Cap. 19: Nuestra unión prueba nuestro amor.

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Punto de vista de Tiziano.

No puedo creerlo. ¡No puedo creerlo! ¿Ni siquiera mi padre pudo detenerla? ¿O defenderla? ¿Cómo se supone que buscaré la libertad de mi compañera, si no puedo mantenerla a salvo?

Supe el momento en que perdió el control. Sin embargo, no era de la misma forma que lo había perdido la última vez. ¡Y yo estaba jodidamente lejos! No podía alcanzarla con mi mente. Ella estaba en Nueva York y yo ¡en los malditos Alpes!

Podía percibir su miedo, su repulsion, su odio... su frustración al no poder escapar. Su desesperación por librarse del poder que la encadenaba de forma más firme que nuestra unión. También podía sentir que dicho poder no estaba ejerciendo la totalidad de su fuerza, sino, por el contrario, estaba limitándose. ¡Y no estaba cerca para atarla a mi espítitu! Entonces, fue ahí cuando lo supe. Si "él" la quería, la tendría muerta. ¡Yo no se la daría!

De pronto, dejó que el poder que anidaba en su sangre la quemara, dejó que la fundiera... dejó que la tomara. Fue una estrategia arriesgada. Sí, se libró de "él", pero "él" no permitió que saliera ilesa. Hizo que se golpeara, castigándola, mostrándole que aún desde donde estuviera mantenía el control. ¡Maldición! Jamás me he sentido tan inútil e impotente en toda mi vida.

A pesar de mi habilidad para dividirme en diminutas partículas, he demorado mucho en el viaje de regreso. De nuevo aquí, donde todo empezó. Donde Vince está seguro de no haber hada alguna en los alrededores. Pero, ¿y ella? No está en la casa. ¿Qué hace afuera a mediados de diciembre con un par de grados esta noche? Ella está serena... en el arroyo. Billy está con ella... otra vez. Pero no está solo.

-¿Quién es el otro?

-Su nombre es Sloen. Él y su hermana ayudaron a papá en Nueva York. -me mira de arriba abajo. -Yo que tú me quito esos zapatos.

Miré mis zapatos italianos hechos a mano... que fueron salpicados por gotas de agua.

-Vuelve a casa y llévate al invitado. Quiero estar a solas con ella.

Esta niña es mi compañera. Ella me necesita. ¡Maldición! Como yo a ella. Jamás me he sentido tan vivo desde la unión, y no lo he querido reconocer. ¡Y estuve a punto de perderla! ¿Por qué no lo vi? ¿Por qué no me dí cuenta que lo tengo todo con ella? ¿Que puedo sentir el Universo dentro de mí y el miedo a perderlo es como la muerte misma? ¿Qué es este sentimiento sino amor? ¿Esto que me empuja a dejar todo por ir en busca de su propia libertad sin importarme perder, ir hasta el fin del mundo...por su felicidad? Saber que es mía, aún sin serlo, que es parte de mí, me da cierto poder.

Pero, ¿y ella? Jamás hablamos de esto. Es decir, yo hablé, le dije todo lo que sucedería, pero... No le pregunté si lo aceptaba, si lo quería... Si me quería. ¡Pero cómo va a querer al que se impuso por la fuerza! Es una niña. ¿Cómo podrá querer a un viejo vampiro como yo? ¿Pero qué estoy pensando? ¡No soy tan viejo! ¡Mi padre es viejo! Y no soy ningún muchacho intentando cortejar a su noviecita de la escuela. ¡Soy un hombre! ¿Pero qué digo? ¡Soy todo un semental!

Allí está. ¿Qué está haciendo? Su silueta delgada revestida en lycra negra, resaltando los músculos de sus piernas, sus pechos pequeños pero firmes, sus brazos delgados pero flexibles. Moviéndose grácil, casi seductora...

¿¡Qué...!? ¡Agua! El agua fría del arroyo pasa frente a mí, a un metro del suelo, ondeando como una serpiente. Rodea un perímetro diez metros alrededor de ella. Ahora se eleva... hasta perder fuerza y cae sobre Gema, que está sobre una roca que apenas sobresale del lecho del arroyo. El agua vuelve a su cauce.

