Prólogo

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Cuando elijas una historia, no la leas, vívela y siéntela.


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Este soy yo



--No soy el típico protagonista...

Debería ser realmente apuesto, poseer un súper poder, desarrollar un extraordinario talento, encontrarme un artefacto sobrenatural, pelear arduas batallas como un valiente guerrero, ser un ingenioso inventor, trabajar con el FBI o ser un agente especial con una vida llena de acción y explosiones; o de menos, ser aquel perdedor que al final es reconocido por el mundo.

Pero sólo soy un chavo común. No hay nada sobresaliente en mí, y mi vida es tan normal y aburrida, que es la historia que nadie leería.

Me gustaría mucho ser un personaje de comedia o un Romeo en una narración romántica y pasional, y aunque en mi vida sí existe un amor, trataría de una historia triste, de un sentimiento no correspondido.

En realidad, no deseo ser alguien extraordinario ni legendario. Sólo quiero escapar de la monotonía en la que estoy atrapado y lograr diferenciarme de los otros, sobresalir, ser popular, dejar de ser invisible para los demás, que sepan que existo, ¡qué estoy aquí!

Tal vez tengo este tipo de necesidades sociales, porque soy una persona que le gusta que le presten atención, ¡qué exige atención! Pero el mayor motivo, es porque la chica de la que estoy enamorado, es de aquella gente guapa y carismática que todo el mundo conoce y quisiera hablarle. Por eso tengo la vaga idea de que si estuviera en el mismo nivel social que ella, sería más digno de su cariño.

Pero... si soy realista, jamás podré ser popular, ya que no cumplo con los requisitos para ello.

No soy un nerd, que quede claro. Pero tampoco un galán. No asisto a las fiestas sabatinas como la mayoría de los jóvenes de mi edad, las detesto, y cada vez que asisto a una -que sinceramente no es muy seguido-, me quedo en el sillón esquinado, calentando el asiento, sorbiendo ruidosamente la bebida y contemplando cómo mi presencia pasa desapercibida durante toda la noche, demostrándome así, lo poco llamativo que soy. Además, cuando intento bailar me aparecen dos pies izquierdos, sin contar que mis movimientos rítmicos son algo graciosos.

Lo que un chico como yo hace los fines de semana, es pasar la tarde en la unidad deportiva con los amigos, jugar en las maquinitas en el local cercano, o en el ciber del Chino, actualizando mi estado en las redes sociales (que en realidad a nadie interesa y tiene cero comentarios).

Aun así, intento ser aquél chico sobresaliente. Por Carla, sólo por ella. Elegí un corte coqueto para mi cabello y compré el pantalón de la temporada. También practiqué mi sonrisa un centenar de veces y me volví a unir al club de futbol, pues según sé, los jóvenes que se inscriben en alguna actividad deportiva suman puntos de popularidad y logran poseer la escuela. Pero infortunadamente a mí no me funcionó, al parecer necesitaba ser más que un jugador debilucho. Pese a ello, continué en el equipo, ya que el futbol me ha gustado siempre.

Desde que aprecié a mi querido padre controlar el balón de una manera extraordinaria en la unidad deportiva de la colonia años atrás, no dejo de practicarlo como un loco para llegar a ser un poquito de talentoso como él...

Boy Love BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora