Capítulo treinta: "Por fin me doy cuenta"

597 44 21
                                    


Hoy había resultado ser un buen día. A pesar de todo, me sentía bastante bien. Quería arreglar las cosas y eso es lo que haría. En el camino Max no hizo preguntas, pero sabía él que algo bueno había pasado. Al llegar, me encontré con mi madre, la cual también notó mi entusiasmo. No hicieron preguntas, simplemente cenamos los tres. Fue una cena improvisada pero lo suficiente cálida. Conversamos de muchas cosas esa noche. Parecía que todo iba a regresar a la normalidad. Al terminar de cenar, cada uno limpió lo que usó y nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones. Mañana volvería a la escuela. Antes de acostarme, le mandé un mensaje a Chloe agradeciéndole las cosas. Me alegraba que estuviéramos intentando establecer una amistad.

Max entró a mi habitación, llevaba unas prendas viejas como pijama. Se sentó en la cama y me observó:

—Te ves bien —dijo—¿Te sentó bien ir a visitar a la hermana de Derek?

Sentí un pequeño nudo formarse en mi garganta, aún me sentía mal por ella.

—Me encontré a Chloe en el hospital —le expliqué—digamos que me hizo ver las cosas a su manera.

Max se quedó de forma pensativa, pero asintió, para que pudiera proseguir.

—¿Eso significa que harás las paces con Derek? —preguntó.

No respondí de inmediato. Me dejé caer junto a él. Ninguno de los dos dijo algo. Estábamos como ausentes. Siempre que tocábamos el tema de Derek, las cosas se ponían algo tensas.

—¿Tú crees que me perdone? —musité. Un temor de voz estaba más que presente. Max notó eso y me revolvió la cabeza, con cuidado. Intentaba transmitirme seguridad o tal vez evitaba responder a eso.

—Creo que eso lo averiguaras con él —no notaba seguridad en su voz, pero si esperanza. Max la tenía. Y eso me levantó el ánimo.

Max me abrazó y me aferré a él. Aunque los dos nos encontrábamos más distantes que antes, todavía podíamos contar con el otro.

Y mi familia era mi mayor apoyo.

Nos quedamos así brevemente, hasta que nuestra madre asomó su rostro en la habitación. Emitió un pequeño chillido y se acercó a nosotros.

—¡Yo también me quiero unir! —ni siquiera nos preguntó, solamente nos cubrió con sus brazos a ambos. Escuché quejarse a mi hermano, diciendo que se asfixiaba, pero no se separó.

Todos reímos y nos quedamos así un tiempo más. Me agradaba mucho la idea de seguir contando con mi familia.

***

Derek.

Fumaba un cigarrillo. Tenía algún tiempo que ya no lo hacía. Era increíble como los días pasaban. Estábamos casi a mediados de noviembre. El año se iría pronto.

El rezo había finalizado hace unas cuantas horas, pero todavía estaban dentro de la casa algunos familiares, a pesar de que ya era noche.

Alejandro salió de la casa para hacerme algo de compañía. Se sentó a mi lado. Tenía una expresión bastante seria en su rostro. Le ofrecí del cigarrillo, pero se negó. No quise insistir, por lo que simplemente le di una calada más. Él simplemente mostró una mueca, quizás de desprecio.

—¿Ya se fue? —era inevitable que no se escuchara con amargura mi voz. Alex no me miró pero asintió.

—Sí —dijo por lo bajo—se limpió y se marchó. Dime Derek —me obligó a verlo, tenía fruncido el ceño—¿Realmente era necesario que lo golpearas?

¿Hacemos un cambio? |Sin editar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora