tres

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—Ya quita los ojos de esa laptop, estoy contándote algo importantísimo.

Semanas habían pasado ya desde el episodio en la cabaña y en lo único que planeaba concentrarme eran mis estudios, el título no se conseguiría solo. Mi meta, por ahora, era de las realistas: recibirme, descubrir una nueva fórmula matemática y ganar la maldita Medalla Fields.

—Lo siento, Allison, ¿qué decías? —alcé la vista hacia la castaña.

—Ni siquiera estabas escuchándome —rodó los ojos, enojada.

—Lo lamento, sabes bien que dentro de cinco días rendiré el examen final y necesito practicar.

—Tienes razón —suspiró—. Puedo venir más tarde, si quieres.

—No, quédate —guardé el documento y cerré la laptop, reprimiendo una mueca que irritaría a Allison—. Cuenta todo, te escucho.

Se acomodó en la silla, soltó un sonoro carraspeo y se preparó para escupir la noticia.

—Creo que Scott quiere proponerme matrimonio.

Aquella era la última idea que se me vino a la cabeza cuando vi la sonrisa macabra y el brillo en sus ojos; sin embargo, esa expresión cambió a una de completa preocupación al decirlo.

—¿Cómo que crees? —cuestioné, intrigadísima.

—¿Recuerdas que según la tradición, el novio tiene que pedir la mano de la novia a sus padres antes de proponerle matrimonio?

—Sí, ¿y?

—Ayer, cuando volví a casa, él estaba ahí, con papá —explicó—. Nunca los vi tan serios, además de que estaban sentados uno frente al otro. ¡En la mesa! ¡Como las películas, Lydia!

—¡Felicidades! Eso... de hecho, habría sido genial que no lo supieras. Pierde el efecto sorpresa, pero si tú estás feliz, yo estoy feliz —sonreí, no muy convencida.

No me gustaba que se ilusionara, aunque no se lo diría. Lo último que me faltaba era distanciarme de ella otra vez, no gracias.

—Yo no estoy muy segura, aún. Ya sé que si me lo propone, no podré resistirme y aceptaré. Pero, qué tal si no soy feliz con él después. Qué tal si vuelve a... —se calló, al recordar que la zorra con la que su novio le había sido infiel era nada más y nada menos que la pelirroja que tenía en frente.

Me sentí un poco mal. En ese momento eramos adolescentes, no es que eso lo justificara, aunque, las hormonas... Fui una mala amiga, lo seguía siendo. Algún día cambiaría. ¿No?

—Lo siento —murmuré—. Si no te sientes segura, no aceptes. Una relación puede sobrevivir mucho tiempo sin la necesidad de contraer matrimonio. No es algo a lo que estés obligada.

Ella asintió, con una sonrisa de agradecimiento.

—¿Qué haría sin ti, Lyds?

Estiré mi brazo y posé mi mano sobre la suya.

—Créeme, estarías mil veces mejor.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora