bolsillo y se las entregó al hombre lobo —. Creo que son de esa casa, buena suerte, amigo mío. —Con un fuerte abrazo, los dos amigos de muchos años, se despidieron, y Sebastian salió, poniendo rumbo a la casa de la cual le habló aquel camarero.

Caminando a pasos un poco apresurados, llegó hasta una esquina donde se encontraba una mansión de estilo victoriano, pintada de un color azul casi perdido por el desgaste y la suciedad. Por fuera, era notable que se trataba de una construcción hecha enteramente en madera, ya bastante podrida. Por todos lados, había carteles indicando un peligro de derrumbe.

—Con que acá es. —murmuró para sí mismo, Sebastian, para luego adentrarse cuidadosamente en esa deplorable edificación que incluso, mostraba una total ausencia de puertas en el ingreso principal.

El interior de esa casa, lucía aun peor, ya que la madera lucía de igual manera, el piso estaba roto en algunas partes, conduciendo a profundos agujeros, y todo tipo de insectos vivían allí con completa serenidad, utilizando la madera en mal estado, como su hogar.

Todas las salas de la casa estaban vacías, en algunas, tan solo había algo de basura con muy mal olor, pero desde un lugar en particular, una fuerte luz celeste cegaba un poco al hombre lobo que caminaba lentamente hacia ese rincón de lo que alguna vez, fué el hogar de una familia.

En esa nueva sala, el estado edilicio era mucho mejor. Ni las paredes ni el suelo, eran de madera, sino que estaban hechos de algún tipo de metal. Todo en ese lugar estaba perfectamente limpio, sin rastro alguno de algo que se asemeje al paisaje anterior.

Algo que llamó mucho la atención de Sebastian, no fué la diferencia en la apariencia de la sala, con respecto a la presentada por el resto de la casa, sino que fué un cuadrado de huesos, con una fuerte luz celeste que era la razón de la iluminación en ese lugar. Creyendo que ese era el portal que lo llevaría hasta el amigo del camarero, caminó hacia la luz, un poco desconfiado, envolviéndose lentamente, en un fuerte celeste cegador.




Continuará...

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