Parte 53. La nave

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Llevábamos tiempo sin saber nada de Javi, hasta que al tercer día apareció por allí, como Jesucristo, diciendo que había alquilado la nave que había al final de Pijolándia Street, ya en medio del bosque, para que simulásemos un concierto en directo, grabarlo y mezclarlo con las tomas que ya nos había grabado antes.

¡¿Pero aquel tío flipaba?! ¿Un concierto en directo? Para eso hace falta tener público. Y encima que te aplaudan y te vitoreen. Y a nosotros no nos conocía ni nuestro padre. Nunca mejor dicho.

Total, que tuvimos que ir, cagados de miedo al pasar por Pijolándia, rezando para que no nos viera ningún Willi, a limpiar y adecentar la dichosa nave.

Por el camino nos encontramos a los heavys. Rober había empezado a salir con Marta, una chica pija que vivía por allí pero que parecía maja y tenía dos amigas, Belén y Caty, que le tiraban miraditas a Guille, pero este se les resistía. Total, que iban todos juntos a todas partes, y les propuse que se vinieran a ayudarnos y luego les dejaríamos tocar los instrumentos de Javi, cuando él no estuviera. Y como aquellos se apuntaban a un bombardeo, pues se vinieron.

Los que también venían eran el Lolo y el Rata, porque Ferguson le había hablado de ellos a Javi y se encargarían de la decoración e iluminación, puesto que en el cumple de LB no se les había dado mal, y al parecer Javi tomó nota mentalmente.

Pasamos el día trabajando más que cuando no estábamos de vacaciones.

La nave era bastante grande. Supuestamente iba a ser un teatro, pero al acabarse el presupuesto del anterior alcalde, se quedó a medias. Por eso tenía un escenario fijo al fondo y unas escaleras de forja subían a un entresuelo abalconado, desde el que se veía todo mucho mejor. El techo de uralita recogía todo el calor del sol y se sujetaba con unas vigas de hierro como las de la Torre Eiffel, que estaban llenas de polvo, pero hasta allí no pensábamos subir a limpiar. Sólo el Rata se atrevió a trepar por una cuerda que había atada a ellas, para poder abrir el tragaluz, y que entrara un poco de aire fresco.

Cuando estábamos con más gente, hasta las miradas tenían que ser furtivas, porque LB y el Frigui estaban muy pendientes de nosotros y no queríamos que lo supieran todavía. Nos gustaba hacerlos sufrir, aunque nosotros también sufriéramos.

Después Rober comentó que se iban a cenar todos a casa de su abuela, que se había ido a Benidorm con los del Inserso y nos dijo que si nos apuntábamos. Pero el celosillo de Ferguson dijo que su tía Catalina, que no era con la que vivían, también se había ido a ese viaje y nos podríamos quedar a pasar la noche allí, en el cuarto de sus primas, que estaban de ou-pair en Londres todo el mes.

Las dos ofertas eran muy tentadoras, pero al final nos decantamos por ir a casa de la tía Catalina, sin pedirle permiso a la tía ni nada porque, además de que no iban los móviles, ella ya no estaría en casa y, con un poco de suerte, si volvía de día, lo mismo se pensaba que ya nos habíamos levantado y nos habíamos ido a entrenar.

Cruzaríamos los dedos.

La casa de la tía Catalina era grande y fría, por eso nos subimos a la terraza por una escalera de caracol metálica, con barrotes, para cenarnos allí unos bocadillos de jamón york y queso. Pero claro, después de la cena, el Lolo se subió una botella de licor de manzana y empezamos a hacernos chupitos jugando al juego del limón y medio limón.

—Un limón y medio limón, llamando a tres limones y medio limón —decía yo, que era el número uno, para que LB, que era el número tres, hablara.

—Tres limones y medio limón, llamando a cinco limones y medio limón —dijo ella.

El número cinco era el Rata, que también se había venido, y era uno de los más torpes dialécticamente hablando. Entonces todos íbamos a por él, para que se trabara o se equivocara, y en vez de limón, dijera melón, o millón, teniendo así que beberse el chupito de un trago, y se le volvía a llenar el vaso.

Claro, cuantos más chupitos llevabas encima, más fácil era que se te trabara la lengua y la cagases. Todos bebimos mogollón, hasta que nos acabamos la botella. Y a mí empezaba a entrarme la mosca porque beber me da mucho sueño. A la capulla de LB no solía subírsele el alcohol tan deprisa, su metabolismo lo canalizaba de distinta manera que al resto de los mortales, pero le gustaba fingir que iba borracha. Rüdiguer casi no bebió porque, para no hablar mucho, era bueno con las palabras. Pero Ferguson, el Lolo y el Rata, iban ciegos perdidos, y no paraban de reírse por cualquier cosa. Los dos últimos más, que se tiraban por el suelo de la risa y todo.

Yo estaba que me caía de sueño y, poco a poco fui acomodando mejor en el suelo de la terraza. No prestaba mucha atención a lo que decían, la verdad, hasta que se me cerraron los ojos y me desconecté del todo.

Dormí como un tronco. No me enteré de la noche. Cuando desperté me encontré en una cama ancha, alta, antigua, con almohada gigante y sabanas blancas con olor a limpias. Lo primero que vi fue el cabezal de madera, con adornos tallados. Intenté levantar la cabeza para ver a mí alrededor, pero me pinchaba mogollón. Hice un esfuerzo y vi a mi derecha otra cama igual, en la que estaba tumbado, travesado, el Lolo, sin camiseta, ocupando toda la cama. Me asusté un poco. ¡Joder, con el Lolo no, por favor!

Intenté sentarme para ver más.

Supuse que estaba en la habitación de las primas de Ferguson. Miré un poco más allá y descubrí al Rata y a Rüdiguer de pié, mirando por la ventana, y de vez en cuando decían algo en voz baja. Sin embargo al Lolo solo le faltaba roncar, de lo a gusto que dormía el cabrón.

Saber que ellos también estaban allí me tranquilizaba bastante. Igual solo dormimos.

Bajé de la cama sin saltar, porque me pinchaba la cabeza a cada paso, echándome por encima la colcha porque hacía fresquillo. No entraba mucha luz por las ventanas y no parecía ser muy temprano. Me acerqué donde estaban ellos. Al oírme llegar dejaron de hablar y se giraron. El Rata fue el que rompió el hielo.

— ¿Qué? ¿Has dormido bien?

—Yo sí, ¿y vosotros? —dije restregándome los ojos aún.

—Pschá —Hizo una pausa y miró al Dinky—. Entre pitos y flautas no hemos dormido mucho que digamos.

— ¿Qué pitos y flautas? —Quise saber, pero intercambiaron unas miradas y cambiaron de tema hábilmente.

Si estás leyendo esto fuera de wattpad, y no se titula Ojalá fuera un Ángel, o la autora no es Bruja Reina, que sepas que estás leyendo un plagio. Por favor, denúncialo.

Si lo estás leyendo en wattpad, donde yo lo publiqué, lamento decirte que a partir de aquí los capítulos están censurados para evitar plagios. Han estado expuestos libremente durante más de un año. Si todavía quieres seguir leyéndolo, puedes visitar https://5eecdadef2407.site123.me/ Muchas gracias por tu interés y tu comprensión.

Nos leemos pronto!

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Ojalá fuera un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora