Parte 45. El Cumpleaños

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Por la mañana me levanté contenta. Como era temprano, me fui un rato al bosque, a descargar energía. Después de ducharme, me puse la camiseta nueva. Era guapísima. Le debió costar cara porque era de marca y me sabía mal sudarla, pero quería que me la viera puesta. Me sentaba de muerte, además había acertado con la talla y no era la típica camiseta unisex, ancha y larga, que me ponía siempre. Esta, al ser de talle corto, dejaba el ombligo al aire y, como el día se presentaba caluroso, era perfecta.

Para lucir camiseta, fui al Súper, a comprar cosas para el cumple de LB, que había pensado hacer una merienda en casa. Y luego, mientras ellas lo organizaban en la nevera, me baje hacia la plaza sin decirles con quién había quedado.

Las dos eran muy cotillas.

Allí me encontré, sentados en un banco, al Rata y al Lolo.

Ideal para cortarme el rollo.

Como me vieron tuve que bajar. Y noté que al acercarme cambiaron de tema, pero no quise hacer preguntas.

—Supongo que aprovecharías ayer la ocasión ¿No? —dijo el Lolo, en cuanto llegué hasta ellos—. Que para algo os dejamos solos.

— ¿A qué te refieres? —pregunté, haciéndome lo tonta.

—Bah, tía, joder. Que tengo ojos en la cara ¿Sabes? Tenías que haber visto al Dinky cuando se vieron —le dijo al Rata, que escuchaba sin decir nada, como si no se acordase que él estaba también allí.

—Le salían chispas por los ojos —continuó el Lolo—. Pensé que tendríamos que separarlos con palanca y todo, cuando se encontraran. Y va, y solo se dan un par de besos, a un metro de distancia. Como cuando te presentan a un cayo malayo —Hizo una pausa, para sacarse un cigarrito de los suyos, que los metía en cajetillas de tabaco normal para disimular—. Yo te digo una cosa —continuó, ya dirigiéndose a mí, mientras se lo encendía—. Como tú no te arranques, él es muy capaz de pasarse así todo el verano.

¿Sabes? —Hizo otra pausa, para aspirar la primera calada—. Y por el careto que pones, veo que ni uno ni otro.

—Se supone que... —intervino el Rata tímidamente, como si no quisiera terminar la frase estando yo delante.

—No se supone nada, joder —Lo interrumpió el Lolo, soltando el humo—. Ya está bien de tanto misterio y tanto secretito de mierda —protestaba, como si estuviera hasta las narices—. Que a este tío hay que andar siempre dándole empujones y ya es mayorcito para saber lo que quiere hacer o no. ¿No te parece? —Dirigiéndose al Rata, que asintió, encogiendo los hombros—. Ya he dicho antes que tengo ojos en la cara, no necesito que vengáis a contarme secretitos que ya no lo son —Y continuó hablando como si yo no estuviera allí—. Si se gustan, pues que se enrollen y lo disfruten, y si no se gustan, pues que lo digan y a otra cosa mariposa, que hay mucho "ganao en el mercao".

Entonces, aparecieron Rüdiguer y Ferguson, por la escalera que venía de la calle Honda, bastante contentos y sonrientes. Se me aceleró el corazón y seguramente se me iluminó la cara. Reprimí un suspiro, intentando disimular delante del Lolo, que no se perdía ni un detalle.

Cuando Rüdiguer me vio con su camiseta se ruborizó al instante, sonriendo con la sonrisa bonita para sí mismo, y creo que todos se dieron cuenta porque me la miraron y luego lo miraron a él, intentando adivinar qué pasaba. Tragué saliva un poco cortada, sobre todo, después de haber escuchado lo que pensaba el Lolo.

—Joder Jowy, cada día estás más buena —dijo Ferguson, al llegar hasta nosotros, mirándome descaradamente, sonriente—. Con lo bien que te sientan estas camisetas cortas, ¿por qué vas siempre con esas tan largas y anchas? —preguntó, cogiéndome de una mano para darme una vuelta y vérmela por detrás también, como si estuviésemos bailando, mientras me partía el culo de su palabrería—. Ahora solo falta que te sueltes el pelo, así, a cámara lenta, y entonces ya... ¡Buff! —exclamó, llevándose la otra mano al corazón—. Caigo fulminado a tus pies —Terminó su actuación arrodillándose frente a mí, besándome la mano como si fuera mi príncipe azul.

Ojalá fuera un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora