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Poder dar con RyuJin antes de que las clases terminaran de manera oficial y todos nos sumiéramos en las tan deseadas vacaciones de invierno, ha sido más complicado de lo que me imaginaba en un inicio. La chica es escurridiza y, tras dos días de hacerme buscarla sin algún resultado positivo e ignorar mis mensajes, me dejó más que claro que no tiene muchos ánimos de volver a cruzar palabra conmigo tras lo sucedido.

Puede que su actitud se deba a la vergüenza que le ha causado el besarme y ser rechazada de manera indirecta o a problemas internos que van más allá de mi entendimiento, pero, sea lo que sea, no me apetece perder lo que me parecía una agradable amistad solo por lo que creo que es un simple desliz. No sé si podremos recuperar lo que teníamos, sin embargo, la idea de quedar en malos términos — o en ambiguos — con ella no me gusta. Además de que tampoco creo que lo merezcamos.

<< Las cosas se pueden arreglar hablando >> me digo a mí misma mientras la diviso desde la lejanía sentada en una mesa en la biblioteca de la universidad, sola, con un libro que no soy capaz de reconocer y al que tampoco le presto mucha atención porque no es de mucha trascendencia ahora.

Inspiro profundo con una mezcla de nervios y felicidad al por fin haber podido dar con ella. Avanzo con sigilo entre los pocos alumnos que pasean por el lugar en este momento, sintiéndome, tontamente, como algún tipo de ninja al obligarme a mí misma a ser silenciosa y veloz. No es que lo haga solo porque mi estupidez puede llegar a niveles que aún no he experimentado del todo, sino porque también temo a que, si ella me ve acercarme antes de que pueda arribar a su mesa, quiera intentar escapar como un animalito aterrado de mí.

Y no puedo, ni quiero, dejar que eso pase.

— RyuJin — la llamo con voz firme, pero manteniendo un nivel bajo, acorde para un lugar tan silencioso como lo es una biblioteca.

Me encuentro de pie a su costado izquierdo, a menos de un metro de ella, y con una vista perfecta para notar la manera en que su cuerpo se ha tensado de manera automática con solo oír mi voz. Permanece por unos segundos inmóvil, hasta que finalmente se decide por alzar la cabeza y enfrentar mi mirada, de la cual termina rehuyendo apenas estas hacen contacto.

Tensa los labios y el sonrojo en sus mejillas hace acto de presencia sin que nadie lo llame, como si el solo verme pudiera activarlo.

— Por favor, RyuJin. Necesitamos hablar — digo, rogándole con la mirada que desista de continuar con su plan de ignorarme como si nunca hubiéramos cruzado palabra en primer lugar. No responde nada, y como mi intención no es arrastrarla a la salida para obligarla a tener una conversación que es obvio que no quiere tener, tomo la decisión de insistir por última vez. Si su respuesta continúa siendo negativa, no me queda nada más que hacer que alzar la bandera blanca de la derrota y marcharme por el mismo lugar por donde llegué. — Por favor, por nuestra amistad...

Me mira con una expresión triste para seguido asentir en silencio, aceptando, lo cual consigue sacarme una ligera sonrisa que ella no es capaz de notar. Se levanta de su lugar y me acompaña a la salida, dejando todas sus cosas en la mesa, ya que el que alguien las tome es improbable, además, de que sirve para guardar su lugar para cuando decida regresar a proseguir con su lectura.

Buscamos un lugar poco concurrido, cerca de los costados de la biblioteca, el cual nos otorga la privacidad que deseamos y requerimos. Doy un veloz vistazo a mí alrededor por mera inercia y cuando mis ojos vuelven a RyuJin, mis cejas se juntan con confusión al no verla de inmediato frente a mí debido a que se encuentra haciendo una reverencia de noventa grados que me sorprende.

— ¡Hey! ¿Qué estás haciendo? — cuestiono un poco incómoda, medio agachándome para poder ver su rostro que se encuentra oculto en su totalidad de mi vista.

ANDROFOBIA » KIM JONGDAE ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora