veintidós

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—Y ya sé que en parte es bueno, porque los niños me dan asco, pero si hubiese sido niña tal vez podría haberla soportado un poco -continué descargándome. Como siempre, evitando lo del sueño-. La hubiese llevado a tomar helado después de que se diera la vacuna en la clínica y le hubiese comprado ropa que convine con la mía y tú nos enviarías la pensión por mes. ¿Por qué quiero un maldito hijo ahora? ¡Mira en lo que me convertiste por no comprar condones buenos! —dejé mi cuerpo entero caer hacia atrás.

—Estoy cien por ciento seguro de que te enojarás con lo que te diré, pero tendrías que ir a terapia —lo fulminé y alzó ambas manos en defensa—. No digo que estés loca, Lydia, solo creo que te ayudaría a sentirte mejor.

—¿Sabes que me haría sentir mejor?

Y ahí estaba de nuevo, Lydia y sus propuestas indecentes. Cuando me vio reincorporarme y tocarle el hombro incitadoramente con una sonrisa perversa, se puso de pie inmediatamente.

—No, prefiero no saber —tomó asiento en el sofá individual de en frente, creyendo que así se libraría de mí.

Sí, lo sé, hacía unos segundos estaba al borde del llanto y ahora trataba de manipular a Stiles para que me hiciera suya ahí mismo. No me juzguen, cada uno tenía sus formas de superar los traumas y esa era la mía.

Lamentablemente, parecía que esta vez no conseguiría lo que quería y seguiría traumada.

—Bien, tú te lo pierdes —dije, estirándome sobre el sofá—. Iré a terapia y me revolcaré con el terapeuta.

—No todo es sexo en la vida, Lydia. Te sientes mal, desapareces una semana y cuando vengo a verte, lo único que haces es... ¡eso! —me señaló. Supongo que se refería a mi pose sensual de diosa griega que me salía inconscientemente en ese tipo de situaciones, qué culpa tenía yo de ser sexy.

Tener la oportunidad (o más bien privilegio) de poseerme y desperdiciarla por cursilerías como preocuparse por mi salud mental era una vergüenza para su especie.

No, Lydia, eso era un hombre de verdad. Uno que prefiere escuchar lo que te pasa en vez de darte duro contra el muro como si no hubiese un mañana. ¿No? ¿O sí? No sé. Era una lucha interna.

—Lo siento —concluí al fin, en voz baja.

—No, no tienes que disculparte. Solo... dime como ayudarte —me apuntó amenazadoramente al ver mi expresión—. Que no sea eso, basta, no me mires así.

—No estoy haciendo nada —dije con tono inocente y me puse de pie—. Solo quiero dejar de pensar en la niña. Que ni siquiera era una niña... era un ridículo sueño en el que tú ibas a llevarla a un campamento y ella aparecía buscando algo, y era tan hermosa, tan tierna que cuando me desperté, me sentí mal por haber hecho lo que hice —me quedé en silencio, dejando mi orgullo de lado—. Era tan inocente y yo le quité la vida. Le quité la vida a una criatura, Stiles.

Y sin darme cuenta, estaba llorando desconsoladamente en los brazos del ex-padre de mi ex-feto.

—No le quitaste la vida a nadie, Lydia, solo fue un sueño. Y... Y si alguien tiene que sentir culpa aquí soy yo, porque por mí es que ahora estás sufriendo. Tú no hiciste nada malo, solo lo que era mejor. Y no tengo dudas de que serás una buena madre en el futuro, cuando hayas ganado la medalla fields y vivas en alguna mansión en las Bahamas.

Ese había sido un buen discurso tranquilizador. Demasiado bueno para decir verdad. Me sequé las lágrimas y me separé un poco para sonreírle.

—Además serás una MILF —agregó.

Le dí un empujón y volví a abrazarlo, posicionando mi cabeza en su pecho. Cerré los ojos y tras dar un largo suspiro, solté:

—¿Puedes dejarte crecer la barba?

—¿Para qué?

—Solo hazlo.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora