diez

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Llegamos a una parte de la historia en la que se preguntarán, ¿y ahora qué? Pues, nada, la hora llegó.

Estaba mentalizada y segura, todo iría bien, solo serían unos cuántos minutos, podía escuchar música incluso, muy buen servicio; pero, tuvo que aparecer un pero. Y con pero me refería a una docena de churros.

Antes de comenzar, la doctora me consultó ciertos temas y me hizo recostar en la camilla. Por alguna razón, al acostarme y ver todos los intrumentos que utilizaría, sumado al olor a producto de limpieza en el lugar... No pude, es decir, no es que mentalmente no fui capaz, sino físicamente. ¿Cómo? Me levanté de un salto para vomitar mis churros en el tacho de basura.

Estúpidos intestinos sensibles, no se aguantaban nada.

Luego del bochornoso desastre, la mujer me preguntó si deseaba continuar o prefería ir a tomar un poco de aire. A lo que yo respondí con una afirmación y salí de la sala en seguida. Podría dejarlo para otro día, tal vez no estaba lo suficientemente preparada mentalmente. No, Lydia, no te dejes vencer por un feto y sus defensores psicópatas. Te acostarás ahí, escucharás música, te imaginarás a tí misma recibida y de viaje en el caribe con el doctor, y fin. Claro que sí.

—¿Lydia, estás bien? —la voz del padre fatal me hizo pegar un salto.

—Sí, vine a tomar aire y ya vuelvo —contesté agitada, al borde de un ataque.

—Estabas hablando sola.

—Ajá, no soy una mujer mentalmente estable, Stiles. Felicidades por descubrirlo.

—Entonces... ¿no lo hiciste?

—No aún. ¿Tienes prisa? —era inevitable responderle agresivamente cuando sus preguntas me irritaban tanto. Imagínate con un hijo, apenas sabía donde estaba parado, ¿cómo demonios iba a ser capaz de cuidar a una criatura? Ni siquiera se molestaba en comprar buenos condones el hijo de perra.

—No, no tengo prisa, mujer. Solo me interesaba saber si el bebé sigue ahí o no porque no te ves psicológicamente bien —contestó con obviedad y los ojos entrecerrados.

No, señor, la única perra que usaba tonos obvios aquí era yo.

—Acabo de vomitar media docena de churros y en unos minutos me van a meter una aspiradora por la vagina, claro que no estoy bien psicológicamente, hombre.

—¿En serio te meterán...? —señaló abajo y miró al cielo—. No puede ser. Esto sí que no me lo esperaba. Nunca, jamás, de ninguna manera me hubiese imaginado que eran de mala calidad. Lo siento mucho, Lydia. Escúchame, yo lo haría por ti, si tuviese una vagina, claro; pero no tengo así que lo único que puedo hacer es acompañarte y ayudarte a superarlo y... y... ¡Ya sé, demandaré a la compañía de condones!

—Sí, cuando te paguen un millón de dólares y me hagan desaparecer el feto avísame.

De un segundo para el otro, el castaño se puso en modo serio y me tomó la mano.

—¿Estás segura de que quieres hacerlo?

Me aparté de inmediato, zafándome de su mano.

—¿Por qué siento que no es normal tu reacción a todo esto? ¿Acaso se te olvida algo? Como por ejemplo, tal vez, no lo sé... ¡¿Que tienes una maldita novia?! ¿Que todo el curso de tu vida depende de una aspiradora?

—Terminé con Malia. Bueno, en realidad, ella terminó conmigo y luego yo terminé con ella y ella terminó conmigo. Al final tuvo que aceptar que yo terminaba con ella pero me amenazó con pegarme un puñetazo y mejor la dejé que ella terminara conmigo.

No hizo falta que agregara un comentario a aquello, con una mueca bastó.

—¿Quieres decir que ya estás soltero?

—Sí, eso ocurre cuando alguien termina una relación, quedan solteros.

—Já, ese tonito —lo apunté con mi dedo acusador—, no lo uses conmigo. Y ahora me esperarás a que entre, me quiten esto y salga. Luego, me llevarás a la primer churrería que encuentres y me comprarás dos docenas de churros por las molestias causadas.

—Eres cruel, pero justa... —asintió, y cuando me estaba yendo, me llamó—. ¿Puedo despedirme del bebé?

Qué gracioso, ahora era comediante. Le enseñé el dedo de en medio y sin más, volví a entrar.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora