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Mido, Rosé y Jennie han mantenido una interesante conversación mientras las dos primeras juegan una partida doble de Call of Duty y la última va de un lugar a otro en la preparación de un mini-spa (sin seguir las protestas de sus invitadas) ya que se toma en serio esto de relajarse.

—Bien... Ya está casi todo —se dirige a buscar un reservado de jabones frutales y de paso revisar las repisas por toallas.

La sala de estar de Jennie se compararía con un estudio cinematográfico decorado al modernismo fosforescente. Un gigantesco plasma proyecta un montón de sangre en la pantalla y dos metralletas cargadas en su respectiva división, ambas intentos de gamers en sillones puff mientras beben de un delicioso té de durazno y comen de todos los aperitivos que Jennie ha mandado a preparar.

La castaña coloca en la mesa seleccionada para cada material y artefacto una serie de cremas: para el rostro, cuerpo y manos; también sales, hidratantes y exfoliantes.

—Señorita Kim, pronto llegarán las manicuristas, oh y la agencia me ha pedido informarle que uno de los masajistas está retrasado —informa en una diplomática voz una de las maids—. ¿Desea algo más? —la señora le ayuda a acomodar las compras de la joven, no ha escatimado en gastos para este día, aún parezca simple, necesita que sus invitadas se sientan a gusto.

—Yo estoy bien —dice la castaña—, ¿ustedes necesitan algo? ¿Más chocolates, frutas picadas tal vez? —les lanza una mirada inquisitiva.

—Chocolates para mí están bien, con maní por favor —responde Midori, no dejando de tragar el último bombón de la caja.

Rosé no toca algo más que el vaso de té con hielo y un mini sándwich de pavo.

—Bien, ¿Rosé-ah? —la castaña sonríe cordial—. ¿Dulces surtidos? ¿Panecillos? Pide lo que quieras —no desiste.

—Estoy bien, Jennie-san —sus pestañas aletean—, en serio —le sonríe, sus hoyuelos en las mejillas marcándose.

La castaña baja la mirada y asiente. —Bueno. Ya sabes, Momo, trae las cajas de bombones de la reserva de papá —los trae de sus tantos viajes y es algo sagrado para el hombre, pero a la castaña no le importa para nada.

—Realmente no tengas pena de pedir algo, Rosie-san. Estas personas son ricas. Y a los ricos nos encanta que nuestros invitados tengan todo lo que quieran, sería incómodo y un tanto grosero si no lo haces —Mido se para a dar este pequeño consejo que le parece sumamente importante para la sana convivencia de Rosé en este nuevo mundo, no puede ir rechazándole nada a estas personas, aun sea cordial y amable—. Los requerimientos no son un problema para nosotros. Dime lo que quieres si eres tímida, lo pediré por ti... —voltea a proferir una sarcástica mirada a la peli-naranja.

—No, por Dios... Ella está siendo muy amable, es demasiado con que me haya invitado, no quiero abusar de su hospitalidad. Sean ricos y todo, me parece descarado.

—Wow... Nosotras aprendimos de otra manera —Mido echa una rápido vistazo a una laboriosa Jennie que dobla toallas y selecciona pinturas de uña, por sí sola, cuando tiene a un ejército de sirvientas para hacerlo por ella—. Vaya que se está esforzando... —dice para sí misma.

Rosé repasa mentalmente aquellas palabras, y de automático llega el rostro de Mackenzie, de la nada. Se imagina que la heredera tal vez fue criada de otra forma, así como lo comenta Mido, probablemente su manera de pensar es muy diferente por los valores que le han inculcado, y por ende, su comportamiento es así, sólo ello le da una explicación a esa actitud suya. Hasta ella se comportaría así si desde pequeña hubiese tenido una corona con el título de "reina del mundo". Vio un mundo muy diferente. Posible es que sus padres se le hayan sobre-impuesto por un modelo de perfección, toda esa riqueza apartando cualquier sentido de humildad o amabilidad.

R O Y A L S  H I L L  H S ♡ 王室の丘 H S → b e g i nDonde viven las historias. Descúbrelo ahora