Tenía todo planeado, absolutamente todo. Nada podría salir mal, de ninguna manera, todo estaba bien organizado, mis papeles, mi mente, el feto con sus maletas preparadas...
Entonces, como típicamente supondrá la audiencia, ocurrió un problema que me impidió extirparme al desgraciado: remolcaron mi maldito auto.
Al parecer, durante mi larga expedición hacia la clínica, hice una pausa que muchos consideran ilegal. Estacioné el auto en un lugar que explícitamente marcaba 'prohibido estacionar'. En mi defensa, solo hice una parada para comprar churros. No todos los días se pasaba por la churrería, debía aprovechar.
Cuando volví de la tienda, feliz con mi bolsa de churros, todo el plan se vino abajo y el ser dentro mío festejó porque su retirada sería pospuesta para más adelante. No, míster suerte, yo era la que estaba al mando aquí.
Sentada en los bancos de la churrería, pensé y pensé. ¿Quién podría venir a buscarme y llevarme a la clínica sin decir nada a nadie porque yo tenía el poder de destruir su vida entera? Por supuesto, el señor de los condones baratos. Y sin debatirlo mucho, antes de cambiar de parecer, le envié un mensaje.
'Tengo una emergencia y remolcaron mi auto, estoy en la churrería Pops, ¿podrías alcanzarme hasta un lugar? Allison no puede.'
Un rato después, el castaño afirmó que apenas saliese de la Academia, pasaría a buscarme. Más le valía al bastardo. De mí dependía si su relación seguía viva o no. Un gran honor tener tal poder. Si pudiese ser amante de todos los infieles, sería la mujer más poderosa del planeta. Debería considerarlo.
Cuando finalmente divisé la jeep de Stiles, mi paquete con media docena de churros estaba vacío. Es que no pude resistirlo, se veían tan tentadores y frescos. Ahora estaban en un lugar mejor. Que en paz descansen.
Me subí y tras saludarlo, le dí mi celular con el GPS activado con la dirección del lugar para que se guiase.
—¿Es una clínica?
—Sí, debo hacerme unos estudios.
—¿Es algo malo?
—No, por suerte tiene solución.
Él asintió mientras manejaba y echaba vistazos al GPS.
—¿Y tú? ¿Te va bien en el FBI?
—Sí, por ahora. ¿Y tú, aprobaste los exámenes?
—Por supuesto. No dormí por tres días pero valió la pena.
Soltó una risa en voz baja y quedó en silencio nuevamente. La cosa no podía ser más incómoda, pero el dinero que guardaba para el taxi lo gasté en churros y pues, ahí estaba, remando la situación.
Y como cereza que completa el maldito postre, teníamos para añadir a la lista de sucesos inesperados a una fila de gente aburrida y sin vida con carteles gigantes de fetos, justo delante de la estúpida clínica, protestando por problemas ajenos a ellos.
Miré a Stiles y él me miró a mí, ambos en un estado de pánico que no nos permitió comunicarnos, pero al mismo tiempo explicó todo.
—Esto no es una clínica para hacerse estudios.
—Lo sé, pero escucha, Stiles, no entres en pánico. Yo te explicaré... —el castaño respiraba cada vez más rápido y lo único que me faltaba hoy era lidiar con un infiel con ataques—. Escúchame bien, me dejarás aquí, estacionarás donde sea que puedas si esas viejas locas no se te tiran encima y me esperarás a que me atiendan.
—Es... ¿quién es el padre?
—El único que usa condones baratos.
—¿Yo?
—¡Sí, Stilinski! Tienes suerte de que odio a los bebés y me rehúso a parir un ser que no venga de Brad Pitt, porque créeme que si fuese otra, estarías muy jodido.
—¡Son de buena calidad, lo juro! —se defendió.
—¿Ah, sí? Avísale al feto, que ni se enteró.
—No puede ser. Te embaracé -soltó dejando caer su cabeza sobre el volante.
Ah, pobrecillo, tan devastador verlo en tal estado de arrepentimiento. Qué pena que a él no le meterían una aspiradora en la chucha, sino a mí.
—Pero no por mucho, vé a estacionar la camioneta —dije y me bajé.
En el camino no me salvé de los amantes de fetos ajenos, quienes se me acercaron, o más bien abalanzaron, para insultarme y hacerme "entrar en razón".
—¡No es tu vida, asesina! ¡Cargarás con un muerto encima para siempre! —gritó una mujer enseñándome su feto de plástico.
La idea era ignorarlos, pero mi vida siempre da giros inesperados y pues como respuesta a sus reclamos, le quité el feto de la mano y lo lancé contra una pared.
Era de esperar que se ofenderían al grado de desear golpearme, pero les recordé que mi feto aún vivía y estaría triste si a su mami le pegaban. Claro, no me pegaron, pero sí me maldicieron y me afirmaron que terminaría en lo más profundo del infierno pagando por mis pecados durante toda la eternidad. Entonces llegó Stiles y los amenazó con un bate.
Fue un largo y bizarro camino, pero al final, llegué a mi destino.
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malia va a matarme | stydia
FanfictionAcostarte con el novio de tu amiga no está bien, mucho menos cuando éste usa la peor marca de condones.