Parte 31. Parkour.

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Y nos quedamos en silencio, pensando.

Un buen rato.

Mucho rato.

Estuve a punto de pasarle una mano por la espalda para consolarlo pero la voz de Javi nos sobresaltó. Nos giramos a la vez y Javi vio en nuestras caras la marca de la ausencia mental y leyó en nuestros ojos el camino de vuelta a la realidad que aún no se había borrado con palabras. No tenía ganas de ir a ver cómo habíamos salido en el vídeo, pero Javi se empeñó.

—¿Y ves? Aquí estamos de nuevo. En casa de Javi, para que pueda "estudiarnos".—Le dije susurrando, mientras íbamos resignados hacia la puerta, intentando animarlo.— ¿En serio crees que esto del vídeo va a llegar a alguna parte? Sólo es una coartada para su tesis. Pero, al parecer, a LB y a Ferguson les ha comido la cabeza de tal manera que creen que los va a catapultar a la fama.

—Deberíamos ponerlos al corriente sobre lo que escuchamos la otra noche.—Dijo, aminorando el paso para tardar más en entrar.

—¿Y que empiecen con sus preguntitas? Yo paso.— Contesté negando con la cabeza.— Mejor busquemos la libretita esa y con ella en la mano a ver si podemos convencerlos.—

Y sonrió un poco.

Algo es algo.

Después de ver el vídeo en el que básicamente salían LB y Ferguson haciendo el tonto de una manera muy falsa y sobreactuando, Javi volvió a insistir en que debería cantar yo. A lo que me volví a negar. Pero esta vez se le unieron el par de tortolitos y yo, que ya estaba calentita de aguantarlos todo el día, terminé explotando, mandándolos a la mierda y gritándoles que iba a cantar su puta madre y que no contaran conmigo para hacer ningún vídeo, que yo me bajaba del carro allí mismo.

De hecho, llegué a abrir la puerta para largarme al pueblo andando, si no hubiera sido por Elena, que me detuvo en el porche, diciendo que era muy tarde para que una chica sola caminara por la carretera y que, como todos se iban a quedar a dormir allí, que me quedara también.

No me daba miedo caminar de noche, sola, por la carretera. Con lo cabreada que estaba, pobre del que se cruzara en mi camino. Pero al final me convenció y que quedé en el sofá. No pensaba compartir habitación con LB.

Ten amigas para esto.

Como siempre, Javi se las había arreglado para convencerlos, pintándolo todo muy bonito, diciendo que podríamos dormir arriba, que ya había puesto camas y mesitas. Y si no había instalado cámaras ocultas en los rincones para poder estudiarnos mejor seguro que era porque no le llegaba el presupuesto, no porque no se le hubiera ocurrido.

Llamó a la tía y todo para pedirle permiso.

Resulta que se conocían de salir por ahí, porque eran casi de la misma edad.

A LB le dejaron la habitación pequeña y Ferguson y Rüdiguer se quedaron con la grande, la de la chimenea. Así que, después de ver la peli que hacían en la tele se subieron todos a dormir. Yo tenía muchas ganas de ponerme a rebuscar la libretita, pero tuve que esperar un buen rato, tumbada en el sofá, para asegurarme que se habían dormido, por si hacía algún ruido.

Alrededor de la una o la una y media me puse manos a la obra. Me había fijado muy bien en lo que hacía Javi con aquella cinta. La guardó en el mueble de la tele, en un cajón. Lo primero que hice fue buscarla. Allí había unas cuantas, pero yo busqué la que tenía escrito con rotulador rojo: prueba 1.

No la encontré. Me dio mucha rabia. En algún momento de despiste había dado el cambiazo y no me di cuenta. Y si lo había hecho así, era porque sabía que yo me había fijado y porque temía que la destruyese. Seguro.

Ojalá fuera un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora