PRÓLOGO
Samantha
El calor comenzó a descender, el sol estaba en su punto más alto, un hombre estaba sentado frente a mí con unos anteojos que le rodeaban sus pequeños ojos grises y rasgados, se encontraba muy sonriente.
«12:35 p.m.» marcaba el reloj gigante de pared que se encontraba detrás de él., «Tic tac Tic tac» producía este, un sonido bastante irritante.
—¿Cómo te encuentras el día de hoy, Sam? —preguntó él Dr. Gómez, se acomodó en su reclinable sillón, acariciándose el mentón.
—Normal —respondí—. Nada nuevo, ¿Usted tiene algo que contarme? —me giré hacia a la ventana, viendo hacía lo exterior.
—Lamentablemente no Sam —se puso de pie, aproximándose a su cafetera—¿Quieres algo de café? —ofreció.
—No, gracias.
—Bueno, como usted desee—sonrió.
—¿Le gusta tener su consultorio en su casa? —pregunté.
—Es más práctico —aclaró, acomodándose de nuevo en su sillón—. Aparte, el consultorio que tenía antes, lamentablemente tuvo que cerrar. Pero, comienzo nuevamente desde mi hogar.
—Es una lástima.
—Las cosas pasan.
Me gustaba ese lugar, me agradaba mucho el Dr. Gómez, un psiquiatra de 45 años de edad. Cada semana, iba a verle. Era mi terapia, el solucionaría todos mis problemas. Bueno, prácticamente
—¿Y la escuela? ¿Qué tal? —preguntó, saboreando su café.
—Em… nada nuevo. Invisible, ignorada, temiendo a mis compañeros, adentrada a mi mundo y ellos al suyo.
—¿Puedo hacerte una pregunta Sam? —asentí lentamente—¿Por qué venir con un psiquiatra y no con un psicólogo?
Ambos guardamos silencio.
—He pasado por muchos psicólogos desde que tenía 11 años, ¿sabe? Todos ellos me decían lo mismo y nunca obtenían la información que mi madre necesitaba. Para ella, no era suficiente. Se cansó de los psicólogos y decidió buscar otra opción.
—Y vino a recurrir conmigo. Un psiquiatra.
Volví asentir.
—Bueno, haré lo mejor que pueda contigo. Eres una chica que me agrada.
—Usted también me agrada mucho.
—Pero, no he visto muchos progresos en ti.
—Por supuesto que no, con usted soy un libro abierto —comencé a dar vueltas en su silla giratoria. —Siéntase afortunado.
—Cariño, esto es serio —apretó los labios— como tú misma dijiste, tu madre quiere progresos. Necesita información.
—Oh, mi madre —susurré—. Esa mujer siempre está ocupada. Le importo cuando mis profesores le piden ayuda con mi comportamiento. Nada más, pero si usted desea puedo hablar más en clase.
—¿Harías eso? —sus ojos se engrandecieron, simulando su nivel de felicidad.
—Obviamente no —le espeté—¿Por quién me toma? ¿Por Chloe Hederson? —Reí, frotándome las manos para limpiar el sudor.
—Oh, Jesús. Samantha, eres una chica extraordinaria y puedes demostrarlo con tus compañeros el problema es que tú no deseas eso, construiste un muro, uno muy grande, impidiendo que cualquier cosa entrase. ¿Me entiendes?
—Agradezco lo que hace, pero me siento bien. Digo, no estoy loca. O puede que lo este, no losé. Usted me trata normal, y eso hace que lo aprecié aún más, si me alejo es para evitar la traición, que me pisoteen, y entierren una daga, una enorme en mi corazón hasta crujirlo y hacerlo pedazos. —Cerré los ojos con fuerzas, queriendo olvidar el recuerdo—El amor es peligroso, amas a alguien y luego se va, dejándote en la soledad, sufriendo por dentro, haciéndote llorar, sufrir en silencio y luego dejarlo salir. Es por eso, que la soledad es tu único amigo. ¿Está de acuerdo conmigo?
Un largo silencio, de nuevo, mis viejos sentimientos volvían, las ganas horrible de ponerme a llorar sin ninguna razón, gritar, golpear todo a mí alrededor. Pero, no sería capaz de golpear al Dr. Gómez, digo, con tan solo de mirarlo daba ternura.
Con la mirada perdida, acaricie mis nudillos. Mi nivel de temperatura iba subiendo, el sudor bajaba por mis mejillas. El Dr. Seguía frente a mí, observando mi comportamiento. El calor me estaba sofocando, ahora sólo quería irme. Ya no quería saber más, sólo largarme de ese lugar.
—¿Todo bien? —dejó el café a un lado, cruzando las piernas.
—Quizá, puede ser que sí —observe el suelo.
—¿Puedo hacerte una pregunta Sam?
—Usted siempre me hace preguntas. ¿Ahora que necesita saber?
—¿Lo extrañas? —Su pregunta resonó en toda la habitación, levante la mirada con dificultad, estaba viéndome, como si fuera algún animal exótico encerrado.
—¿Cómo? —Mi garganta estaba reseca, los ojos me ardían, el sudor era abundante. Iba a enloquecer.
—¿Lo extrañas?— Repitió, su voz se apagaba, como si se arrepintiera de ello.
Y de nuevo, podría volver a escuchar gritos en todo el lugar, las cosas en el suelo, el miedo produciéndose en el lugar, sollozos y más gritos.
—Sam… —pronunció
Maletas frente a la puerta, lamentaciones, insultos, miedo, mucho miedo.
—Dime —interrumpió mis pensamientos—¿Extrañas a tu padre?
Y por fin, había sacado el tema. 15 consultas hasta ahora, y el tema de mi padre,salieron a la luz.
—¿Si lo extraño? —Apreté los puños— Por supuesto que sí, ese desgraciado maldijo mi vida. Pero, no lo odio. Sólo lo extraño.
Y fue, donde admití que extrañaba a mi padre, el responsable de que mi vida fuera una total mierda. Pero no solo él era el responsable, eran todos. Y sobre todo, yo.
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¿Hacemos un cambio? |Sin editar.
Teen Fiction-No te dejaré sola. -¿Lo prometes, Derek? -Lo prometo, Sam. Portada: @CMStrongville Historia terminada.