-¿Tienes idea de cómo odio nuestra situación? -preguntó sabiendo que la escucharía a pesar de lo lejos que me encontraba. Y volvió a empezar con esa extraña rutina.

Bueno, no. No sabía comó se sentía en realidad. Ella es muy buena ocultándomelo en la unión. "Odio" es una palabra muy fuerte. Ahora que me doy cuenta, no es su serenidad la que siento, sino la del agua. En lo proufundo de su ser, ella está inquieta, aprensiva y ¿ansiosa?

-No, no lo sabía. -me daba la espalda a propósito. -Tal vez deberíamos hablar de esto.

-Sí. Tal vez deberías haber mencionado el hecho de que morirás después que yo. ¡Es una regla... muy estúpida! - el agua volvió a caer sobre ella.

Vince. ¿Es que no podía quedarse callado?

-Te vas a enfermar si sigues mojándote.

Ella chasquea los dedos y las flamas azules lamen su piel y su ropa.

-Veo que ya manejas el poder.

-Veo que esquivas el tema. -volvió a empezar esa extraña rutina que hace al agua danzar.

-Tú eres mi compañera. -le declaro, aunque ella no sepa lo que significa realmente pronunciar esa benditas palabras. -Pero nuestra unión fue un accidente. No puedo obligarte a que vivas a mi lado por toda mi existencia, como tú no puedes obligarme a vivir después de tu muerte.

El agua volvió a caer.

-¿Y eso es todo? -había dolor en su voz. Me acerco rápidamente.

-Eso es todo, creo.

-¿Crees? -voltea a mirarme. Sus ojos cargados de lágrimas sin derramar que hacen más expresivos y grandes sus ojos violetas. -¡¿Crees?!

-¿Acaso importa?

-¡Claro que importa! Sé que tú lo tomas por un error, pero ese error es una sentencia de muerte de aquí a treinta, cuarenta, cincuenta años. Y yo... yo no... ¡Yo no quiero ser tu sentencia! -baja el rostro para esconder las lágrimas. -No quiero que nada te suceda. -susurra.

Su piel blanca está toda crispada por el frío. Me quito el saco y se lo pongo sobre los hombros, aprovechando que no se alejó para levantar su carita.

-No dije que nuestra unión fuera un error, sino un accidente. Algo que debía pasar naturalmente, pero que resultó ser así -chasquéo los dedos -de rápido.

Rozo sus labios delicadamente, para no alarmarla. Me muero por abrazarla, pero puedo sentir su temor, su cautela, además de su sorpresa. Sin embargo, algo nos envolvió. De forma permanente. Me aparto a duras penas.

-Ahora puedo entender lo que me intentan explicar Vince y Cristiana sobre el Destino. Yo encontré a Stefan y si lo hubiera torturado un poco, habría sabido de tí y te hubiera buscado. Te habría encontrado y te habría protegido. Me hubiera convertido en tu más leal amigo y te hubiera conquistado el corazón. Y tal vez, con el tiempo, te hubiera dicho que soy vampiro. Pero como no me tome el tiempo para sacarle información a Stefan, el Destino se encargó de unirnos a la fuerza. Tú eres mi compañera. -volví a declarar, apretando sus hombros y atrayéndola hacia mi cuerpo. Podía sentir su tensión pero no su rechazo.

-Cuando lo dices así... no sé... Es como si un punto cálido en mi pecho estallara, como si mi corazón ardiera literalmente en llamas. -me mira con determinación en sus ojos violetas. -Tú eres mi compañero.

Sus palabras, declaradas con solemnidad, inflaman ese calor que he sentido desde aquella noche que la ví por primera vez. Sonrío como un tonto, pero no me importa. Ella me abraza, enterrando su cara en mi pecho, mojando mi camisa con sus lágrimas que al fin derrama.

-Dame tiempo. -murmura.

-Todo el que quieras. Todo el que necesites. Tiempo me sobra.

Suspiro. Ella me ha aceptado como su compañero. La unión está casi completa. Pero no la presionaré para que me entregue su cuerpo. Como le dije, tiempo tengo de sobra.

-Volvamos a casa. Debes descansar, principessa.

Por supuesto, siempre debe haber una declaración de amor. ♥

Gema. Primer libro: Guardiana.(Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora