Cap. 10: Recuerdos del Pasado III. Reversi.

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Punto de vista de Gema.

Mi voz sonó tan impersonal y lejana, que difícilmente podía creer que hubiera dicho eso. Pero así había sido. Era mi voz. Siento como si algo tomara control sobre todo mi cuerpo. ¡No puedo moverme! Pero mi mente... ¡Ah, mi mente era un hervidero! ¡Imágenes! Imágenes terroríficas, horrendas, dantescas. Un calor intenso me recorre el cuerpo, como si tuviera fiebre.

No, no es fiebre. Es este tipo de invasión visual el que me quema. Se suceden una tras otra, como un caleidoscopio, un remolino estrafalario que me da nauseas. Una carrera de rostros ensangrentados, amenazando con devorarme.

-¡Detente, Gema! ¡Detente! -logro escuchar a Carla suplicar dentro de este torbellino. -¡Basta, por favor! 

Las imágenes cambiaron en un subidón que paralizó mi razocinio. Un bebé en llamas. ¡Oh, no! ¡Se está quemando vivo! ¡Qué horror! Y ahora... Su cuerpo calcinado siendo enterrado en una rica tierra negra.

-¡Hermes! ¡Mi pequeño! ¡Mi bebé! -llora Cristiana. Un dolor que me atravesó.

-¡Gema! ¡Detente! -grita Vince con su voz autoritaria. -¡Te lo ordeno! 

Una guerra antigua. Una masacre. Mujeres y niños. Humanos. Vampiros. Cambio. Cinco hombres degollados, su sangre bañándome. Cambio. Una estaca clavada en el pecho de una mujer morena, curvilínea. Una ramera. 

-Madre. -susurra Tiziano.

Una lucha cuerpo a cuerpo. Mi adversario cayendo sobre mi espada sin poderlo detener, sin poderlo remediar. Su sangre mojando mi mano.

-David... ¡Perdón! No fue mi intención. -sollozó Billy.

-¡Basta, Gema! Entra en mí... 

Una mano atravesando el torax de un hombre, arrancando el corazón. Un gruñido.

-¡Entra en mi mente, Gema! -escucho gritar a lo lejos a Tiziano.

El cerebro se me paraliza, pero las imágenes me queman el cerebro. Muerte y destrucción. Pena y dolor. ¡Dios, haz que pare!

-Gema... 

-¿Quién...? -apenas puedo pensar. -¡Ayúdame!

Fuego. Estaca. Sangre. Muerte.

-¡Ayuda! ¡Basta! ¡Quema!

-¡Ven a mi mente! Gema, sigue el frío... busca la serenidad...  

Aquella sensación de frío vacío activó mi mente adormecida. Debía sobreponerme. 

Busqué más allá de mi cuerpo aquel lugar... esa paz... Las imágenes cesaron. Estoy sentada aún en el suelo... en aquel salón... Carla tirada frente a mí... como muerta.

-Gema, quédate conmigo... 

Los maté. ¡Los maté!

-Gema, puedo sentir tu pánico... No vuelvas a paralizarte... Toma el control... 

-Otro lo tiene... -mi voz aún suena distante. -Solo soy un instrumento...

-¡Despierta, Gema! 

-¿Tiziano?

Veo que se acerca a mí. Aún no puedo moverme. Me mira, buscando quien sabe qué. Toma el puñal y se corta su mano,  uniéndola a la mía. Siento su sangre fría correr por mis venas, apagando el fuego que me abrasa, su respiración serena, sus brazos sosteniendo mi cuerpo, que se relaja lentamente.

-¿Qué hice? -intento acercarme a Carla, pero él me sujeta. -¡Suéltame, Tiziano! ¡La lastimé! ¡Los lastimé a todos!

-Calma, Gema. Emil, busca a Billy en el arroyo, seis kilómetros al sur. Martika prepara plasma.

-¿Qué hice, Ziano? ¿Qué hice? -me repetía una y otra vez.

No tenía que haber hecho esto. No tenía que haberme quedado en primer lugar. Yo solo traigo desgracias a los que me rodean. Como a mi padre. ¡Mi padre! Una vez me amó. Una vez fue un hombre bueno que amó a su hija. Y que se encontró en un mundo donde los vampiros existen y te toman como un objeto. Su prometida. Marcada. Estoy marcada.

-Quédate aquí. Enseguida regreso -murmuró Tiziano en mi oído.

No sé en qué momento me recostó en el suelo. Mi cabeza apoyada sobre un almohadón. Me siento débil, drenada mi energía. Pero es mi mente la que aún está enredada con recuerdos propios y ajenos.

Veo el puñal. Es una hermosa pieza... que no me serviría a mi propósito. No. debo buscar un verdugo. Rápido y eficaz. Para sorpresa mía, sé dónde buscar. En el aíre. El olor a tierra... detrás de las escaleras. Una puerta camuflada. Unas escaleras de piedra  que descienden. La luz del pasillo no llega a lo más profundo. Tanteo con manos y pies, hasta el último escalón.

Me siento a esperar. Un latido. Dos latidos. Estoy sentada y al segundo siguiente una mano me sujeta por el cuello contra la pared de piedra.

-No voy a perdonarte, por más compañera que seas. -dijo Vince con su fría voz, ajustando su agarre, torturándome con la semiasfixia. "Termina de una vez" , ruego.

¿Y ahora? Estoy en el suelo, llenando mis pulmones. ¿Qué sucedió? ¿Por qué se detuvo? ¿O quién lo detuvo? Unos fuertes brazos me alzan y me sacan.

-Déjame. Ahí con Vince.

-Él no es la solución, niña. -la voz era oscura, aterradora.

Ya estabamos en la planta baja cuando alzo los ojos para verlo. El hombre es moreno, de tez bien tostada aunque no creo que por el sol, serio. La personificación del poder hecho carne. No era humano. En sus ojos titilan el fuego. No me importa temblar, queiro terminar con esto.

-Estoy marcada. Vendrá por mí.

-Ya lo hubiera hecho.

El hombre, por llamarlo de alguna forma, me deja sobre un diván. Enseguida me rodean Cristiana, Carla y Billy.

-¡Por favor! ¡Por favor! No quiero lastimarlos.

-Tranquila, cariño. No nos lastimas. -dijo Cristiana acariciando mi cabello.

-Nos has bendecido, Gema. -dijo Carla.

Debieron ver mi exceptisismo, porque Cristiana aclaró mis dudas.

-Nuestra memoria es infinita, Gema. Recordamos todo... demasiado bien.

-Tú nos quitaste nuestros peores recuerdos, Gema. -continuó Carla. -Nos libraste de ellos.

-Ahora hay algo que debes hacer... -me dijo Cristiana -como compañera.

Espero que les esté gustando. 

Gema. Primer libro: Guardiana.(Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora