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Luego de haber tomado una ducha, con la tonta ilusión de que el agua tibia conseguiría desenredar aquel molesto nudo que se ha formado en mi estómago gracias a la anticipación por la futura conversación que tendré con Chen, me he cambiado por algo casual y lo suficientemente decente para este momento. Sin que yo pueda evitarlo, mi mente se pierde dentro de mis propios miedos y dudas, esos que siempre me han acompañado y que ahora intentan convencerme de que debería quedarme en casa.

Mantengo una pequeña batalla contra la ansiedad y para cuando me doy cuenta, me encuentro a mí misma de pie frente a la puerta del departamento de JongDae con el fastidioso nudo apretando con más fuerza dentro de mi estómago. Mis manos sudan sin parar y soy capaz de oír los desacompasados latidos de mi corazón en mi cabeza, en un ritmo que me recuerda que esto se me es más difícil de lo que pensaba.

No sé cuánto tiempo me quedo de pie, estática, frente al trozo de madera que me impide ver el interior del departamento del rubio, animándome a mí misma a tocar el timbre de una vez por todas y darle a JongDae la explicación que siento que se merece. Pero supongo que ha sido un tiempo considerable como para terminar llamando la atención de una de las vecinas de nuestro piso, quien fue a dejar su basura a los contenedores del primer piso y ya ha regresado, encontrándome en la misma posición que antes.

— Jovencita, ¿te encuentras bien? — cuestiona con preocupación, deteniéndose junto a mí e inspeccionando con su mirada mi rostro, preocupada.

Paso saliva, tensando los labios, y asiento, obligándome a regalarle una sonrisa.

— S-sí, por supuesto. No se preocupe.

Termina moviendo su cabeza en señal de afirmación, luciendo no muy convencida con mis palabras, pero prefiriendo dejarme a mi aire. Decide continuar su camino e ingresar a su departamento, no sin antes darme una última y curiosa mirada que correspondo.

Exhalo con fuerza y cierro los ojos. Me permito tomarme un par de segundos para abastecer nuevamente a mis pulmones con el oxígeno que necesitan y, engañándome a mí misma con un conteo hasta el tres en mi mente, termino presionando el botón del timbre en el número dos de forma veloz antes de que los nervios y el miedo consigan hacer otra vez de las suyas.

Escucho pasos aproximándose a la puerta y, de manera inconsciente, enrosco hasta los dedos de los pies. La puerta se abre y la amigable sonrisa con la que me recibe, me arrebata la bocanada de aire que he tomado hace un par de segundos. Sin decir nada se hace a un lado, invitándome a pasar con un movimiento de cabeza.

— Creí que no vendrías — comenta cuando ya ambos estamos dentro, cerrando la puerta tras de sí e internándose al interior de su departamento conmigo detrás de él como si fuera un pequeño cachorrito perdido.

No sé si responder a lo que ha dicho con una sonrisa o una expresión molesta por su falta de confianza en mí, aunque, siendo juntos, debo admitir que la idea de no presentarme pasó más de una vez por mi cabeza, así que no me siento con el pleno derecho de enfadarme.

— Pues... lamento haberte decepcionado — hablo, haciendo caso a su invitación para que tome asiento en algunos de los sillones.

— No, no lo has hecho. — Niega, luciendo dulcemente divertido. — En realidad, estoy feliz de que sí hayas venido... Porque yo también tengo algo que decirte.

"...Yo también tengo algo que decirte" Esa simple oración hace que mi pecho se contraiga con la ansiedad e inspiro con potencia, intentando calmarme.

<< ¡Oh, por favor! ¡Como si no estuviera lo suficientemente nerviosa como para que ahora me digas eso! >>Pienso, un poco ofuscada por su repentina confesión.

ANDROFOBIA » KIM JONGDAE ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora