Cap. 9: Recuerdos del Pasado II

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Nuevamente caía. Pero esta vez caía de pie. Estoy frente a un escaparate, una hermosa floristería. Puedo verme a través del escaparate. Soy yo... y no lo soy. Mis ojos son de un verde musgo y mi cabello es una larga melena rebelde, crespa y rojiza, casi color zanahoria. ¡Qué hermosa! Mi sonrisa ilumina mi expresión.

-Las frores palidecen a su lado. -dijo un hombre a mis espaldas. ¡Lo conozco! ¡Sé quién es! -¿Sería muy atrevido de mi parte invitarla a tomar un café?

Es mi papá. Entonces ella es... ¡mi mamá! Me sorprende saberme idéntica a ella, y saber que mi padre no siempre fue un alcohólico irremediable.

Las imágenes se sucenden  en una secuencia rápida. Un anillo en mi dedo. Una casa pequeña. Una cuna... Mi vientre abultado... y sangre a mi alrededor. El rostro de mi padre mirándome con horror.

-Sí. Ellos existen... -dije señalando al hombre que yacía en el suelo muerto. -y vendrán por ella.

Siento que las fuerzas me fallan, pero logro sujetarme de algo. Mi padre corre a auxiliarme.

-¿Qué debo hacer, Luz? -me pregunta asustado.

-Ella estará protegida... -abro mis venas de mi brazo con un cuchillo que tengo a mano, pero en lugar de mi sangre caer, la que está en el suelo asciende hasta mi herida y se introduce en mi torrente sanguíneo. -con sangre del enemigo.

Nuevamente la oscuridad. Al abrir los ojos veo el rostro de mi padre, muy, pero muy grande, muy cerca y muy... feliz. Nunca lo he visto así. Cierro los ojos sin querer y los vuelvo a abrir. Camino hacia él, que está de cuclillas frente a mí, extendiendo sus brazos hacia mí. Otro parpadeo. Una torta con tres velitas y mi padre sacándome una fotografía con una cámara vieja. El flash me ciega momentáneamente. Siento que alguien me sujeta con fuerza extrema. Me retuerzo, intento zafarme.

-Peleas bien para ser tan pequeña.

¿Quién trajo a los perros? Escucho una jauría gruñir en algún lugar.

-Stefan. -escupió Vince como si nombrara una especia de palabrota irrepetible.

Aún sigo intentando deshacerme de ese brazo de hierro que me sujeta. Estoy desesperada. No me gusta esta situación de indenfensión y desprotección que estoy reviviendo. No. Nunca me ha gustado. Este sujeto me golpea contra un muro de ladrillos sin escrúpulos, una y otra vez. Al fin, me rindo. No tiene caso. Soy demasiado pequeña. Y él es un hombre de unos veintitantos años, que me mira satisfecho. Sube mi vestido ensangrentado y extinede sus colmillos frente a mí.

-¡No! -grita Tiziano. 

Siento un gran dolor en la cara interna de mi pierna derecha que me hace lagrimear. Parpadeo para no dejar escapar ni una lágrima. Ahora veo a mi padre, de rodillas, nuevamente con el rostro marcado por una mueca de horror, mirándome como siempre lo hace... con miedo.

-Está marcada. -dice el vampiro. -Solo yo tengo derecho sobre ella. Volveré... por mi prometida.

No quiero llorar. No volveré a llorar. No volveré a ser débil. Jamás. Siento que un oscuro sentimiento se apodera de mi corazón, enterrándolo, sepultándolo tan hondo como una tumba, anulándolo para no sentir absolutamente nada. Mi padre me abraza con lágrimas en los ojos.

-Encontraré una solución. Lo prometo.

Cierro los ojos, conteniendo el llanto.  Y al abrirlos, estoy saliendo de la escuela. Mi padre me espera. ¡Sé qué día es!

-¡No! ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, Carla!

-¿Gema? 

-¡Detente, Carla! El trato. Recuerda el trato.

-No puedo... 

-¡Carla! ¡Cristiana!

Estamos frente a esa casa de mis pesadillas. Yo bajo del auto, inocente en todos los sentidos. Como oveja al matadero.

-¡Alto! ¡Basta!

Un hombre de unos cincuenta años, barrigón y sucio, nos abre.

-¡No! ¡No! ¡NO!

-No puedo, Gema. No tengo el control...  -me dice Carla.

Mi padre sostiene mis libros, pero no me mira a los ojos. No me mira a la cara. ¿Por qué?

El hombre obeso me lleva a otra habitación... donde hay una cama sucia. Otro hombre entra. Más joven que el barrigón, pero más grande que yo. 

-Papá...

-Tranquila, nena. Esto te va a gustar. -dijo el que acaba de entrar.

-¡Papá! ¡Ayúdame!

No. ¡No! El dolor, la tristeza, la vergüenza... todo se intensificó en un fuego que se extendió por todo mi cuerpo. Aún escucho a los perros gruñir. Y aún puedo sentir aquellas manos sobre mi piel. ¡NO! ¡NO quiero volver a sentirme así! ¡Nunca más quiero volver a sentirme sucia! ¡Jamás!

-¡Reversi! 

Sé que este es un capítulo corto, pero es bastante intenso. (¿Adivinan de quién es la foto?)

Gema. Primer libro: Guardiana.(Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora