001

4.3K 431 51
                                    

La punta de mi lápiz grafito sale volando en el instante en que presiono este con una fuerza innecesaria contra la hoja, marcándola en el proceso. Gruño como un perro enrabiado y golpeo mi frente contra la superficie de madera del escritorio un par veces seguidas, totalmente frustrada e importándome poco y nada terminar con una marca decorando mi piel.

— ¡Por los mil demonios! ¡Recién es miércoles! ¡Maldición! — chillo con toda la capacidad que me permiten mis pulmones, sabiendo de ante mano que ni aun así el dueño o dueña de aquel bullicio podrá escucharme. Golpeo mi escritorio con la palma de mi mano en una rabieta infantil, irritada con toda la situación.

Porque son las doce con treinta de la noche y yo, me encuentro encerrada en la soledad de mi cuarto intentando terminar un importante informe para una clase en la universidad. Informe que, en realidad, se me está haciendo eterno al no poder concentrarme gracias a la música que taladra mis pobres oídos sin piedad alguna. ¿Por qué carajos tienen que hacer una fiesta un miércoles? ¿Los tontos no se pueden esperar hasta el fin de semana como lo haría la gente normal? Y lo más importante de todo es que... ¡¿Cómo es que nadie ha ido a quejarse por este escándalo?! ¡¿Acaso soy a la única que le molesta en todo este condenado edificio?! ¡¿NADIE MÁS ESTUDIA O TRABAJA MAÑANA?!

— ¡¡Ugh!! ¡¡NaYoon!! — grito, llamando a mi amiga y compañera de departamento mientras deslizo la silla giratoria en la que me encuentro sentada hacia atrás y me coloco de pie. No quería tener que recurrir a esto, pero al final tendré que molestarla a ella para que trate con los molestos vecinos; algo a lo que ya está acostumbrada debido a que ella es quien, la mayoría de las veces, se relaciona con las personas por mí si se da la oportunidad. — ¡NaYoonie~! — Vuelvo a llamar, dirigiéndome al cuarto de estar en donde se encuentra la mayoría del tiempo viendo televisión, durmiendo o haciendo cualquier otra cosa en realidad.

Hago una mueca con los labios al encontrarme el lugar totalmente vacío y golpeo mi frente con la palma de mi mano al recordar, repentinamente, que la chica está pasando la noche en casa de su novio, JongIn, haciendo cosas que no me interesa saber en lo más mínimo.

Maldigo a NaYoon y a Kai entre murmullos: a él por llevarse a mi mejor amiga esta noche y a ella, por irse y dejarme sola con este problema entre manos.

— Perfecto... — suspiro de forma exagerada para seguido humedecer con lentitud mis labios, que los siento algo resecos, mientras tanteo mis posibilidades. — Tendré que ir yo — suelto, percibiendo cómo los repentinos y desagradables nervios comienzan a burbujear en mi interior con tan solo sospesar la idea de que la persona que me abra la puerta del departamento de donde proviene todo ese ruido, sea un hombre.

Porque sí, vivo aquí desde hace un año y medio y no conozco a la mayoría de mis vecinos por la simple razón de que pocas veces, salgo del apartamento. Y si lo llego a hacer, siempre uso las escaleras de emergencia para subir o bajar; motivo principal por el que no me topo con casi nadie del edificio debido a que la gran mayoría, prefiere usar los dos elevadores en perfecto estado que tiene la edificación. Sumado a eso, el tratar con algún vecino cuando viene a pedir o preguntar por algo, es el trabajo de NaYoon, ya que a ella se le da muy bien eso de interactuar con desconocidos y no tiembla cómo yo cuando está frente a un hombre. Dos cualidades por las que, a veces, siento envidia.

Sin más que hacer salgo del lugar tras tomar mis llaves (debido a que nuestro edificio es antiguo y todavía no posee el tecnológico teclado digital en las cerraduras) y me dirijo al departamento de enfrente, alentando mi paso de manera inconsciente en un intento por retrasar en lo más posible un encuentro que puede terminar siendo de lo más incómodo y desagradable, al menos, para mí.

«Solo tocas la puerta, le pides que baje la música y vuelves a tu departamento para estudiar... No es tan complicado mujer» Me animo a mí misma, ya de pie frente a la superficie de madera color café oscuro. Trago con algo de dificultad y dirijo mi tembloroso dedo índice hacia el timbre, presionándolo con suavidad y casi con miedo, para luego esperar a que alguien atienda al llamado.

La molestia que me había invadido hace unos segundos parece haberse esfumado casi por completo y, en su lugar, ha dejado a uno del sentimiento más desagradable que, lamentablemente, conozco como la palma de mi mano: el temor.

