Rosé va al baño acompañada de Jennie, Midori se ha ido a inscribir en el club de deportes, porque aquí hay como un millón de clubes y actividades extracurriculares, Mido cuenta que desea retomar su forma pasada, la de la niñez, cuando era una buena jugadora de futbol.
Lo primero que encuentran es casi un santuario, en vez de un sanitario común. Las paredes relucen como cristal y nada como esos azulejos. Hay hasta una pintura de flores y una fuente de agua. Nota la limpieza extrema, sólo puede olerse el desinfectante.
Le sorprende la calidad del jabón al lavarse las manos.
—Hace mucha espuma —dice al restregarse—. Mi piel incluso está blanqueada —ojea en busca de algo con qué secarse, del dispensor a la distancia saca una toalla de papel—. Mira este papel, no puede romperse, es como una tela a la vez —termina de secar sus manos y por procedente pasa a experimentar como no se rompe el papel ni dentro del agua—. ¡Como toallitas húmedas!
—De hecho creo que las toallitas húmedas son esas —sigue el dedo indicador de Jennie, es un dispensor en la otra esquina.
Los ojos de Rosé destellan. —Oh, por todos los cielos —sí, tiene una pequeña obsesión por los productos de limpieza e higiene, sobre todo de las toallas; acciona el dispensador automático, son bolsitas medicas transparentes con una toallita, el que sujeta tiene olor a fresas y coco—. Estoy en mi paraíso.
Jennie se mueve a tomar una con total normalidad, pareciéndole cómica estos asombros de la peli-naranja.
—¡Ah, la tuya huele a arándanos! —sonríe como un bebé.
A Jennie no le parece la gran cosa pero se le hace demasiado tierno ver a Rosé emocionarse por ello. La mira por un momento discretamente y luego suelta una risa distraída.
—Rosé-ah, te has puesto mal la insignia... —profiere en un tono de diversión indefensa.
La aludida -quien sigue sacando toallitas como manía- se toma una pausa. —¿Qué cosa?
—Ah, ven —Jennie es cuidadosa al colocar sus manos en la chaqueta de la peli-naranja, quita la insignia deslizando el pasador—. Esto va en la camisa —instruye sin malicia, se concentra en abrocharla en el lugar correcto y finaliza dando un toque amistoso a su hombro, Rosé sin quitarle la vista de las manos bien cuidadas que tiene—. Listo.
Ahora es cuando aparecen estos vestigios de vergüenza, entiende el significado de esas risas indiscretas en lo que va de mañana.
¿Tanto se nota que vengo de la nada y sigo ahí?
Se supone que iba a comportarme a la altura.
—Gracias, Jennie-sshi, eso fue muy amable —sonríe de a poco mostrando la fila de incisivos bien colocados.
Jennie no puede pasar desapercibido esa realidad, Rosé es muy hermosa, tanto que tiene la moderación de hacerla trastabillar. —No es nada, deja de tratarme tan formal. Deberíamos irnos, faltan cinco minutos para las próximas clases. ¿Nos veremos en el almuerzo, no?
—Por supuesto, suerte, Jennie —estrecha sus ojos en una sonrisa que afila sus rasgos, frota las asaz de su mochila en maña.
Jennie toma el ascensor hasta el último piso, en cambio Rosé tiene que seguir un pasillo directo. La chica de trenzas se pregunta qué más le espera en el día, en su mente sigue la idea de que esta será esa marca de vida para sí.
[...]
La heredera Min por poco se comienza a remover el cabello, está en el proceso de buscar con impaciencia alguna máquina para comprar leche de chocolate o cualquier leche, tal vez de fresas o banana.
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R O Y A L S H I L L H S ♡ 王室の丘 H S → b e g i n
RandomSiempre tiene que haber una escuela, un lugar, que te haga sentir inferior de la peor forma. En este caso el ejemplo exagera en magnitudes desproporcionadas. 王室の丘 (Ōshitsu no oka) entre locales, se le conoce a la célebre institución de señoritas fun...