(Narra Minna)
Han pasado ya dos meses desde que fui a la casa de Tom para divertirme un rato. Desde entonces, he salido con Dougie un par de veces, cada que mi trabajo me lo permitía. Él se había convertido en mi mejor amigo, todo le contaba. Los problemas que tenía en la empresa, los nuevos proyectos, mi estrés y la frustración que pasaba para encontrar una nueva asistente pues Sarah estaba embarazada.
Recuerdo la vez que hablé con Dougie, sobre tener un hijo.
***
- ¿Por qué no? –preguntó él metiendo su cuchara al helado.
- Porque me da miedo, tú eres hombre… solo verás salir la cabeza del bebé, yo en cambio viviré en carne propia el desgarramiento de mi piel –dije asustada y él sacó la cuchara de su boca.
- Ya no quiero helado –dijo y dejó la cuchara. Yo reí.
- ¿Te gustaría tener hijos a ti? –pregunté y él me sonrió.
- Sí, pero cuando ya esté casado. Cuando esté estable, tanto emocional como económica y románticamente. No quisiera tener hijos regados ni nada de eso.
- Entiendo –dije- yo también quisiera eso.
- ¿De verdad? –dijo sorprendido.
- Sí –admití- pero mi trabajo me lo complica. Ni siquiera tengo pareja y no creo tenerla pronto. Así que un bebé no está por ahora en mis planes.
- Comencemos por lo básico –dijo él levantando una mano- ¿Crees casarte?
- Las cosas tristes primero –dije y agaché la cabeza, él se rió-. Pues tengo una esperanza de que alguien se compadezca de mí y se atreva a casarse conmigo.
- Pues ese “alguien” necesita: ser paciente, trabajar duro (porque tú eres una adicta al trabajo y no soportarías a un flojo), que odie los gatos y ame los perros, además de poder vivir sin ti por lo menos por cuatro días.
- ¿Existirá alguien así? –pregunté.
- Pues o existe alguien así o vivirás para siempre sola con Kennedy –dijo y Kennedy paró las orejas.
- Tengo un pésimo destino –dije y él se carcajeó.
- Tranquila, ya vendrá alguien que sea lo suficientemente rico… como para sacarte de ese empleo y poderte mantener para toda la vida.
- ¡Vamos Dougie! –dije riendo- ¡Pedí un hombre no un milagro!
- Pues en tu caso pides ambos –dijo y yo me carcajeé- ¿Quieres un bebé o no?
- Sí, por su puesto que quiero uno –dije.
- ¿Hacemos uno juntos? –dijo de la nada, me quedé en shock y él se comenzó a reír- ¡Tu cara! –dijo y yo traté de reír pero aún estaba sorprendida.
- ¡Cállate! –dije apenada.
** Fin del recuerdo**
Estaba en su cocina preparando algo mientras él tomaba una ducha. Le preparé hot-cakes pues eran las nueve de la mañana y me había quedado a dormir aquí. Preparé la mesa y serví dos vasos de leche y dos de jugo, le puse mantequilla y miel encima de estos. Encendí su estéreo y comencé a cantar las canciones que aparecían.
Al cabo de escasos minutos, él apareció con una linda camisa blanca y unos jeans negros y tenis. Se acercó a mí y besó mi mejilla.
- Gracias por el desayuno –exclamo.
- De nada –dije y me senté a su lado.
Estuvimos hablando sobre el día anterior y lo bien que nos la habíamos pasado. El silencio se apoderó del comedor. No era un silencio incómodo. Sino uno lindo que sería atroz si alguno de los dos hablaba.
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Chills in the Evening
Romance“A menudo, el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”- Alphonse-Marie Louis.