Mi corazón late a una velocidad innecesariamente mayor y, entretanto espero de pie en medio del corredor, seco mis sudorosas manos en el pantalón de mi pijama de Winnie de Pooh, el cual, por cierto, es mi favorito y he olvidado que tengo puesto.

«Que sea una chica, que sea una chica...» Ruego en mi cabeza, observando como la puerta se abre. Expulso el aire que hay en mis pulmones con notorio alivio al ver a una muchacha de cabello rojizo, más baja que yo por solo unos centímetros, en el umbral de la puerta dedicándome una sonrisa amigable que correspondo por inercia.

— ¡Hola!

— Hola, yo venía a....— comienzo, pero me interrumpe a media oración.

— Supongo que buscas al dueño de casa. — Le da un rápido trago al vaso de color rojo que sostiene con su mano derecha y me vuelve a sonreír. Luce algo ebria, pero no sabría decirlo con claridad porque también parece muy emocionada con el ambiente brillante y fiestero que hay ahí adentro. — Tranquila, que ahí viene... ¡Apúrate JongDae, que te buscan! —exclama y yo me altero.

<< ¿JongDae? Parece nombre de hombre... ¡Oh, Dios! ¡no! >>.

— ¡N-no es necesario! — Me apresuro a decir con los ojos bien abiertos entretanto uso ambas manos para negar energéticamente, por si no ha logrado entender lo que he dicho, pero ya es demasiado tarde. Detrás de ella aparece un chico al menos una cabeza más alto que yo, de un oscuro cabello color azabache y piel nívea. Gracias a la playera que utiliza, soy capaz de notar que posee un cuerpo trabajado a pesar de su complexión delgada, pero eso pasa a segundo plano en el instante en que deja ver una gran sonrisa que dejaría loca a cualquier fémina.

Antes de hablar se toma el derecho de observarme de pies a cabeza con una expresión amigable en su rostro, sin hacer muecas de desagrado o burla al verme tan desarreglada, algo que no sería de extrañar teniendo en cuenta las horas que son y el día.

— ¡Hola! ¿Se te ofrece algo? — pregunta, aproximándose un poco más hacia mí y logrando que, instantáneamente, retroceda como un gatito asustado.

Sí, la fiera ahora no es más que un tierno gatito asustado porque mi furia se ha desvanecido por completo.

Mi órgano vital golpea como una bestia dentro de mi pecho al ver cómo el chico sale al pasillo y junta la puerta tras de sí mismo, quedando ambos a solas en el corredor con algo más de "privacidad y tranquilidad" para entablar una conversación sin tener que recurrir a los gritos.

— Y-yo... — tartamudeo con la respiración acelerada, quedando en blanco en el peor momento y luciendo, según yo, cómo una boba.

— ¿Estás bien? —cuestiona, enarcando una de sus pobladas cejas y dejando que una expresión de preocupación se apodere de su rostro.

Mis labios se abren y cierran un par de veces sin lograr articular palabra, mis manos sudan y mi anatomía parece haberse vuelto de gelatina, ya que he comenzado a temblar de forma sutil.

— ¿Tienes frío? ¿Fiebre? ¿Qué te pasa? — interroga ya más alarmado, dando un paso hacia mí tras no contestarle por lo que me parecieron largos minutos, pero no debieron ser más que unos segundos.

Retrocedo esquivando su mano antes de que logre tocar mi frente y huyo velozmente a la seguridad de mi apartamento, dejando al chico en medio del pasillo muy confundido y desconcertado con mi comportamiento tan anormal. No lo culpo si me tilda de loca, de cualquier forma, no me creo capaz de corregir aquel pensamiento de su cabeza siendo que se me es casi imposible entablar una conversación con él.

Exhalo todo el aire que contienen mis pulmones y apoyo mi espalda contra la superficie de madera que impide que mi vecino pueda continuar viéndome. Muerdo mi labio inferior con potencia y mis ojos se humedecen por la impotencia y tristeza que me embargan al ser incapaz de hablar con la misma naturalidad que lo hace NaYoon, SoYou u otras chicas que conozco, a un hombre.

Tras unos segundos, en donde algunas lágrimas se logran escurrir de mis ojos sin mi consentimiento, escucho cómo la música baja de manera considerable, sorprendiéndome y sacándome una suave sonrisa de completa gratitud por su acción que consigue aliviar, de alguna forma, la pena que se ha posado en mi pecho llevándome hasta el llanto.

— Gracias...— susurro, pasando la manga de mi pijama por mis mejillas y secando las diminutas gotas saladas mientras me encamino nuevamente a mi cuarto, dispuesta a terminar ese informe de una vez por todas.

ANDROFOBIA » KIM JONGDAE ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora