Punto de vista de Gema.
Algo había cambiado en nosotros. En mí, por supuesto. Pero no quiero pensar en eso, sino en lo que está sucediendo con mi familia. Porque ahora sí la considero mi familia. Ya no soy una expósita recogida, más bien una hija reencontrada, una hermana resucitada. Al menos para las mujeres.
No hablemos de Vince. Él es un vampiro viejo, creo que tanto como Matusalem. Su acto de simpatía consiste en restringir mi entrenamiento a una hora al día, tan solo en defensa personal. Billy se fue con Tiziano. Este tenía que resolver un problema de trabajo no sé dónde y Billy aprovechó para ir con él de vacaciones. A cambiar de aires. En pleno Noviembre. No sé por qué tengo la sensación de que me estaba evadiendo este Sombrerero.
Carla también debía atender un asunto de trabajo en Nueva York y me invitó a ir con ella. Claro que no podía ir y dejar a Oscar sin sustento. Así que, Cristiana tuvo la maravillosa idea de que todos fueramos a la Gran Manzana.
Ellos poseían una casa de tres plantas en Greenwich Village, un barrio muy bonito en Mannhattan. Nos llevó un día acondicionar un cuarto para mí. A Cristiana le gusta esas cosas de la decoración. Y al quedarnos solas durante el día, ella se ha encargado de mostrarme la ciudad. Había pasado Acción de Gracias y todo rebosaba de espíritu navideño.
Todos conocían a la familia Strabinsky y a nadie le parecía extraño que una prima lejana estuviera viviendo una temporada con ellos. Cristiana se hacía querer con facilidad, sin necesidad de su don, y agradecía en cierto modo que nadie se fijara en mí demasiado.
Nos invitaron a una reunión formal... muy formal en la que no me sentí muy cómoda que digamos. Cristiana se esmeró muchísimo en hacerme practicar mis modales, mi postura, mi modo de hablar, pero... No era yo. Era su muñequita. Y eso lo descubrí a mitad de la velada cuando escuché "accidentalmente" que yo era la pariente del campo que venía a probar suerte en la ciudad. Eso me enervó la sangre. Carla se dio cuenta de inmediato y me propuso salir por ahí. Pero me daba cosa dejar a Cristiana plantada con sus invitados. Así que, rechacé su primera oferta. Pero no la segunda. Me llevaría a su trabajo.
Carla posee una compañía de lencería por catálogo, con una socia humana. Jazmín es una mujer de treinta años, de ascendencia marroquí, recientemente divorciada. Se tomaba en serio su trabajo. Ella era la diseñadora y Carla la inversionista.
No podía creer la cantidad de telas y accesorios que se podía utilizar en un brasier. Jazmín se encarga de los proveedores, la calidad de las telas, la calidad de productos a enviar, reclamos... Creo que trabaja para no pensar en su propia vida. ¿Podría encontar algo así para mí? Porque no he dejado de pensar desde que descubrí "mi secreto".
Carla tenía que presenciar una sesión de fotos para el próximo catálogo. Al llegar, me quedé asombrada. Las modelos eran talle doble D. Grandes, voluptuosas y sensuales en corset, babydolls y brasieres. Hermosas.
-Esta es una idea de Jazmín que ha dado buenos dividendos. -me comentó Carla entregándome un album de fotos.
Había toda una gama de mujeres. Altas, bajas, morenas, asíaticas, afroamericanas, demasiado delgadas, demasiado obesas. Habían abarcado todos los parámetros.
Me quedé sentada en una ventana, para no molestar, mirando la gente pasar. Entonces, los ví. Una pareja. Él la bajaba en brazos por las escaleras, mientras otro iba detrás cargando una silla de ruedas. ¿Qué le había pasado? Lo que fuera, ella había pagado la peor parte. Ellos se veían enamorados. No podía ver en los ojos de él nada parecido a la compasión. Todo lo contrario. Era el mismo brillo que tenía los ojos de Vince cuando tenía en sus brazos a Cristiana.
Luego de ver esto, una revelación se abrió en mi mente. ¡Yo era la humana! La frágil. Cualquier cosa puede pasarme. Debo encontrar la forma de dejar mi sangre para Oscar... por cualquier eventualidad.
-Ellos son Joan y Carlos. -me sorprendió Mark, el fotógrafo. -El año pasado ella tuvo un accidente automovilístico.
-¿Los conoces?
-No personalmente. Son unos simples humanos.
¡Diablos! Bajé la guardia.
-Igual que yo. -le dije suspicaz.
Mark me sonrió de forma que me tensioné.
-No, queridita. -contestó con un acento británico que me intrigó. -Tú no eres tan simple. No cuando eres la mascota de Tiziano Strabinsky.
De pronto, lo comprendí. Él no estaba amenazándome, se estaba acercando a mí por ser la más accesible. Aunque su forma no era la correcta. Entonces, me relajé.
-No pierdas las esperanzas. -borró su sonrisa de niño bueno. -Pero atacarme no te hará ganar puntos con Carla.
Él se sentó a mi lado en la ventana.
-Lo siento.
-¿Ella es tu compañera?
-Ella es. -fue toda una declaración. Wow.
-¿Y por qué no se lo dices?
-Ella es la hija del gran Vasya Stravinsky y yo... soy un don nadie.
-Y yo soy la reina de Saba. Yo también soy nadie...
-Pero a tí, Tiziano te eligió.
Negué con la cabeza.
-No, lo nuestro fue un accidente.
-¿Un accidente? ¡Imposible! Tiziano no podría cometer un error semejante.
-Aunque no lo creas, así fue. -¿por qué es tan difícil de creer? También pueden equivocarse, ¿no? -Lo mío no cuenta. ¿Qué harás con Carla?
-No lo sé. No es tan fácil.
-¿Por qué no? Solo tienes que hablarle.
-Para tí, es fácil decirlo. No tuviste que enfrentarte al gran Vasiliy...
-¿Vasiliy?
-Ustedes le dicen Vince.
-No tienes que hablar con él, sino con tu compañera.
-Pero ella es...
-Es tu compañera. Tú lo dijiste. Además, ¿no crees que ha escuchado cada palabra que hemos dicho? -Mark palideció... si es que un vampiro puede. -¿El hombre siempre tiene que dar el primer paso? -le pregunté a Carla, quien estaba junto al trípode que sostenía la cámara.
-Siempre.
Bien. Como tres son multitud...
-Creo que es hora de que vuelva a la casa. -dije a nadie en especial, esperando no perderme por el camino.
(La de la foto es Carla)