𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑- 𝐄𝐥 𝐝í𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐥á𝐠𝐫𝐢𝐦𝐚𝐬 𝐟𝐚𝐥𝐬𝐚𝐬.

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La reina había aceptado salir del encierro en el calabozo. Sin embargo continuaba su encierro en el palacio, pues no salía ni para comer...

Elsa pasaba día y noche recluida en la habitación acompañada de la culpa y el dolor. No dejaba si quiera que el sol le diera.

-¡Buen día!- con una cálida sonrisa y sin tocar Hans abrió la puerta.

-¿Qué hace aquí?- preguntó con sorpresa al verlo entrar sin tocar y con una charola en las manos, olvidando por completo el protocolo que la realeza debía seguir al pie de la letra.

-Alguien me contó que usted adora el chocolate caliente.

Elsa alzó una ceja algo seria, el príncipe siempre tenía algo bajó la manga que terminaba sorprendiéndola. Eso y sus acciones tan amables con su pueblo, lo habían colocado como alguien que merecía su respeto. -Me pregunto que clase de príncipe es usted. ¿No le enseñaron que antes de entrar a una habitación se pide permiso? En especial si la habitación es la de una dama.

-Claro que me lo enseñaron. Pero tenía las manos ocupadas, así que no sea tan severa por favor mi Lady.- Como si nada, el joven sirvió la taza de chocolate y se la entregó a la reina.

Con pesadez Elsa bebió el delicioso chocolate. Era algo a lo que no podía resistir. El simple olor de la bebida la transportaba a los momentos en los que había podido ser feliz. El príncipe le sonreía y ella apenas y contestó el gesto en silencio total. Para su gusto, Hans era un hombre extraño. Un hombre muy poco formal para su estatus de príncipe. Siempre tenía un semblante alegre y agradable. Y justo en ese momento se había quemado con el chocolate y había puesto esa cómica expresión que casi le había hecho reír. Pero aunque disfrutó el momento, los remordimientos no la dejaban ser feliz, era como si algo muy dentro de ella misma se lo impidiera.

-¿Elsa se encuentra bien?-La reina se había quedado observando la nada por un momento, sin decir mucho. ¿Mi Lady, se encuentra usted bien? Aquellas palabras parecían devolverla de alguna difusa realidad. Sus labios temblaron con una especie de sorpresa rudimentaria y se detuvo, como si tratara de orientarse en un mundo desconocido.
De inmediato se puso de pie.

-Hans, escúcheme- sus ojos azules, tomaron una sombría expresión. Cosa que el príncipe notó al instante. -No lo tome a mal, pero siento la necesidad de estar sola en estos momentos tan difíciles. Por favor, no me mal entienda, le agradezco mucho todas estas atenciones que tiene conmigo, pero quisiera estar sola en mi cuarto.

El se quedó callado. El silencio la inundó también a ella. El príncipe estaba ahí, deslumbrante como siempre. Hans era muy amable. Se miraron un momento y ninguno dijo nada, el peli-rojo se acercó en silencio, expectante a cualquier reacción que ella manifestara . Sentía que el corazón se le rompería si ella llegaba a rechazarlo una vez más. Elsa lo miró seria y luego se relajó pues jamás imaginó pasar un momento tan íntimo y vergonzoso con uno de los 13 príncipes de Las Islas del Sur.
-La comprendo majestad- apenado caminó hacía la puerta y fue allí que ella lo detuvo solo con la fuerza de su voz.

-Le agradezco Hans, este detalle fue simplemente maravilloso, muchas gracias.

"Gracias" ¿Cómo era posible que una sola palabra lo llenara de satisfacción? -Es un placer majestad- sonrió en sus adentros, pues se dio cuenta que solo necesitaba tiempo y paciencia para comprender sus sentimientos y entrar en su corazón.

Hans y Elsa//El FARSANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora