Punto de vista de Gema.
Allí estaba. En un sillón junto a la chimenea. Una mujer de cabello anaranjado y pecas por todo el puente de su pequeña naríz. Menudita y bella.
Pero era el bebé que sostenía entre sus brazos a quien buscaba. Los ojos verdes de la madre se veían cansados y temerosos. Me arrodillo ante ellas e intento retirar la mantita primorosa en la que está envuelto. Pero una mano poderosa me detiene.
-Solo quiero ayudar. -le digo al vampiro rubio de penetrante mirada. Ziano está junto a él. Juraría que está gruñiendo, pero me enfoco en el blondo vampi. -Ella sufre. -le aseguro.
La tensión se eleva hasta hacerla palpable. Puedo sentir el diálogo mental entre él y su pareja. ¡Un momento! ¡Sí puedo! El calor de la discusión. Apenas percibo el movimiento de cabeza antes de soltarme.
Puedo sentir el dolor de la criatura. Está en su cabecita. ¡Pobrecita! Busco la energía sanadora, la dejo fluir. Puedo escuchar el murmullo entre los vampiros, pero me concentro en lo que estoy haciendo. La niña puede respirar con tranquilidad ahora. El dolor ha cesado. Ziano me da la mano y me ayuda a ponerme de pie. Entonces, me doy cuenta de que todos me están mirando.
-Necesita sangre. -le digo a su madre para desviar la atención hacia mí.
-Hijos e hijas... -Cristiana está detrás de mí, posando sus manos en mis hombros, como para darme fuerza al enfrentarme a ellos. No son más de diez, sin embargo... -Permitan que les presente a Gema, nuestra guardiana. -nunca había escuchado hablar a alguien con tanto orgullo sobre mí.
El vampiro rubio toma mi mano inesperadamente y la besa galante, sorprendiéndome.
-Mi hijo, Nicanor. -lo presenta Vince. -Impetuoso como siempre.
-Lamento haberla ofendido. -habló con una voz profunda, oscura, inclinando apenas la cabeza en señal de ¿saludo o respeto?
-No me ha ofendido. -me apresuro a contradecirlo. Es que a pesar de su postura regia y glacial, puedo sentir su incomodidad por lo ocurrido hace un segundo. -Gusto en conocerlo.