Finalmente fui poseedora del poder supremo. Tuve entre mis manos el arma que exterminaría al fettucine sin dejar rastros. Sí, hablaba de las pastillas abortivas.
Ese mismo día que escapé del estacionamiento, recorrí la ciudad entera en busca de las exterminadoras de bebés. Era una de las soluciones a las que no deseaba recurrir por el tema de que mis bragas lucirían como la masacre de Texas, pero si me daban a decidir entre ella o la aspiradora, ya sabían la respuesta.
Allí estaba, entonces, esperando a que algo ocurriera tras tragármelas tal como me lo indicaron. Sentada en el sofá y mirando a una cámara invisible, como si fuese un personaje de The Office.
Nada pasó. Bueno, de hecho sí, Liam hizo su reaparición, justo en el momento menos indicado, como de costumbre. Apenas abrí, me enseñó su pote de azúcar y lo dejé pasar sin emitir sonido.
—He venido toda la semana y no estabas, excepto anoche, que iba a tocarte la puerta pero un tipo salió llorando y me dio miedo. Si a ese dios del olimpo lo hiciste llorar, no sabía que me podía deparar a mí. Por cierto, ¿qué le hiciste? Estaba devastado.
—Sea lo que sea, no es de tu incumbencia, niño. Toma el azúcar y vete a dormir que ya son más de las diez.
—Já, qué graciosa. Para tu información, papá me deja quedarme despierto hasta las once.
Y orgulloso por su respuesta, vino a sentarse junto a mí, o más bien acostarse. Apoyó su cabeza en mis piernas y me robó el control, hablándome sobre una nueva serie que había empezado a ver. Por instinto, le acaricié el cabello meintras me relataba la historia y caí en cuenta de que la escena parecía la de una publicidad madre e hijo. Pues no, adiós instinto maternal. Lo tiré del sofá.
En ese mismo segundo, el karma vino a mí y mi sistema actuó ante el efecto de las pastillas, provocando que un río de sangre descendiese de mí. Oh, señor, soy yo de nuevo, la pecadora que te pide ayuda mientras peca. ¿Será mucha molestia pedirle que este pecado no me duela mucho? ¿Que ya no iré al cielo dice? Bueno, ahí le mando una ofrenda. Amén.
Ese fue el principio de unas dolorosas horas llenas de cólicos, mareos, escalofríos y mucha, mucha sangre. Convertí a Liam en mi asistente personal y éste me facilitó bastante las cosas. Puso una película, me alcanzó las galletitas, consiguió una almohadilla térmica que pertenecía a su abuelita la adicta a la cocaína y me acompañó.
Luego de una hora y media cumpliendo su papel de asistente, me miró sospechosamente.
—¿Por qué tienes una bota ortopédica y vas al baño tan seguido?
—Tengo la regla y me chocó un auto.
—Suena convincente, pero no contabas con mi astucia, perra —soltó, enseñándome la caja de las pastillas.
—¿Revisaste mi tacho de basura, psicópata? —le recriminé, arrancándole la cajita de las manos.
—En mi defensa, lo hago en todas las casas —señaló, como si fuese normal—. Ahora, explícame, ¿por qué no me avisaste desde el principio que tenías fiebre?
Lo miré esperando a que dijera que estaba bromeando, pero siguió firme. De verdad, la educación sexual en las escuelas era urgente, porque si este niño aquí presente solía confundir el misoprostol con un maldito ibuprofeno, entonces era muy propenso a contagiarse de una ETS en un futuro, si no lo estaba ya.
—No tengo fiebre.
—¿Y entonces para que te tomaste estas píldoras...? —comenzó a leer la caja—, ¿abortivas?
—Para abortar, Liam.
—Abortar qué.
—Juro que si no estuviese desangrándome con cada movimiento que hago, te metería la golpiza de tu vida.
El rubio se quedó recalculando por un rato y al parecer, por primera vez las neuronas se le conectaron con éxito. Su cara se desfiguró y pegó un salto. Después de dar tres vueltas por la sala, volvió a señalarme, ahora desde arriba de la mesa.
—¡Tienes diarrea!
Me tapé el rostro ocultando mi ira y luego lo oí reírse de mi reacción.
—Es broma, entendí. Estás embarazada. Sabía que ese era tu destino desde que te oí hablar sobre pajaritos con Allison. ¿Quién es el progenitor del aborto? Descríbemelo, quiero saberlo todo. ¿La tenía grande? Seguro que sí, porque para romper el condón, seguro era un titán. ¿Usaron condón, no? Siempre hay que usar condón, Lydia. Si sigues así, terminarás con gonorrea. Si te pasa no te juzgaré pero ni pienses que no vendré a recordarte que eres una vieja irresponsable.
—Vieja tu mamá.
—Que Dios la tenga en la gloria.
—Oh, lo siento.
—Chiste, me abandonó cuando tenía cuatro. Ahora, cuéntale todo a Liam... ¿la tenía grande o no?
Algo tenía seguro, sería un proceso doloroso y largo. Muy largo.
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malia va a matarme | stydia
FanfictionAcostarte con el novio de tu amiga no está bien, mucho menos cuando éste usa la peor marca de condones.