Lilith

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Era de noche cuando Karla y Sophie abandonaron el mundo de los vivos para reunirse con Gabriel. Así que decidió quedarse a dormir a su antiguo cuarto, al abrir la puerta del que la que era su habitación no pudo algo la atascaba, usando más fuerza de la que una humana poseía la abrió. Viendo como capas de polvo eran amontonadas encima de su cama y todos los muebles.

-Así que cuando me echaron, cerraron la puerta y tiraron la llave- Se negó a dormir allí dirigiéndose a la habitación que había pertenecido a sus padres y luego a Gabriel y a Karla. Se quitó las botas militares, los pantalones de cuero y la camiseta de que tenía una impresión de Bellatrix Lestange en la Azkaban, realmente le encantaba y a la vez admiraba a ese personaje. Se fue al baño a quitarse la sombra de ojos negra y el pintalabios rojo, mirándose directamente al cristal notando los pies descalzos mojados. Miro hacia abajo viendo como la sangre del cuerpo de Karla se filtraba por sus pies.

-Joder... ahora tendré que ducharme... gracias Karla, que maja- suspiro. Se metió en la ducha sacando la sangre de sus pies y su pelo ya que seguía manchada con la sangre de Gabriel y Karla. Finalmente se fue a dormir cogiendo ropa interior de su difunta cuñada. Y esa noche durmió como un bebe, recordando que ELLA, podría estar en Irlanda.

La luz del sol se coló por las cortinas de color claro, maldiciendo por la luminosa luz se despertó mirando el reloj de su muñeca. Las 12. Suspirando se levantó, se vistió y cuando se dirigía a la puerta miro el cuerpo de su sobrina en el suelo con espuma en la boca. –Ha sido un placer conocerte Sophie- Cuando cogió el pomo se empezó a reír descontroladamente.

-Demonios esta es la mejor idea de la historia- Y empezó a correr por la casa como una niña pequeña el día de navidad.

Cuando diviso su obra salió de casa encendiendo un cigarrillo. A lo lejos vio su ex vecina la señora McGrath una mujer de 74 años pero aparentaba mas de los que tenía, la dura vida que había tenido, una madre sola en una época difícil, una luchadora de las que ya no hay. La que en múltiples ocasiones su cuartada, y la verdad se lo agradecía infinitamente así que se acercó a ella mientras sacaba la compra del coche.

-Hola señora McGrath- La voz de la chica sonó serena pero un espasmo del susto sacudió a la señora mayor.

-Hola....L...-

-Hola- la corto secamente antes de decir el nombre que le pusieron sus padres y no le gustaba nada.

-Puedo ayudarla- Se ofreció el demonio.

-Estoy vieja pero recuerdo que tú nunca te ofrecías a ayudar, eso eran tus hermanos- Comento dejando las bolsas al suelo.- Y por eso eras mi favorita, no eras una lameculos como toda tu familia- Una carcajada salió de los labios de la morena.

–Joder, señora McGrath la verdad es que he echado de menos sus comentarios. Y si eran unos lameculos de primera-

Se fijó en las bolsas esparcidas en el suelo. -¿Tiene un perro?-

-Sí, bueno estoy buscándole un hogar. Lo encontré en una caja con otros 5 cachorros muertos, ella era la única que seguía viva, así que la cogí. Es una Rottweiler-

-Es muy buena raza, muy leales por lo que he oído-

-¿Te gustaría comer conmigo? La verdad es que estoy un poco sola-

Mirando a ambos lados de la calle suspiro pensando que tenía cosas mejores que hacer. Iba a darle una negativa pero su estómago rugió y recordó que no había comido nada en dos días. –Claro... porque no-

Entrando en la casa de la señora McGrath le invadió ese olor a ceniza que tanto le gustaba, así se imaginaba el mismísimo infierno. Un cachorrito de no más de dos meses corrió por el suelo de madera chocando con la pata de una mesa.

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