dieciocho

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—¿A quién más pensabas contarle, eh? —exigí respuestas indignada.

—¡Me estaba presionando! —se defendió Stiles, señalando a Scott.

—Lo siento, Lydia, por favor no me pegues y no te estreses porque le hará mal a mi sobrino.

Y fue eso sumado a la presión de ser expuesta sumada al flashback de yo anoche gritando Stiles en medio del acto sexual sumado a mi pie esguinzado, lo que me condujo a tomar mis apuntes y largarme de allí.

La presencia de la bota en mi pie le quitó un poco de drama a la situación y aumentó mi ira, lo que aparentemente fue cómico de ver, porque al voltearme, los tres se aguantaban la risa y trataban de mostrarse serios sin éxito.

—Idiotas —murmuré, cerrando la puerta con fuerza y dirigiéndome al ascensor.

Cuando marqué el piso a donde bajaría ya dentro del ascensor, Stiles apareció decidido a entrar, pero las puertas se cerraron antes de que llegara y yo me tomé el tiempo de darle un saludito mientras ocurría. Por chismoso.

La viejita que estaba junto a mí me observó.

—Señorita, así los novios no le durarán ni un mes.

—¿Disculpe? —alcé ambas cejas, lista para que la vieja se atreviese a repetirlo.

—Después tienen la cara para exigir igualdad. Qué vergüenza.

No estaba para andar peleando con viejas, pero si me seguía provocando, no me quedaría otra que volarle la dentadura de un derechazo.

Solo dos pisos más, Lydia, ignórala.

—Si así son las mujeres ahora, pobres de mis nietos.

Es una señora de la tercera edad, comprende que si la golpeas tendrás problemas legales.

—Y como si fuera poco se suben al ascensor que es para uso exclusivo de ancianos y discapacitados.

—Estoy embarazada, y quiero disfrutar de las ventajas antes de que aborte, señora —la anciana se llevó la mano al pecho—. Y si dice otra palabra más sobre vida ajena, le parto el bastón.

Vieja metida. Después de la amenaza, se bajó asustada un piso antes. Ya abajo, descendí y me dirigí a la puerta acordándome de que estaba indignada con Stiles por contarle la verdad a Scott. Yo se lo había contado a Allison, sí, pero era diferente porque era YO la que tenía un maldito FETO desarrollándose en su vientre.

Ya afuera, oí unos jadeos y tras girarme me dí cuenta de que se trataba de Stiles, quien se había parado a tomar una bocanada de aire tras bajar tantos pisos. Seguí caminando hacia mi auto y cuando por fin ingresé, el cuerpo del castaño prácticamente se acostó en mi ventanilla, dando golpecitos para que abriera.

Bajé un poco y me quedé en silencio, esperando a que se recuperara para hablar.

—¡Te juro...! —respiración agitada—. ¡Te juro que me obligó a decirlo! ¡Yo me resistí!

—Claro, tú resistiéndote, seguro que le diste mucha lucha.

—¿Cómo estás del pie? —cambió de tema.

—Esguinzada, y gracias por la caja de chocolates, ahora te agradecería si te quitas de encima de mi ventanilla y me dejas irme a estudiar los apuntes.

—Vamos, Lydia, ¿estás enojada conmigo? —preguntó separándose de la puerta.

—Tengo problemas mucho más graves que tu existencia ahora mismo, así que quédate tranquilo.

Lo único que deseaba era largarme de allí antes de ponerme más roja por el percance de anoche con el universitario, no podía mirar a Stilinski a los ojos sin pensar en ese recuerdo bizarro.

Así que, sin oír lo que me dijo después, aceleré, camino a deshacerme finalmente del problema.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora