siete

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El sexy médico vino con sus papeles bien apilados y me miró con una sonrisa de oreja a oreja. Allison había llegado minutos atrás y fue informada sobre lo bueno que estaba el hombre; de todas formas, pudo comprobarlo ella misma cuando lo vio entrar por la puerta.

—¿Y, doctor? ¿Morirá o no morirá? —preguntó Liam, intrigado por el contenido de la libreta.

También conoció a Liam, mi nuevo amiguito. Y le cayó bien, aunque no le conté la parte de que estaba en las drogas. No era nada muy misterioso, tampoco.

—No, no morirá —negó el doctor divertido por las idioteces del rubio y volvió su vista hacia a mí—. Pero debo pedirles que esperen afuera, debo comunicarle algo a la señorita... —leyó el papel—. Martin.

El pequeño adicto a la coca desapareció con una rapidez admirable, mientras que mi amiga incondicional tardó en procesar la petición, pues el atractivo del hombre la tenía embobada. Pronto sintió mi codazo y con exagerados asentimientos de cabeza, se retiró de allí.

—Bien, ya han evaluado sus estudios y no sé si sabía de esto, pero la razón de todos sus síntomas es que está embarazada, felicidades.

Un silencio rotundo se hizo en la habitación.

Todo era muy violento. El doctor hablaba, pero no podía oírlo. Me faltaba el aire y se me dificultaba respirar. Sentía que algo me presionaba el pecho, tal vez eran mis pulmones que querían calmar a mi corazón que latía desbocado.

El doctor rápidamente notó que algo ocurría, pues no era la reacción que esperaba cuando me sonrió como si hubiera estado buscando un hijo desde hace seis meses y por fin se me da, claro que no era el caso. Ni de cerca.

No había mucho que calcular: la última persona con la cual había tenido relaciones sexuales era Stiles. Todo fue de mal en peor. Si la cosa dentro de mí era suya, estaba acabada. Y claramente era suya, porque el único que usaba esos malditos condones baratos era él. En resumen, tenía un feto suyo creciendo dentro de mí y era cien por ciento seguro que Malia iba a matarme.

—Respira —oí que me dijo el hombre, haciendo que lo mire a la cara para mostrarme el ejercicio de inhalar y exhalar—. Respira.

Lo seguí y pasado un minuto ya me había relajado lo suficiente, al menos era capaz de hablar.

—Señor, necesito abortar esta cosa, urgentemente.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora