La nueva hermana

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Ya era casi mediodía; el desayuno había transcurrido sin la presencia del segundo y el sexto hermano, pero a nadie parecía importarle. Los cuatro hermanos restantes se encontraban en su cuarto, cada uno a lo suyo, hasta que la voz de Choromatsu acabó con el silencio.

– Oye, Osomatsu-niisan, ¿no crees que Totty lleva mucho tiempo en el baño?

No hubo respuesta; el mayor sólo seguía leyendo su cómic como si no le hubiera escuchado. El tercero de los hermanos decidió ser comprensivo y buscó opiniones en los otros dos presentes; Ichimatsu se encogió de hombros y siguió jugando con su gato, mientras que Jyushimatsu, a su lado, alternó la mirada varias veces entre los dos hermanos medianos y luego la fijó en el de rojo.

– Tienes razón, Choromatsu, alguien podría querer utilizarlo; como, por ejemplo, yo ahora.

Y, sin añadir nada más, se levantó del suelo y se dirigió a la puerta, dejando a su antiguo compañero de travesuras algo confuso. Osomatsu no era ningún tonto; simple sí, pero no tonto. Él sabía perfectamente por qué lo había preguntado. No obstante, cuando el Matsuno primogénito iba a salir, su padre se interpuso en su camino con una mezcla de alegría y enfado en su gesto que no pudo más que sorprenderles.

– ¿Cómo no nos habíais dicho que Todomatsu se había convertido en mujer? Esas cosas se comentan, hombre.

– Eh, ¿entonces ya está libre el baño? Ahora vuelvo.

A Choromatsu le resbaló una gota por la frente por la poca importancia que le daba su hermano a algunas cosas. Finalmente, tras suspirar, le respondió a su padre:

– Lo sentimos, no... –pero fue interrumpido por Jyushimatsu, quién se levantó como un resorte y del mismo salto se colocó frente a Matsuzo.

– ¡¿Dónde está Totty?! ¡Hustle, hustle! ¡Muscle, muscle! –gritó animado.

– Ha ido con vuestra madre a comprar, como ahora es mujer necesita otro tipo de ropa –respondió el padre con una sonrisa de oreja a oreja, algo un tanto raro de ver en él.

Jyushimatsu le miró desconcertado, haciendo sonidos de «¿Eh? ¿Eh...?», mientras los otros le observaban extrañados. Justo en ese momento, Karamatsu llegó junto a ellos, pero no venía del tejado, sino del piso de abajo.

– Ah, Karamatsu-niisan, ya decía yo que no se oía la guitarra. ¿Dónde has estado? –preguntó Choromatsu con curiosidad.

– Tan sólo cumpliendo el deber de todo hermano mayor: auxiliar a sus menores cuando necesitan de un pilar que les aporte el valor necesario para vencer a ese colosal enemigo que es el miedo –dijo tal como si alardeara de un gran logro; causando que al instante todos apartaran la mirada de él, pasando a ignorarle.

– ¡Hey, chicos! –por ir corriendo, Osomatsu se pasó de la puerta y se estrelló en el final del pasillo, pero de inmediato volvió a la puerta– ¿Qué tal si vamos donde Chibita a celebrar que tenemos nueva hermana?

Todos estuvieron de acuerdo y salieron disparados, unos más que otros, hacia la puerta principal. Los dos mayores quedaron los últimos; justo cuando Karamatsu empezaba a andar, Osomatsu pasó por su lado dándole dos rápidas palmaditas en el hombro para después rebasarle. El segundo no entendió a qué había venido eso, pero tan sólo siguió a sus hermanos en su carrera.

– Me alegro de que estén felices por su hermana –pensó ingenuamente Matsuzo mientras observaba el pasillo vacío.

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El trayecto hasta el puesto de oden había transcurrido entre temas banales, sin más contratiempos que los usuales: Ichimatsu distrayéndose con algún gato, Osomatsu mirando lascivamente a las chicas que se cruzaban, Karamatsu soltando sus frases cada vez que podía y Jyushimatsu... siendo Jyushimatsu. Cuando llegaron, todo siguió igual de tranquilo que de costumbre, entre peleas por la comida y discusiones por cualquier cosa; era demasiada paz para ser ellos.

La historia de Todomi (Osomatsu-san fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora