Punto de vista de Cristiana.
Había conseguido mi propia guardiana. ¡Nada menos que la hija de Lucrecia! Eso sí que es un milagro. Porque las guardianas eran vampiras estériles, así que sí es todo un milagro de por sí. Pero no el único. Es un milagro que hubiera sobrevivido a su propia muerte. Es un milagro que haya concebido. Y es un milagro que esta humana tenga dentro suyo ese poder. Un poder que ninguna guardiana, ningún vampiro, de hecho, poseé.
-Vince...
-Sí, amada. Tu suposición era correcta. Sin embargo, ella es un peligro.
-Ella ha sufrido, mi amor. No ha tenido dirección. No conoce su propia valía...
-Sabias palabras. Pero un árbol que crece torcido...
-¡Vince! ¡Por favor! Ella es única. No solo porque será la guardiana de Oscar. Podré encausarla.
-Tomarás una responsabilidad que no te corresponde.
-Lo sé.
-¿Qué pretendes?
-¿Tú que crees?
-¡No!
-Vince. Lo sentiste. Sentiste ese poder...
-Precisamente. Un poder que tomó el control, que nos controló a todos.
-Nos controló para poder quitarnos nuestros remordimientos, nuestros pecados, nuestros crímenes, Vince. Lucrecia tuvo que haber muerto en ese bosque.
Era un hecho que no nos pasó por alto. Pudimos sentir cómo Williams desgarraba la carne de la guardiana para que se desangrara hasta la muerte. Algo tuvo que ocurrir. Incluso la propia Lucrecia moriría con una herida así.
-Otro ser intervino. -afirmó Vince. -Tiziano, ¿puedes identificarlo en la sangre?
-Ni siquiera pude indentificar la sangre animal. Está latente, pero muy diluído. Aún así, ese pequeño porcentaje fue lo suficientemente poderoso como para tomarnos a todos los vampiros de esta casa.
-Alguien poderoso. Un purasangre. -sentía su cerebro trabajar. Estaba tomando una desición. -Tiziano, ¿Gema es tu verdadera compañera?
-Ella es.
La declaración de Tiziano me llenó de orgullo, como también a Vince. Nosotros... creemos en el Destino.
-Tiziano, debemos hacer salir ese poder... y que la niña asuma el control del mismo.
-No creo que ella pueda.
-No la subestimes, hijo. Inconscientemente, ella se enfrenta a todo cuando se siente amenazada. Y no es poca cosa la que obtiene. Pero deberá permanecer oculta, como hasta ahora.
-Entiendo...
-Entonces, ¿ya tengo nana? -preguntó Oscar, tan discreto como su padre, apareciendo frente a mí.
-Sí, hijo. -contesté más que feliz.
-Deberían preguntarle primero a ella. -intervino Tiziano. ¿Por qué?
-Ella había accedido. Y Carla no tiene objeción para que se quede. -recordé.
-Pero ella aún no sabe quién es... qué es, y acaba de descubrir quiénes somos nosotros realmente.
Tiziano tenia razón. Ella conocía los monstruos que somos.
-¿Cómo es eso de que Gema nos conoce? -preguntó inocentemente mi niño.