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Ir de Myeong-dong hasta Seongsa-dong nos toma un poco más de media hora y el viaje en el carro de Chen se realiza en un silencio casi absoluto por parte de ambos. Compartimos un par de palabras, pero él parece darse cuenta de que mis ganas de hablar son pocas, por lo que prefiere callar y disfrutar de las diversas canciones que tocan en la estación de radio local que ha elegido.

No les presto mucha atención. En realidad, si alguien me pregunta cuál fue la última canción que tocaron antes de que JongDae detenga su vehículo, estoy segura de que no seré capaz de responder de manera correcta debido a que mi mente anda de paseo por las nubes.

Mi cabeza se mantiene recostada contra el cabecero del asiento del copiloto durante todo el viaje y mis ojos no se despegan de la ventana a mi derecha. A través de ella, puedo admirar el paisaje nocturno de la ciudad mientras mi mano derecha se aferra con potencia a la lata vacía de cerveza y la pregunta de qué diablos estoy haciendo, se repite una y otra vez en mi cabeza sin cesar.

«¿Qué se supone que le diré?» Me pregunto cuando el auto se detiene de forma definitiva junto a la acera, frente a la ya conocida casa. Me maldigo mentalmente por ser tan impulsiva y no pensar bien las cosas antes de hacerlas, pero ya no perece haber vuelta atrás.

— Aquí es, ¿no? — cuestiona con voz suave JongDae, al notar que no me muevo.

Asiento sin voltearme a verlo, sintiéndome repentinamente nerviosa, ansiosa y temerosa. Todo de una sola vez.

Mi cuerpo se sacude en un leve espasmo al percibir como Chen se toma el atrevimiento de envolver con cuidado mi mano izquierda con la suya, cubriéndola. Muerdo el interior de mi mejilla y me tenso, un poco incómoda por el contacto físico entre ambos.

Giro mi cabeza para mirarlo, intentado mantener a raya mi respiración.

— Tranquila, ¿sí? — Su expresión es relajada y tierna, intentando transmitirme la paz que necesito a través de su castaña mirada. El gesto me parece a lo menos, dulce... Bueno, este gesto y el que haya aceptado llevarme a un lugar completamente desconocido para él, sin pedirme explicaciones de por medio y en medio de la noche. — ¿Quién vive ahí, Iseul?

Trago saliva con pesadez, sabiendo que tengo que responderle porque se lo merece luego de todo lo que ha hecho por mí.

— Mi hermana... — susurro.

Mueve la cabeza de manera afirmativa, como si comprendiera lo que está pasando cuando es más que notorio que no es así.

— ¿Quieres que te acompañe?

¿Acompañarme? No, eso es lo último que quiero y necesito. No creo ni siquiera poder ser capaz de hablar con mi hermana a solas como para que él también este ahí, como un silencioso observador que escuche lo que tengo que decir. Su presencia convertiría todo en algo más incómodo de lo que ya de por sí, podría llegar a ser para mí o para mi hermana.

Parece que el efecto del alcohol que viajaba por mis venas y el causante de mi repentina confianza, se fue apagando durante el trayecto de manera paulatina, ya que ahora puedo pensar con un poco más de claridad que antes (no mucha, pero ya es algo) y, tener a Chen sujetando con dulzura mi trémula mano, no ayuda mucho a apaciguar el inquietante sentimiento que me ha invadido.

— N-no es necesario, puedo yo sola — digo, enredándome con mi propia lengua y arrastrando de manera casi imperceptible las palabras.

¿Es a causa del alcohol? Tal vez sí, tal vez no. No me siento capacitada para poder discernirlo en estos momentos.

Recupero mi extremidad con lentitud, temiendo, raramente, que aquel gesto lo ofenda o lo haga sentir mal. Si llega a ser así, no lo demuestra en lo absoluto. Solo eleva las comisuras de sus labios, enseñándome una perfecta hilera de perlas blancas mientras se quita el cinturón de seguridad.

— Está bien. Te esperaré aquí. Cualquier cosa me llamas.

Me deshago del cinturón entretanto asiento, para seguido abrir la puerta del auto. La luz del techo se enciende y un peculiar sonido inunda el lugar, alertando de que una de las puertas ha sido abierta. Antes de salir totalmente me giro y formo la sonrisa más sincera que me permito con mi estado emocional actual.

— Gracias, JongDae.

Me guiña un ojo y se encoje de hombros, restándole importancia.

Cierro la puerta tras de mí y tomo una profunda bocanada de aire previo a comenzar a recorrer los metros que me separan de la puerta principal de la casa. Mientras avanzo con mi corazón bombeando de manera veloz y mi cabeza trabajando al cien por ciento en busca de algo bueno que decir, un repentino vahído me sacude.

Me detengo a mitad de camino, sintiéndome incapaz de dar otro paso más. Mis manos se posan en mi estómago cuando percibo cómo toda la cerveza bebida, además, de mi última comida comienzan a subir por mi garganta de una manera espantosamente rápida. Trato de retener el vómito, pero se me es imposible. Me inclino a un lado y todo sale, esparciéndose por la acera.

Escucho a lo lejos como la puerta del vehículo de Chen se abre y se cierra y sus apresurados pasos en mi dirección. Sus grandes manos se ocupan de recoger mi cabello y acariciar mi espalda en movimientos circulares, entretanto yo me concentro en detener las desagradables arcadas que estremecen mi cuerpo sin piedad.

«Ya recordé por qué no bebo».

— ¿Mejor?

Inhalo profundamente con los ojos llorosos. Limpio mi boca con la ayuda de mi manga, queriendo desaparecer con esto el asqueroso sabor en mi boca y la acidez de los jugos gástricos que fastidian en mi garganta.

— S-sí, ya estoy mejor. — Me enderezo con cuidado, agradeciendo que Chen se preocupara de que no terminara ensuciando mi cabello con mis jugos gástricos mezclados con lo que he comido y bebido en las últimas horas.

<< Me vio vomitar... Qué vergüenza>>.

Pensando que con esto basta para hacer de esta noche una inolvidable y, una muy buena historia que obviamente llegara a oídos de NaYoon y SoYou más tarde, me decanto por decirle a Chen que nos larguemos ahora que podemos.

— Será mejor que volvamos a...

— ¿Quiénes son ustedes? — interroga una voz femenina a mis espaldas, interrumpiéndome a la mitad de mi frase.

Los ojos de JongDae se posan en la figura detrás de mí y luego en mi rostro, el cual debe ser un poema. Un pálido poema.

— ¿Iseul? ¿Eres tú?

Con los puños apretados y unas grandes ganas de esconderme tras de Chen como una cría, me volteo para admirar la figura de mi hermana mayor.

KyungRi se encuentra en el umbral de la puerta, luciendo un atuendo conformado por unas pantuflas, un pantalón ancho de pijama y un chaleco gris de lana que usa para protegerse del frío de la calle. Su cabello castaño está amarrado en una coleta suelta y lleva unos grandes lentes redondos de lectura que le quedan muy bien.

<<Todo le queda bien porque es hermosa>>.

— ¿Qué haces aquí, Iseul? ¿Y por qué vomitaste en mi jardín? — cuestiona con el entrecejo arrugado, totalmente confundida. — ¿Acaso estás enferma?

— N-no yo...

Como si recién se hubiera percatado de la presencia de JongDae a mis espaldas, (quien todavía no suelta mi cabello, debo aclarar) lo mira con un atisbo de asombro y notoria confusión.

— Deberían entrar. — Se hace a un lado en la puerta y señala con la cabeza el interior de su hogar. — Así puedes lavarte la boca y así... — Sus ojos viajan de mí a Kim y viceversa. — Puedes contarme la razón por la que vomitaste en mi jardín y me has evitado durante este tiempo.

¿Se ha dado cuenta?

«¡Claro que sí, idiota!» Grita una vocecita en mi interior con obviedad.

Le doy una mirada a JongDae y él se encoje de hombros como si dijera "la decisión es tuya. Yo te sigo".

Termino suspirando y asiento.

— Está bien. 

ANDROFOBIA » KIM JONGDAE ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora