Cómo no, Lydia, arruinando todo.
El día terminó bien, por suerte. A pesar de un pequeño incidente, todo fue de maravilla.
La noche en mi departamento no fue linda, la pasé con náuseas y expulsando los fettuccine que tan deliciosos estaban. Allison se había ofrecido a acompañarme, pero me negué. Horas después, anhelaba que un doctor mágico se apareciera y me quitara de ese maldito estado. No pasó.
A la mañana siguiente, me desperté con el estómago revuelto; sin embargo, no vomité esta vez. El dolor de pechos superaba las náuseas.
Estúpidos fettuccine.
No tuve otra opción más que ir al trabajo, las numerosas faltas que tuve en el período de fiestas podrían afectar mi sueldo convirtiéndolo en $0, si es que agregaba una ausencia más. No me arriesgué y llegué a horario al banco de Beacon Hills.
—No entiende, señora Giménez, no puedo darle un préstamo de diez millones de dólares.
A la señora Giménez le importaba un bledo que yo no fuera la gerente del Banco, ella quería el dinero, pero en el puesto que me encontraba no tenía poder sobre ese tipo de números. Ningún empleado en ese banco lo tenía, creo.
—Gracias por nada, entonces —se puso de pie y salió desprendiendo elegancia.
No me molestaba ese tipo de situaciones, debido a que ya hasta me había acostumbrado a ello, por lo que continué con lo mío.
Las horas se pasaron con una exasperante lentitud, pero terminó de una vez por todas y fui libre de volver a casa o, la otra opción: visitar a mi mejor amiga.
Nah.
Me sentía de lo peor, no iba a vomitarle su nuevo departamento que compartía con Scott.
Llegué a casa en un santiamén y el cansancio sumado al dolor de pies me obligó a subir en el ascensor. La subida fue incómoda considerando que mi ex-clienta del banco —la cual me había tachado de estafadora en medio del banco solo por pedirle que firmara sus propios papeles— vivía en el mismo edificio. Este paró en el ante último piso y me bajé, encontrándome al niño de la abuela drogadicta sentado delante de mi puerta.
—¿Qué haces aquí?
Este alzó mi pote de azúcar vacío, como respuesta a mi pregunta y tras levantarse, se aclaró la garganta.
—Perdón por molestarte, es sólo que mi padre es tan exigente... ¿tienes más azúcar?
—Sí —suspiré, sacando las llaves.
—Por cierto, ¿cómo te llamas? No es que quiera buscarte en facebook ni nada.
—Lydia, Lydia Martin. Y por cierto, no uso facebook.
Abrí la puerta y lo dejé entrar.
—Menos mal, está pasado de moda —observó el techo—. Que buen techo tienes.
—Ya me lo dijiste, ayer.
—Ah, cierto.
Tomé el pote de su mano y busqué la bolsa de azúcar que tenía guardada en la alacena, que estaba muy alta, por cierto. Arrastré una de las sillas hasta allí para poder alcanzarla y cuando traté de subirme sentí un mareo que me hizo retroceder torpemente. Choqué mi trasero contra la mesa, la cual hizo un rechinido irritante al moverse.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó el chico, quien aún no me dijo su nombre.
—No, yo pued... —me tambaleé atontada—. Yo puedo sola.
—¿Segura? ¿Estás bien?
No llegué a contestar, todo se puso negro y lo último que sentí fue mi cuerpo golpeando el piso, junto con el agudo grito del rubio.
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malia va a matarme | stydia
FanfictionAcostarte con el novio de tu amiga no está bien, mucho menos cuando éste usa la peor marca de condones.