Cambiapieles

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-¿Queda mucho?- Pregunto Octavia poniendo los pies descalzos en alto.

-No, ya casi estamos- Le respondió mientras miraba a Lilith por el retrovisor. En pocos días se había encariñado con ella, le daba lastima, mucha gente despreciaba esa raza porque los usaban para pelear. Por muy demonio que fuera ella estaba en contra de las peleas de perros, ellos no tenían culpa de nada.

-Tengo pis...-

-Pues te jodes y te aguantas pesada. Has meado hace exactamente 20 minutos- Le replico mirando la hora.

-Tengo una vejiga pequeña...-

-He reservado dos noches en el Hayes Valley Inn-

-He reservado dos noches en el Hayes Valley Inn-

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-No escatimas en gastos...-

-Me sobra el dinero, ¿para que lo tengo sino?, ¿para donarlo a la beneficencia?-

Una carcajada sonó en el coche. –Beneficencia, serias un angelito bonito si donas dinero a esos casos perdidos. ¿Has estado antes en San Francisco?-

-Si... lo odio, hay demasiadas iglesias, hace un frio de la ostia y hay muchos turistas, lo único bueno que tiene es la prisión de Alcatraz. Fue la prisión donde iban los presos más peligrosos de estados unidos, cuando estaba allí escuche voces y sentía la rabia de los presos muertos. Me encanto. Fue gracioso porque secuestre a un tipo, lo metí en una caja de cristal con unos 500 pájaros y como no, lo mataron a picotazos. Por la noche antes de la visita fui y lo deje en una celda. Nos lo encontramos los de la visita, todos creyeron que el fantasma de Robert Stroud que le solían llamar "el hombre de los pájaros" lo había matado. El pánico cundió por todo San Francisco, y nadie visito la prisión en 5 meses.-

-¿Qué te hizo ese tipo para que lo mataras?- Pregunto curiosa.

-¿Tiene que haber una razón para matar a alguien?-

-Tienes razón. Estar en la tierra de los vivos me está afectando demasiado a mi raciocino.-

-Llegamos-

-Por fin...-

Aparcaron delante del hotel, un botones con el típico atuendo de panoli salió para coger nuestras maletas para ir a la habitación. Como era costumbre tenían la habitación 237, parecía ser el número maldito. En el ascensor con el botones no se abstuvieron de mofarse de su atuendo. Cuando llegaron a la habitación el botones tendió la mano esperando una propina que para su parecer era merecida ya que se había tenido que morder la lengua para no contestarles en el ascensor ante tales bromas.

-Lo siento... no tengo efectivo- Le dijo fingiendo tristeza mientras rebuscaba en el bolsillo de su pantalón. –Oh mira un billete de cien- Lo corto por la mitad y se lo dio.

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