Monocromo

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Un tono... Dos tonos... Tres... Y un grito hizo que se dieran por aludidos.

Ichimatsu vio como Osomatsu se marchaba y poco después el sonido del teléfono se silenció.

– ¿Quién es? –le escuchó contestar con un tono que parecía más propio de sí mismo.

– ¡Osomatsu! ¡Habla bien! –le reprochó su padre.

Tras un suspiro, él mayor repitió la pregunta en un tono más neutro; mas, al recibir la respuesta, no tardó en pasar el relevo con un escueto «es para vosotros».

De inmediato, Ichimatsu oyó el eco de sus pasos en las escaleras, perezosos, lentos, haciendo honor a su nombre, y cuando por fin entró a la habitación no puedo evitar observarle por unos momentos. Tenía esa mirada indescriptible, esa de quien está conteniendo sus emociones con todas sus fuerzas. Sin mediar palabra, cruzó el cuarto y se recostó mirando hacia la ventana, pero tras unos segundos se forzó a explicarse tratando de aparentar toda la calma que le era posible.

– Ichimatsu, deberías bajar, probablemente quiera hablar contigo.

Aunque quería decirle que era mucho más creíble que esa persona quisiera hablar con él, o con ambos en el mejor de los casos, a que prefiriera hablar sólo con una basura incombustible; Ichimatsu no respondió. Se limitó a salir de la habitación para hacer lo que su hermano había pedido.

Cuando llegó a la planta baja, escuchó a sus padres presumir del «tesoro de la familia», mejor conocido como Jyushimatsu. No era nada nuevo, desde que empezaron a avanzar, sus padres no dejaban de mostrar lo orgullosos que estaban de ellos al mundo; sin importarles lo más mínimo cómo afectara eso a los que se habían quedado atrás. Bien, como decía Dayon, «las cosas son "asín"».

– Oh, Ichimatsu –le llamó su madre, sobresaltándolo al ser sacado tan repentinamente de sus pensamientos–. Ven, tu hermana está al teléfono.

– Yo no tengo ninguna hermana... –murmuró él, pensando en darse media vuelta y volver arriba por el solo hecho de que se hubiera referido así a la persona que había llamado.

– Vamos, hijo. Ya ha pasado un tiempo, seguro que tenéis muchas cosas que contaros –le animó su padre, tal vez creyendo que su renuencia se debía al nerviosismo.

Él bufó, pero, sin embargo, tomó el teléfono y esperó a que la otra persona hablara. Miró sospechosamente a sus padres cuando compartieron una mirada cómplice entre sonrisas antes de marcharse. ¿Es que estaban tramando algo?

– Ichimatsu-niisan, ¿estás ahí?

Al pobre Matsuno se le revolvió el estómago; no esperaba escuchar esa voz. Por mucho tiempo que pasara, él no creía poder acostumbrarse a la situación de Todomatsu, y, ahora que no podía verle, se le hacía difícil reconocer esa voz como la de él.

– S-sí. ¿Qué ocurre, Todomatsu? –preguntó haciendo su mejor esfuerzo por relajarse, pero no podía evitar sentirse incómodo.

– Yo... Nada, sólo quería saber cómo os va. ¿Osomatsu-niisan aún me odia?

Ichimatsu entendió que lo último era un intento de bromear, pero había sonado más serio de lo que debía, ¿o se lo había parecido a él?

– No lo sé, ¿se lo has preguntado?

– ¿En qué momento? Si apenas le dije quién soy, le dio el teléfono a mamá –algo de frustración se escurría entre las palabras del menor.

– Tampoco es fácil para él –quiso excusarle, aunque en realidad era algo que había meditado de un tiempo a esta parte. Osomatsu era simple, así que bien podría ser algo tan simple como eso, ¿no?

La historia de Todomi (Osomatsu-san fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora