Parte 18. El convite.

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Entramos corriendo al bar donde estaban, sin cortarnos ante tanto heavy reunido, y les pedí por favor, que vinieran a ayudarnos con los Willis. Deberíamos tener una pinta de muy desesperadas porque, sin hacer preguntas, y todos a una, se levantaron dispuestos a partirse la cara contra aquellos pijos.

Llegamos a la boca de Pijolándia y, cuando torcimos la esquina, vimos a lo lejos, en medio de la calle, como entre dos Willis los sujetaban, y un tercero les pegaba puñetazos en la cara y el estómago, mientras los demás miraban insultándoles y riendo, soltándoles algún que otro cachete, haciendo círculos alrededor suyo con las motos.

Sin pensárnoslo mucho más, y al grito de "¡a la carga!", emitido por Conrad, que también había visto muchas películas de vaqueros, empezamos a correr cuesta abajo, hacia ellos, gritando también como los indios para intimidar. Los Willis se sorprendieron, evaluando la nueva situación. A los heavys tampoco parecían caerles muy bien, porque siempre iban a los recre buscando pelea.

Al vernos bajar dispuestos a enfrentarnos a ellos, aunque fuesen más y mayores, los tres cabecillas; el calavera y el mariconetti, junto a un tercero, bajito y moreno, tocaron retirada.

Se subieron a las motos y se fueron por donde habían venido, eso sí, sin dejar de insultarnos y amenazarnos, diciendo que no nos pillasen por separado, los muy caguicas, que nos iban a hacer esto y lo otro. Ya se sabe: Perro ladrador, poco mordedor.

Nosotros, por la parte que nos tocaba, también les soltamos su merecido, en cuanto a insultos y amenazas se refiere, porque, ya que no iba a haber pelea, teníamos que descargar toda aquella adrenalina y mala hostia de alguna manera.

Al llegar hasta ellos, que se retorcían en el suelo de dolor, fui directa a Rüdiguer, que sangraba por la nariz. Tenía el ojo izquierdo muy rojo y ligeramente hinchado, pero no se quejaba tanto como Ferguson, que se apretaba el estómago haciéndose el mártir para que LB le diera mimitos.

Antes de que les diera tiempo a contarnos algo, oímos a lo lejos unas sirenas de policía que, seguramente alertados por algún vecino al oír jaleo, venían hacia aquí sin ninguna duda.

La cosa empezaba a complicarse seriamente. Conrad se dio cuenta enseguida de la mirada que intercambiaron ellos al oír las sirenas, por lo que dedujo que no estaban muy limpios.

—¡Rápido! Escondeos todos detrás de los coches.—Dijo Conrad, señalando las tiras de coches aparcados a lo largo de toda la calle, en cordón.

—¡Ahí nos encontrarán enseguida!—Protesté.

—No, si no os buscan.—Contestó muy resuelto.

Conrad y Guille insistieron en que ellos ya habían pasado alguna noche en comisaría por armar bronca. Así que nos escondimos como pudimos mientras los heavys montaban falsa disputa entre ellos para que la poli pensase que eran los culpables de alterar el orden y no buscasen a nadie más.

Enseguida llegó un coche patrulla con las luces encendidas. Los heavys pusieron cara de buenos y muy sonrientes se dieron la mano unos a otros y unas cuantas palmaditas en la espalda para dar a entender a los polis que no pasaba nada. Los polis les echaron una reprimenda por armar jaleo y les preguntaron por los demás, porque les habían dicho que eran unos veinte, entonces ellos, muy resueltos, les dieron las descripciones de los Willis diciendo que, al oír las sirenas habían cogido las motos y se habían ido, que se hicieran una ronda por Pijolándia que también había mucha gentuza bajo las camisetas de marca.

Al parecer ya los conocían. Les advirtieron que como volvieran a alterar el orden pasarían la noche en comisaría y después se largaron.

Un poco recuperados de la paliza, insistimos en acompañarlos a casa de la tía del Frigui, que es donde vivían, pero ellos, sobre todo Ferguson, con lo orgulloso que era, dijo que no hacía falta, que estaban bien. Eso no se lo creía ni él, pero como no me gustaba ser pesada dejé que se fueran solos, calle Mayor arriba, mientras nosotras nos íbamos con los heavys de vuelta hacia el bar de las tres B.

Ojalá fuera un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora