doce

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Un cumpleaños era lo que menos necesitaba en aquellos días, y fue lo que primero recibí, porque la vida me odia.

Scott cumplía años y al tener casa propia ahora, estaba dispuesto a aprovecharla al máximo e invitó a todos sus conocidos para festejar junto a él y ser felices por siempre, con mariposas y arcoiris.

No tuve más opción que ir por cuestiones de educación y porque pues... es lo que todo buen amigo hace, visitarte en tu maldito cumpleaños. Así que, con una cría dentro de mí, me vestí con clase y salí bien arrecha.

Una cosa tenía bien en mente y eso era evitar a Malia, si era posible, no cruzármela. Sabía mentir, eso era algo sabido mundialmente y especialmente por los ciudadanos de Beacon Hills, pero no me apetecía recordar mi penosa situación de estar embarazada de su ex-novio el infiel.

Saludé a todos a medida que llegaban, pues como siempre, era puntual. Tras darle a Scott su obsequio, lo cual no era nada del otro mundo sino un libro sobre tipos veterinarios y esas cosas, me dirigí al balcón pues a medida que la gente llegaba más me asfixiaba. Allí me topé con un tipo que no conocía mirando hacia la nada misma, lo cual fue lo suficientemente incómodo como para mantenerme alejada unos cuántos metros.

Se mantuvo en silencio y yo, ahora sentada en un banquito, tomé varias bocanadas de aire para componerme del mareo que sufrí adentro. El tipo me ignoró durante toda mi agonía y no fue hasta que paré que giró levemente la vista hacia mí.

—¿Necesitas un doctor?

Amigo, esa no era la mejor manera de preguntarle a una chica si se siente bien.

—No, estoy bien, solo necesitaba un poco de aire.

Él asintió y volvió la vista al frente, haciéndose el hombre misterioso con mirada penetrante y sensual. El papel le salía bien, para qué mentir; pero tenía mucha barba, y los barbudos no me gustaban por razones que no aclararía al público.

Luego de aquella interacción con el hombre silencioso y sensual, Allison apareció en mi búsqueda.

—Hey, Lyds. ¿Qué ocurre, te sientes bien?

—Sí, salí a tomar aire, no sabía que Scott tenía tantos amigos. ¿De dónde los saca?

—Ni yo sé —se encogió de hombros—. Me voy adentro, ¿vienes?

Asentí y la seguí, sin pensar en que allí estaría Malia con ganas de sociabilizar con gente del sexo femenino por primera vez en su vida, y justo daba la casualidad que las pocas hembras allí presentes que conocía eramos Allison y yo. Y qué hermoso fue cuando mi queridísima amiga me dejó allí plantada en el sofá junto a la ex-novia del tipo que me embarazó.

Maldita hija de perra, no me olvidaría de este abandono, y pronto lo pagaría con su sangre. Bueno, su sangre no, tal vez con dinero para comprarme un pasaje a México y olvidarme de Beacon Hills, ciudad donde cometí tantos pecados. En México cometería más, pero al menos no habría ninguna Malia para recordármelo.

—Terminé con Stiles —suspiró la castaña, como si la confesión fuese algo fuerte.

Luego recordé que se suponía que no debería estar enterada porque ella no tenía idea de que unos días antes su ex me había llevado a una clínica para extirparme un feto que él me hizo y que de paso me comentó sobre su maldito estado civil.

—Eh, bueno... ya eres libre —bromeé tratando de evitar la conversación a toda costa.

—Sí, ya no era lo mismo, así que me lo veía venir.

—A veces es necesario cortar relaciones para estar mejor contigo misma. Hiciste bien.

Hiciste muy bien, porque si no podía resistirse a la mirada malintencionada y sonrisa maliciosa de la primer preciosura que se le insinuara, entonces no había futuro para una relación honesta.

—Sí, tienes razón. Este año fue una mierda, así que ahora me revolcaré con el primer tipo que se me acerque.

—O hazte lesbiana y nos revolcamos juntas.

La morena me miró y se quedó callada, comprobando por mi expresión si la propuesta era real o un chiste.

—Es un chiste, aún no pateo para ese lado —la calmé y asintió aturdida volviendo la vista adelante.

Y hubiese mantenido la actitud despreocupada por muchísimo tiempo más pero mis capacidades de mentir se vieron deterioradas con la llegada de Stiles, que claramente no se acercó, pero estaba allí, impidiendo mi buen desarrollo cerebral para continuar conversando con su ex.

—Ahí llegó el infiel que te embarazó, maldita zorra inmunda.

—¿Qué? —pegué un salto e imaginé mi destino: me sacaría el feto a cachetadas.

Sin embargo, la castaña me observó como si estuviese loca, asegurándome que no había dicho nada.

Lo que me faltaba, alucinaciones.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora